¿Por dónde empezar para entender los secretos más guardados en las familias donde hay abuso? Cada cultura, cada época, cada sociedad, cada religión, cada familia generan su propia comprensión de la niñez, de los maltratos, de los abusos sexuales y sobre todo de los agresores sexuales.

Ideas y teorías populares avanzan y retroceden, permanecen ocultas, pero siempre llenas de mitos y secretos. Entonces, se piensa que los abusos son hechos excepcionales, que es un problema de los barrios pobres, de las familias con consumos problemáticos.

Que las niñas y los niños son muy fantasiosos, que las iniciaciones sexuales son parte de ciertas culturas, que son problemas que se debe resolver dentro de la familia, dentro de las iglesias. Que, las madres saben y entregan a sus hijas, que las niñas provocan y los hombres “no son de fierro”, que los varones raramente son abusados, que los niños y las niñas olvidan rápidamente lo sucedido sin problemas.

¿Será que los abusos sexuales no producen daño? 

No es infrecuente escuchar que lo que daña al niño o a la niña son las reacciones de las personas adultas ante la develación de un abuso. Que, en realidad, no tienen conciencia plena de lo sucedido ni se avergüenzan por ello en la medida de que los demás no se enteren.

La realidad es muy distinta. Cualquier niño o niña que pasa por una situación traumática que sobrepasa su capacidad psíquica de elaboración, recurre a un mecanismo de defensa conocido como disociación. Este mecanismo que permite la supervivencia frente a los abusos y/o maltratos es el que produce serias escisiones en la personalidad.

Por otro lado, ¿cuánto puede un niño o una niña sostener esta situación? A veces por muchos años, otras por toda la vida, mucho más cuando devela la situación de abuso y no se le cree. Esto puede llevarlo a serios trastornos de la personalidad con un marcado empobrecimiento y bloqueo de las potencialidades al guardar por años el gran “secreto familiar”.

¿Quiénes son las víctimas?

Todas las investigaciones coinciden en que las víctimas, mayoritariamente, pertenecen al género femenino. Simón David Finkelhor (sociólogo estadounidense conocido por su investigación sobre el abuso sexual infantil y temas relacionados. Es director del Centro de Investigación de Delitos contra Niños) considera que una de cada tres mujeres ha sido o será abusada sexualmente por un miembro de la familia o algún allegado antes de cumplir los 18 años.

Otras investigaciones afirman que de un 25 a 35% de los varones adultos han sido abusados sexualmente en su niñez, pero los varones por cuestiones de género suelen hablar menos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 170 millones de niñas y 73 millones de niños de todo el mundo, son víctimas de abuso sexual.

La violencia sexual en las infancias ocurre en todas las clases sociales, en todas las religiones, en cualquier tipo de familia. Los perpetradores, siempre son personas cercanas a las víctimas: padres biológicos, abuelos, padrastros, otros familiares y/o personas cercanas tales como, profesores, líderes religiosos, entrenadores de deporte, etc. (Hablo en este artículo de los hombres como agresores sexuales, teniendo conocimiento de que existe un porcentaje mínimo de mujeres que también abusan sexualmente, principalmente a varones).

Cómo padres, madres, quienes cumplan esos roles, quienes tengan actividades con la niñez o como líderes de comunidades de fe, ¿qué necesitamos saber y/o hacer para prevenir o darse cuenta de que un niño o niña está pasando por una situación de abuso?

A simple vista, a veces no hay señales físicas que permitan identificar el problema, pero existen otros gestos que pueden darnos una pista de los que les puede estar sucediendo. Solo depende de lo dispuestos/as que estén a escuchar y sobre todo a creerles. Los niños y las niñas o adolescentes que develan un abuso sexual no mienten, no inventan.

(Reportaje al Colectivo Yo sí te creo en la Asociación Pablo Besson)

Los ofensores, agresores o perpetradores sexuales no tienen perfil ni características a reconocer previamente a un abuso. Lo más importante es hacer prevención, dar herramientas a los y las niñas para que rápidamente puedan reconocer el inicio de un proceso de abuso sobre su cuerpo, de parte quien sea.

No proteger a los abusadores, que van a negar siempre que han abusado y culpabilizar a las víctimas. Debemos ser parte del gran ejército de creerle a las víctimas y nunca estar del lado de los abusadores, porque eso nos convertiría en cómplices.

Amar realmente a la niñez es indispensable. Cuidarla es urgente.


Malena Manzato
Psicóloga Social-Especialista en Violencia Familiar. Directora de la Asociación Pablo Besson - Centro de Prevención y Asistencia en Violencia Familia -CABA. Dirección General de la Mujer Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Coordinadora del Programa de Asistencia a varones que han ejercido violencia - Miembro de la Iglesia Bautista de Constitución – CABA.