El activismo suele venir embanderado con promesas de valía y reconocimiento.
Estaba sangrando por dentro y por fuera… Otra vez los latidos se habían apagado… Una vez más el sueño de ser mamá tuvo que ser guardado entre ositos y escarpines. En ese contexto de puro dolor y a la espera de que me arrancaran del vientre los últimos vestigios de mi más sagrado proyecto de vida, me sequé las lágrimas visibles y me fui al templo a “servir”. ¡No podía fallarles a los hermanos!
¡Ese día, paradójica y tristemente, di la mejor clase de teología de mi vida! ¿Por qué digo “tristemente”? Porque asumí, con ingenuidad, que el éxito de aquella cátedra fue un premio de Dios por mi sobrada “dedicación” y “entrega “.Lo cierto es que aquel acto, supuestamente heroico, fue una inmolación.
«Amaba tanto servir a mi Señor de señores que fui consumida por la actividad sin límites, creyendo que no había una forma más correcta y superior de hacerlo»
Susana Odera, licenciada en psicología y directora del Centro Nuevo Tiempo
Cuando leí la definición de “activismo”, de la RAE —‘Tendencia a comportarse de un modo extremadamente dinámico’, ‘Doctrina según la cual todos los valores están subordinados a las exigencias de la acción y de su eficacia’— supe que algo estaba mal. Y entonces fui a la Biblia.
Mis valores —el del respeto a la vida, el del amor a mí misma, el de la prudencia, el de la libertad, y otros— habían quedado sometidos a una idea errónea sobre cómo se debe servir. Llegué al punto de disociar, peligrosamente, mi aflicción del “deber hacer”.
«El activismo suele venir embanderado con promesas de valía y reconocimiento; nos embauca ferozmente hasta que nos convertimos en entes de acción extrema»
Susana Odera, licenciada en psicología y directora del Centro Nuevo Tiempo
¡Patrañas!
¿Nuestro Señor nos pide que seamos holocaustos vivientes? ¿A Dios le interesan estos sacrificios que van en contra del “ama a tu prójimo como a ti mismo”? ¡Qué notable es que no dice ni más, ni menos, ni en lugar de… ti mismo!
¿Será que el Creador es capaz de ir en contra de su propio deseo de que “practiquemos la justicia, amemos la misericordia y andemos humildemente“ ( Miqueas 6:8) y no que hagamos “sacrificios” ( Mateo 12:7)?
¿Acaso estaremos sirviendo a un Dios incoherente? ¡Por supuesto que no! Debo decir que gracias a aquella desgarradora y desacertada experiencia comprendí que la actividad desmedida nos desvía de la verdadera misión.
«He aprendido a respetarme y a trabajar equilibradamente, logrando así el máximo rendimiento»
Susana Odera, licenciada en psicología y directora del Centro Nuevo Tiempo
Querida mujer, preciosa sierva de Dios… no es difícil caer en la necesidad de “hacer” y “hacer”, en desmedro del “ser”…; ¡que mi desatino sea un ejemplo de aquello en lo que no hay que caer!
Aunque hubiera deseado no equivocarme, hoy puedo decir, con alegría y satisfacción, que detecto e ignoro fácilmente al villano que en otros tiempos me robó mis derechos y mi paz.