No te hablo de un corazón natural, sino de uno espiritual. Cuando nacimos, llegamos al mundo con un corazón natural, pleno de lo humano. Pero al ser hallados y tomados por Cristo, nos fue dado un corazón nuevo, conforme al corazón de Dios. Desde ese entonces, tenemos un corazón que cuidar, porque de allí fluye la vida.
Dios nos dio un corazón nuevo, y nosotros debemos cuidarlo. Muchas veces, creemos que el corazón es un órgano del cuerpo simplemente: pero no, no es solo un órgano, es lo más importante, “porque este determina el rumbo de tu vida”. Nuestro corazón es el lugar favorito de Dios. Allí es donde Él escogió habitar. ¿No te es fuerte leer esto? ¿No te mueve a querer cuidar tu corazón como el tesoro que es? ¡A Dios no le satisface ningún otro lugar que no sea nuestro corazón!
George Müller, un hombre que en un principio no tenía ninguna relación con Dios, un día se encontró cara a cara con su Salvador. Y desde ese primer encuentro, este hombre cuidó su corazón, lo cual lo llevó a ser un gran hombre de fe. Cuando conocemos el precio que Jesús tuvo que pagar en la cruz para salvarnos, ese corazón nuevo se vuelve lo más precioso para nosotros, porque ahora sabemos que Él vive en nuestro interior.
El apóstol Pablo declara en Romanos 6:13, NTV:
Al leer este versículo, vino a mí la voz de Dios y me dijo esto: “Cuando recibís una nueva vida, no hay vuelta atrás, porque mi amor borra todo el pasado”.
Cuando nos pasa como a Müller, nos encontramos cara a cara con Cristo. Él pone en nosotros un corazón nuevo, afinado al corazón de Dios. Por eso, de manera repentina, las cosas que antes hacíamos nos dejan de interesar; ya no nos da satisfacción alguna nuestra vida vieja, porque ahora recibimos su corazón, el cual aborrece el pecado. Ahora podemos decir lo que una vez Charles Spurgeon dijo: “Si Cristo murió para salvarme de mis pecados, yo no puedo jugar con el pecado que mató a mi mejor amigo”. Cuando la salvación que recibimos a través de Cristo se hace suficiente en nosotros, todas las demás cosas que enferman nuestro corazón pierden lugar; esa salvación llena para siempre nuestro corazón. El corazón de Jesús está completo en sí mismo, y ahora, ese corazón es el nuestro. ¡La salvación de Jesucristo basta!
Esa es la explicación de por qué no hay nada más precioso y valioso que Jesús para aquellos que, por gracia, somos llamados hijos. Es la razón por la cual nuestros corazones no se llenan con nada más que no sea la presencia de Dios. ¡Es que fuera de Él no hay nada! Nada se compara en la Tierra ni debajo de ella con la esencia magnífica de Jesús. No busques afuera algo que solo viene del cielo. Cuida tu corazón, porque de todas las cosas, esta es la más valiosa, pues allí habita el Rey eterno, que resucitó de los muertos. No le des otra cosa de comer a tu corazón que no sea Cristo, no lo ensucies, ya que lo que tu corazón coma, definirá el rumbo que va a tomar tu vida.
Cuídalo. Abrázalo.
En tu corazón habita el milagro del mundo.
“Las cosas terrenales no llenan un corazón que fue hecho para el cielo”. —C. S. Lewis