Los hombres y mujeres de la antigüedad, tanto hebreos como otros pueblos paganos, tenían como rito la abstención de determinados alimentos en ciertas épocas del año.
Diversos son los textos bíblicos que hacen referencia a la práctica del ayuno. Se hace mención de él tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y es una de las pocas prácticas o actividades que se mantienen a lo largo de toda la Biblia.
He aquí algunos ejemplos:
“Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; ¿humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores”, Isaías 58:3.
“Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público, Mateo 6:16-18.
Entonces el ayuno era una muestra que utilizaban los fariseos para ser alabados por su supuesto sacrificio y entrega, el cual demostraban para que el resto los viera.
Ayunando en las épocas anteriores a Jesús
Según la Biblia de Estudio NVI, en el Antiguo Testamento se menciona un día específico para ayunar, el cual estaba ligado al día de la Expiación, único día en el que era obligatorio abstenerse de comida. Este día no había clasificación de alimentos, sino que había que cuidarse de ingerir cualquier comida. El día se complementaba con oración y se usaba para expresar duelo, penitencia o devoción humilde hacia Dios (pág. 1611). Además, este día estaba dedicado a sacrificar un cordero para expiar todos los pecados del pueblo.
Continuando en los libros del Antiguo Testamento, el ayuno era un símbolo de arrepentimiento y de demostración de querer cambiar el rumbo de una persona, de un pueblo o aun de toda una nación. Además, podía variar en tiempo, desde un par de horas, unos días o hasta 40 días.
El caso más emblemático, quizás, es el renombrado ayuno del libro de Jonás, donde los habitantes de Nínive, todos, sin excepción, ayunaron por 40 días, incluso los animales y los bebés que estaban en periodo de lactancia.
“Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?”, Jonás 3:1-9.
El ayuno con Jesús
Como dijimos antes, en el tiempo del Nuevo Testamento también permaneció como una práctica común. Los fariseos ayunaban obligatoriamente dos veces por semana, los lunes y jueves (Biblia de Estudio Versión NVI, pág. 1611). Era en esos días cuando intentaban demacrarse y mostrarse como los más sufrientes. Sin embargo, Juan el Bautista y Pablo también realizaron ayunos de relevancia, aunque con una verdadera intención, no como los fariseos.
Comparado con el Antiguo Testamento, en el Nuevo el ayuno no sólo muestra o es una señal de arrepentimiento, sino que se considera una parte fundamental de la vida cristiana. En el Evangelio de Mateo, en el capítulo 6, habla de tres elementos fundamentales: la oración, el ayuno y el dar. Por lo tanto, las nuevas enseñanzas de Jesús, comparadas con la ley, dan al ayuno la asignación de una herramienta, como una forma de adoración hacia Dios o una forma de encontrar solución a los problemas personales. Un pasaje refleja esta situación:
“Pero este género no sale sino con oración y ayuno”, Mateo 17:21.
Llamados a demostrar nuestra adoración
El ayuno es una práctica que hoy en día con propósitos superficiales puede considerarse como un “método” para adelgazar. No obstante, no hay que olvidar que es una manera de oración y que, desde el Nuevo Testamento es una forma de adoración. Tengamos estas cosas en cuenta si realmente nos consideramos cristianos: ser como Cristo, ayunar pero también guardarlo para nosotros mismos, no como un objeto de alabanza.