No hay característica más distinguida en un cristiano que el amor.

Los hijos de Dios tienen esta particularidad tan especial de ser movidos en la fibra más profunda de su corazón, de tal manera que desde su interior brota un genuino amor hacia Dios, hacia su iglesia y hacia las almas que aún no han conocido la gracia, el perdón y la salvación.Dice Romanos 5:5 que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado.

Es la comunión con el Espíritu Santo la que mantiene viva y encendida la llama del amor, y, por ende, las acciones concretas que manifiestan dicha comunión.Sin embargo, estamos atravesando un momento muy particular en la historia de la humanidad y también en la historia de la iglesia, donde el amor de muchos se ha enfriado.

Uno de los primeros indicadores de esta falta de comunión con Dios y con su Espíritu es la pérdida de interés en la congregación .  

Luego del levantamiento de las restricciones por el covid-19, millones de personas volvieron a reunirse en fiestas, cafeterías, bares, celebraciones sociales y espectáculos deportivos y culturales, incluso con más ganas, deseo y necesidad de las que tenían antes de que se impusieran las prohibiciones y el distanciamiento social. 

Sin embargo, no sucedió lo mismo con algunos cristianos. Muchos no volvieron a reunirse en sus congregaciones y otros están considerando no congregarse más o están asintiendo muy esporádicamente al lugar de reunión. Quienes han asumido esa postura están siendo engañados y se están engañando a sí mismos en sus propios razonamientos al considerar que no es importante reunirse, que están en perfecta comunión con Dios escuchando o viendo alguna prédica y orando desde casa. 

El Apóstol Pablo nos dice en su carta a los Efesios 4:30: “no contristen al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención”

Es interesante resaltar que esta mención a no contristar al Espíritu Santo la hace en medio de un tema tan importante para la iglesia como lo es la unidad. Comienza el apóstol Pablo diciendo :

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,  con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,  solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;  un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;  un Señor, una fe, un bautismo,  un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Efesios 4:1-6.

El Apóstol Pablo sabía muy bien lo que significaba no congregarse; cuando escribió esta carta él no se congregaba. Pero no se congregaba no porque había recibido una “nueva revelación de parte de Dios de que no era necesario congregarse”.

¿Acaso él no se congregaba porque  creía “innecesario reunirse, pues podía llevar un Evangelio a su manera y tener comunión con Dios desde casa”? ¿No se congregaba quizás porque creía que escuchando a algún predicador famoso podía crecer espiritualmente sin necesidad de su congregación? De ninguna manera. ¡El apóstol Pablo estaba preso! Y estaba preso por predicar el Evangelio; y desde ese lugar, inspirado por el Espíritu Santo y atravesado por su realidad de no poder salir de la celda, escribió sobre la unidad del cuerpo de Cristo. 

La iglesia del Señor es una sola en todo el mundo, pero está formada por congregaciones.  Muchos piensan que la iglesia del Señor está formada solo por personas, pero lo cierto es que la iglesia está formada por congregaciones. Este es el diseño de Dios para sus hijos, que se congreguen y que habiten juntos en armonía, pues allí derrama bendición y vida eterna.

No podemos renegar o alejarnos de lo que Dios estableció; pues es en la congregación donde se pone a prueba nuestro carácter y donde se manifiestan los dones y frutos del Espíritu Santo. El diseño de Dios es la comunidad de sus hijos, no el individualismo de las personas. Nadie puede decir que está en comunión con Dios, pero al mismo tiempo enemistado con su congregación. ¿Cómo pueden despreciar o menospreciar lo que el Espíritu Santo desea reunir? 

La congregación de los Santos es algo que Dios inició en la tierra y que seguiremos practicando en el cielo. ¿Acaso piensas que en el cielo no te vas a congregar? ¿Acaso los ángeles no se congregan para adorar, servir, compartir y exaltar a su creador? 

La congregación es en espíritu, alma y cuerpo. Aunque muchos piensan que su presencia física no es importante, que están conectados al cuerpo de Cristo en sus pensamientos y oraciones. Otros piensan que congregarse es una pérdida de tiempo y estiman que han perdido años de sus vidas por asistir a las reuniones; otros tantos razonan que por haberse congregado por muchos años tienen un “saldo a favor acumulado” y pueden tomarse “unas vacaciones”.

Me temo que, a diferencia del apóstol Pablo que estaba preso por predicar el Evangelio y no podía congregarse por este impedimento físico, muchas personas están presas de argumentos satánicos en contra de la congregación. Han caído en la esclavitud de sus propios razonamientos y, aunque se creen libres, están en una celda espiritual atados y ajenos a la voluntad de Dios. 

El Espíritu Santo nos dice en el libro de los Hebreos 10:25: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Querido lector y lectora, cumplo con este mandamiento de Dios de exhortarte a que vuelvas a tu congregación.  No en vano estás leyendo este artículo. El Señor te está llamando y te está liberando de la cárcel para que vuelvas a reunirte con tus hermanos, con tu pastor y con toda la congregación donde Dios te asignó. 

Cuando el libro de Hebreos nos habla de “aquel día que se acerca” es porque el regreso de Cristo es inminente y está más cerca de cuando te convertiste. 

Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.

¿Cómo estás esperando el regreso de tu Salvador? ¿Lo estás haciendo en comunidad y congregándote? ¿O lo estás haciendo en forma individual y lejos del cuerpo de Cristo?

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.  Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.  Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”.  Hebreos 10: 19-24.

Hay un lugar vacío en tu congregación y Dios te está esperando. Un lugar vacío de adoración, servicio y comunión.  Te exhorto con amor a tomar tu lugar, a volver a tener comunión los unos con los otros y a amar la congregación. Porque si no amas a quien ves ¿Cómo amarás a quien no has visto nunca?

Oro para que Dios renueve tu amor por la congregación y que aprecies y valores esta gran oportunidad que él te da. Vuelve a congregarte y prepárate para ser parte de un gran avivamiento que Dios derramará sobre las congregaciones.

Dios te bendiga.