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La ansiedad nos ensordece a la voz de Dios

En los últimos días, conversando con amigos que aprecio y, sobre todo, en quienes reconozco la sabiduría de Dios para la Iglesia, tratamos el asunto de la ansiedad y sus efectos en nuestro interior con respecto a la comunión con Dios. Este tema se ha vuelto más cotidiano en los últimos años y la Biblia no lo omite.

En repetidas ocasiones, la Escritura nos invita a descansar en Dios, a confiar en su bondad, a echar todas nuestras cargas en Él, a meditar en todo lo bueno, a conducir nuestros pensamientos en obediencia a Cristo, a cruzar el valle de sombra de muerte sin temor.

Sin embargo, en algún punto de nuestra vida, todos, de una forma u otra, hemos transitado momentos de ansiedad. Esas ocasiones en las que la incertidumbre, las preocupaciones, el exceso de futuro, el miedo a lo que vendrá, el afán por cumplir las expectativas incorrectas o, quizás, el perfeccionismo nos absorben de tal manera que bloquean en nuestros pensamientos todo lo que Dios ha dicho en su Palabra.

La ansiedad es una batalla en la mente que pinta constantemente cuadros fatalistas acerca de nuestros días, llevándonos a perder todo disfrute. Ahora bien, necesitamos identificarla sin condenación y salir de ella sostenidos por la gracia, la verdad y el amor de nuestro Padre eterno.

Cada vez que la ansiedad encuentra un lugar en nuestros corazones, nos coloca en una posición de desconfianza, queja, miedo, zozobra, ensimismamiento, emociones que nos hacen pensar que Dios está muy lejos y que su voz no está presente.

En realidad, no es que Dios deje de hablarnos, sino que nosotros nos sometemos a la voz incorrecta, posicionándonos en un lugar de culpabilidad, conmiseración, incomprensión, terror y fatalismo.

Acerca de esto, el libro de Proverbios nos dice: “La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, pero la buena palabra lo alegra” (Proverbios 12:25, NBV). Desde la cosmovisión de la ansiedad, no es posible confiar plenamente en Dios, y si nosotros abrazamos esta idea caída, permaneceremos en estados de tristeza, depresión y desesperanza. Este sentimiento de temor nos hace a un lado, nos avergüenza, limitando nuestra capacidad de buscar ayuda y refugio en los ambientes y personas que Dios ha provisto para tal fin; nos aísla de aquellos que pueden obrar con gracia y acompañarnos mediante consejos llenos de vida.

En las cartas del apóstol Pedro, encontramos una porción maravillosa que nos deja ver cómo en los días de la primera Iglesia, la ansiedad no les fue ajena, sino que tuvieron que lidiar con ella: “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo, echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes” (1 Pedro 5:6-7, RVR60).

Cada día de nuestra vida necesitamos ver cómo la Escritura es la expresión más nítida y fiel de la voz de Dios a nuestros corazones, y abrazarla de tal forma que podamos, por la fe, encontrar los pensamientos de Dios como la única realidad para sus hijos. El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, nos invita a humillarnos bajo la poderosa mano de Dios: una posición de confianza absoluta, el lugar más seguro en el cual podemos comprobar que no hay nada presente ni futuro que antes de llegar a nosotros no haya pasado por el filtro del poder y la soberanía de Dios y, aun cuando llegue a nosotros, seremos fortalecidos y afirmados por su asombroso cuidado. 

El panorama es claro: no estamos exentos de librar batallas contra la ansiedad en nuestros días en la Tierra; no somos los únicos que en ocasiones sentimos temor o preocupación. Sin embargo, cuando echamos estos sentimientos sobre nuestro Señor y permitimos que la realidad de Dios nos gobierne, dando el debido lugar a su voz, reconociendo su soberanía, nos abrimos paso a una vida de humildad, donde sin miedo podemos mostrarnos débiles y vulnerables, en plena confianza, afirmando desde adentro que en todo tiempo “Él tiene cuidado de nosotros”.

Vanessa Carvallo
Vanessa Carvallo
Licenciada en ciencias económicas y sociales. Casada con Santiago Ibarra. Desde hace 3 años viven en San Juan del Río, México, pastoreando la congregación de Cristo tu haces Todo nuevo en este país. Igualmente coordina diferentes equipos de alabanza por medio de la plataforma de entrenamiento ENTRENACIONES, de la red Unge Internacional.

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