Las crisis son oportunidades. Todo depende de cómo las miremos.
“Miren las aves de los cielos, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? Mateo 6:26
El otro día les contaba a mis hijos sobre un par de zapatos que me habían regalado en mi adolescencia. Habían sido hermosos…, pero, mucho tiempo antes que me los regalaran. La verdad es que cuando llegaron a mi estaban muy rotos y gastados. Tal vez en otra situación hubiesen ido al tacho de basura, pero en esa oportunidad para mi fueron una oración contestada. Sencillamente, me hacían falta.
Así que sin que nadie me dijera nada, solita, fui hasta la casa del zapatero de mi barrio y feliz saqué de una bolsa el par de “chatitas” (que así se llama a ese estilo de calzado) y le encomendé la enorme tarea de la reparación. El amable zapatero no dijo nada, tampoco puso una cara rara…, solamente se limitó a mirar detenidamente el par de zapatos y como me conocía, me dijo que le diera unas semanas que iba a ver qué podía hacer.
Yo estaba ansiosa. Y había ido varias veces para saber si ya estaban listos. El día que me las devolvió simplemente no lo podía creer…Me estaba dando un par de zapatos nuevos. Impecables y negros… ¡Ah! No te dije un detalle, las chatitas alguna vez habían sido blanca, pero ahora eran de un negro azabache reluciente y, además, completamente mías.
Las usé mucho tiempo. Pero además de usarlas, las cuidé. Como si hubiesen sido nuevas. Me las sacaba si había barro. No las usaba si llovía. Y eran mis zapatos para las reuniones de la iglesia. Sé que al leer estas líneas que escribo muchas de ustedes sentirán compasión o lástima. Mis hijos me dicen, ¡Mami, no me cuentes eso! Con mucha ternura.
Pero te voy a decir algo: Ese fue un tiempo bendecido. Gracias a Dios habíamos tenido abundancia muchas veces de muchas cosas, pero nos tocó pasar como familia una situación económica adversa.
Y aprendí. Aprendí a ver la fidelidad de Dios en los detalles. Aprendí a orar específicamente por necesidades. Aprendí el valor del esfuerzo de estudiar en bibliotecas porque no podía comprar libros o sacar fotocopias. Aprendí el valor del esfuerzo de caminar muchas cuadras porque no podía pagar tantos pasajes de micros y eso me hizo una persona capaz de administrar, de hacer rendir el dinero, de buscar precios y oportunidades.
“No tengamos temor de los tiempos adversos, porque la Biblia nos enseña que fiel es el que nos prometió, el cual también lo hará”.
El recuerdo de mis zapatos arreglados no produce en mí una sensación de tristeza, sino de gratitud. Aprendí a ser agradecida. A dar con alegría y no dejar de mirar las necesidades en otros ya que muchas veces podemos ser el instrumento a través del cual son suplidas.
Las crisis son oportunidades. Todo depende de cómo las miremos. Hay mucho de mayordomía en la vida. Dios mira la manera en que administramos lo que Él nos da. Las recetas más representativas de diferentes culturas tienen que ver con comidas elaboradas en base a ingredientes económicos o que abundaban en la región. Por ejemplo, la torta galesa tradicional de la Patagonia argentina se elabora para que dure mucho tiempo sin refrigeración.
Ajustarnos nos da otra perspectiva de la realidad y nos previene del derroche y la vanidad. Hudson Taylor misionero a China dijo en una ocasión que “Los tiempos de privaciones son tiempos bendecidos, porque lo que es necesario nunca llega demasiado tarde”.
Ajustar nuestra economía, realizar un presupuesto, proyectar gastos y buscar alternativas nos harán pensar más en la parábola de los talentos, el que no invirtió y multiplicó lo asignado salió perdiéndolo todo.
Una de las facetas de Dios es como Proveedor. Un Dios que cuida de su creación, que tiene cuidado de las pequeñas criaturas, que manifiesta su bondad a través de mesas servidas y contrarresta la escasez con milagros de multiplicación.
Querida amiga, oro para que puedas darle la oportunidad al Señor de manifestarte que te escucha y que está atento a tus peticiones. De esa manera vas a poder conocerlo más como Padre. Y, a decir verdad, ¿Quién querría perderse eso?