La Corriente entrevistó al teólogo y comentarista español Samuel Pérez Millos, autor de más de treinta obras de teología y estudios bíblicos, conferenciante internacional y consultor adjunto de la Editorial CLIE en el área de lenguas bíblicas.

LC: ¿Debemos fomentar el estudio y la capacitación del pueblo latinoamericano en la Palabra del Señor para tener otra interpretación?

SPM: Bueno, eso es enormemente importante. Y yo tengo un reto, un desafío, que de alguna manera se va a ir cumpliendo poco a poco. Y es tener teólogos, maestros, pensadores hispanoamericanos que no dependan tanto de la teología sajona.

LC: ¿Cómo hizo para pasar de ser un simple lector devocional a ser un exégeta de la Palabra?

SPM: Bueno, yo tendría que contarte de una larga trayectoria bíblica para que puedas entender qué sucedió. Simplemente te diré que yo soy la quinta generación de evangélicos en España, y hablar de quinta generación en ese país es hablar de un caso sumamente excepcional.

Nací en un hogar cristiano. Mi abuelo materno estuvo veinticinco años dedicado a tiempo completo, encima en la época de mayor persecución evangélica del tiempo moderno en España, y se dedicaba a llevar Biblias por todo el país en su bicicleta. Además, mi padre fue por un tiempo miembro del concejo de la Primera Iglesia Evangélica en Vigo, la misma iglesia que yo estoy pastoreando.

Así que podría decir que Dios puso a mi lado, desde niño, personas que me orientaron e hicieron despertar en mí el interés por la Biblia. No solo para leerla, sino para estudiarla. Incluso, uno de los pastores de la iglesia nos daba todos los domingos, luego del culto, una clase bíblica solamente para jóvenes. Pero no una clase bíblica de escuelita dominical, era una clase bíblica a fondo.

Con el paso del tiempo yo seguí desarrollando un profundo interés por el estudio bíblico.

Hasta que llegó a Vigo, de una manera muy especial, el doctor Francisco Lacueva y el Concejo del Seminario le pidió que se hiciera cargo del Seminario para elevarle el nivel. La pregunta del doctor Lacueva fue “¿qué quieren? ¿un seminario o una escuelita bíblica? Porque escuelita bíblica ya tienen”.

Claro, nosotros queríamos un seminario. Entonces ofreció mostrarnos un programa de cinco años para alcanzar el título de licenciatura en teología. Quince días después no reunimos para ver el programa, él había traído el de la Escuela Pontificia de Salamanca, a excpeción de Mariología y Derecho Canónico.

Él nos dijo “no voy a perder el tiempo en un seminario común, yo quiero un nivel elevado”. Así que comenzamos y se abrió la matrícula a la que se inscribieron ciento treinta alumnos.

LC: Un muy buen comienzo y elevada la cantidad de alumnos…

SPM: Si, y el segundo año la matrícula fue de sesenta personas. Pero el tercer año bajó a treinta y, en el cuarto año, cuando fui a matricularme la secretaria me dijo “mira que estás tú solo”. Es que el nivel era tan elevado que en el camino cayeron todos. Entonces yo fui a hablar con él para decirle que sentía mucho que mi estancia allí hubiera terminado pues estaba yo solo en cuarto y Lacueva me dijo “con que haya uno a mí me alcanza”.

Entonces me matriculé y él les dijo a los profesores que, para que no perdieran el tiempo con una sola persona, se hacía cargo de todas mis materias de cuarto y quinto. De modo que yo entraba a las cinco de la tarde en el seminario y salía a las diez de la noche solo con el doctor Lacueva durante dos años. Este hombre hizo girar 180 grados mi pensamiento y reflexión, liberándome de una serie de asuntos que las escuelas teológicas y los grupos denominacionales analizan a la luz de sus propias creencias.

