En el marco del retiro nacional de pastores “Argentina Oramos por Vos”, en Mar del Plata, Sebastian Liendo conversó con el pastor Affranchino sobre el origen del movimiento de intercesión por nuestro país y el concepto del Cuerpo de Cristo en la Iglesia.
La unidad como tema central
Bernardo: Argentina Oramos por Vos nace en el contexto de la crisis del 2001, como una necesidad de dar una respuesta a algo que sentíamos que el cielo estaba esperando desde acá. Entonces fue una respuesta en oración, pero también de unidad. Con los años, eso ha ido tomando diferentes formas. El trabajo de la unidad fue una marca de arranque; hoy es un tema central.
La construcción de la unidad es una obra del Espíritu. La Biblia declara que somos un Cuerpo en Cristo. Para mí, hay una primera capa de unidad, que es la que se confiesa. La declaración de “necesitamos construir la unidad”, según entiendo, se refiere al trabajo, el esfuerzo, la dedicación, construir los vínculos y demás.
En la Biblia, la unidad aparece más como una obra del Espíritu, y creo que el primer paso de la unidad es confesarlo. Vos tenés a Cristo en el corazón; nos podemos conocer mucho o poco, pero igual la pertenencia mutua está dada por una fuente que está más allá del convenio humano.
Si nosotros creemos eso, hay una segunda capa de la unidad que está sobre esa base confesional: caminar con el entendimiento de que el otro forma parte de mi vida. Por caminar con el otro no me refiero a estar de acuerdo en todo sino ir para el mismo lado.
Nosotros hemos caminado sobre esa base, sobre el concepto de “hay una Iglesia” que no piensa todo igual, pero que ama al mismo Rey, con integrantes que no hacen todas las cosas iguales, pero que creen en la salvación en Cristo. Hemos caminado en esa creencia; eso ha sido una marca.
El Cuerpo de Cristo como Iglesia
Seba: Cuando en Hechos se habla de la llenura del Espíritu, se nos dice que después lo que ocurre es que todos los hermanos empiezan a vivir juntos, a buscar cubrir la necesidad de los otros; venden cosas para ayudar a los demás, y así empieza una unidad genuina, que no prioriza la condición propia sino la del prójimo.
Bernardo: La historia de la Iglesia enmarca muchas ocasiones en que la coyuntura del momento demandó respuestas, y el haber podido darlas en un punto puso a prueba cuán real era este concepto: somos un Cuerpo. Tal vez, en el siglo XX, en medio de la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia cristiana alemana tuvo otro tipo de respuesta, porque el momento pedía otras cosas.
Creo que ahí hay un concepto: algo es real cuando se pasa de creerlo, pensarlo, reflexionarlo a que se active en cuestiones concretas, y ahí está un poco el eje. Fue una respuesta de unidad, porque el primer cuidado fue sobre los hermanos y se extendió. Así que creo que la unidad se tiene que traducir en algo palpable.
Seba: Sí, también forma parte de los mandamientos “Ama al Señor tu Dios sobre todo” y “ama a tu prójimo”. Dios decide ser el otro; de la forma en que decides amar al otro es cómo realmente estás amando a Dios, y viene a servirnos como un termómetro.
Nuestra realidad es la oración
Seba: Cuando la gente empieza a entender el Nuevo Pacto, comprende que Cristo ya no está más con su pueblo, sino que ahora Dios está en su Pueblo, y ya ha cambiado hasta la manera de orar.
Por eso también los discípulos decían: «¿Cómo vamos a orar?”. ¿Cómo entendemos la oración en el Nuevo Pacto? No comprendemos que hoy en día estamos en un pacto en el cual nuestra vida es una vida de gloria, y nuestra realidad, la oración.
Bernardo: La oración ha tenido en la Iglesia enfoques muy diversos; creo que hay una porción importante de la Iglesia que tiene la oración como opción para cuando no se puede hacer nada; es como decir que la oración no es mucho. Después, creo que hay otra porción de la Iglesia que considera la oración como un paño de lágrimas donde derrama algunos dolores y demás. Por supuesto que hay momentos cuando oramos quebrantados, y está bien.
Pero la pregunta es: ¿Qué me está llevando al altar de oración? Creo que eso es central. ¿Qué es lo que me está llevando a estar de rodillas delante de Dios? Tenemos una fe y una identidad en Cristo definidas.
Es una cuestión de identidad, de cultura, de vida cristiana. No somos gente que oramos; estamos inmersos en determinadas cosas que tienen que ver con nuestra identidad. Si logramos que eso sea realmente cultura e identidad en nosotros, solo quedará generar los espacios para organizarlo un poco.
Seba: Estamos atados a la voluntad de Dios; somos esclavos de su amor y también de su voluntad. Y al que está en Cristo, dice Romanos, todo lo ayuda para bien. Entonces, para muchas de esas preguntas que empiezan a surgir, yo estoy atado a una voluntad, porque Dios es el que decide en qué dirección oro.
¿Cómo llegar a Dios?
Bernardo: ¿Cuándo me encuentro con Dios y me entiendo con Él? Cuando hablo su mismo idioma. Entiendo que Dios habla en el idioma de la entrega; cuando hay que definir a Cristo, la palabra “entrega” en algún momento va a aparecer. Si yo hablo ese mismo idioma, me lo voy a encontrar.
Si voy por ahí, los riesgos de orar mal se achican, porque es difícil que esté orando para mi propio proceso, para mi propia conveniencia, para mi propio provecho.
Al fin de cuentas, puede ser que Dios esté buscando algo más profundo que simplemente el hecho de que yo me porte bien o que ore; procura generar ese contacto conmigo, y cuando entiendo eso, la posibilidad de orar solo por mi propia conveniencia se reduce.
El deseo para el futuro
Bernardo: Tengo un deseo inmediato y es que la Iglesia recupere ese sentido de trascendencia del momento y entienda la hora. Como Iglesia, se nos demanda recuperar la intercesión y la guerra espiritual, como en aquel 2001.
Creo en la intercesión como un valor muy fuerte en la oración y en la vida con Dios, y mirando hacia un futuro. Realmente quiero ver la manifestación del Reino de Dios en mi ciudad y en la nación.
Jesús solía hablarles a las ciudades como si fueran personas; creo que existe ese concepto en la Palabra y espero ver a mi ciudad volcarse a Dios, y que el resultado de eso no sea solamente el aumento de la membresía de las congregaciones, sino que el Evangelio signifique manifestación de Dios en los lugares donde se toman las decisiones —lo cual devenga en una toma de decisiones más sana— y se traduzca en manifestación del Reino de Dios en las áreas de la vida de la gente, comenzando por la educación, la salud y la familia.