Una de las prioridades del seminario era la preparación en lenguas bíblicas desde primer año. Así que me matriculé en hebreo y griego en el primer año. Pero un día Lacueva me encontró en el pasillo y me preguntó qué idioma bíblico había escogido. Le dije que los dos, él me respondió “los dos no, solo uno, porque no se puede con los dos”. Pero yo quería toda la Biblia. Así que me recomendó griego porque la Septuaginta (primera traducción del Antiguo Testamento al griego) valía para el Antiguo. De modo que me hizo estudiar griego a fondo durante cinco años. Todo esto ha sido una enorme bendición.

Después de terminar la licenciatura hice dos especialidades, una en Cristología y otra en Espiritualidad Trinitaria. Ambas me las dio él. Eran sus dos tesis doctorales, porque tenía dos doctorados, era un hombre de un inmenso saber.

Recuerdo que había algunas ocasiones en las que yo le decía “¡eh! ¡estoy aquí!”. Porque él estaba navegando en otra dimensión. Todavía conservo de él no menos de 2000 páginas de notas de cristología.

LC: ¿Y cuándo dejó de ser un estudioso para ser también un escritor?

SPM: Bueno, eso fue un desafío de Lacueva. Yo terminé y me pusieron de profesor en algunas materias bíblicas en el seminario. Le dije a Lacueva que estaba analizando el libro de Josué y que encontraba muchos errores de bulto (error por demás obvios) en los comentarios que había en la biblioteca.

“¿Y el error de bulto se repite?”, me preguntó, a lo que yo respondí que sí. Su explicación fue que los comentaristas bíblicos son como esponjas que chupan de otros y exprimen el agua, pero de esponja que chupe agua natural quedaba muy poco o nada.

Y efectivamente, todos ellos se estaban copiando asuntos que eran pura tradición, así que me recomendó que investigara yo. Así que estuve investigando Josué durante cuatro años y escribí el comentario a Josué que ahora sale de nuevo reeditado por la Editorial Clie. Es un libro de 1200 páginas sobre Josué texto a texto.

Cuando el doctor Lacueva vio el texto me dijo “dedícate a dejar escrito lo que tú piensas sobre estas cosas”. Luego se sumó el desafío de Editorial Clie para el Diccionario Exegético Griego – Castellano que se ha terminado.

Si cualquier editorial evangélica me pidiera hoy que escribiera un comentario como este le diría que están locos, ¡ni hablar! A ese comentario yo vengo luego de unos diez años de estar metido en el texto griego permanentemente y fue tremendo el desafío de hacer un análisis gramatical palabra por palabra de todo el Nuevo Testamento.

Eso me ha permitido, además, confirmar ideas que tenía y eliminar cosas que no correspondían. Ahora mismo estoy trabajando en una sistemática de nueve volúmenes y el primero, que es Cristología, saldrá en este próximo año y también es un libro bastante gordito.

LC: La gente escoge su versión bíblica según su grado de comprensibilidad cuando la calidad de una versión no está asociada a esto sino a su cercanía con el texto original. Una mala versión lleva a que haya muchas falsas interpretaciones ¿Usted puede recomendar una versión bíblica o dos a los lectores de La Corriente?

SPM: Yo voy a recomendar cinco versiones bíblicas selectas. Pero déjame hacer un paréntesis. Es que hay un problema que yo creo que en cierta medida procede del enemigo de la vida cristiana y de las Escrituras. Es que, mientras nos peleamos por las versiones, no leemos la Biblia.

Y cuando ya la pelea por las versiones va decayendo porque ya la gente está cansada de eso y porque además no hay técnicos que puedan definirlo, pasamos a otro nivel y nos peleamos. En realidad, se pelean, yo no me peleo por nada.

Pero la discusión es por códices (manuscrito antiguo o medioeval realizado sobre cuero y encuadernado en forma de libro) de textos griegos del Nuevo Testamento.

Que si el Sinaítico, que si el Alejandrino… pero ¿qué sabe la gente de eso? Luego, para otros el máximo exponente de la Biblia es el Receptus (primera compilación moderna de textos griegos del Nuevo Testamento realizada por Erasmo de Rotterdam y culminada en 1516. Fue la fuente para la primera traducción protestante hecha por Martín Lutero) y no podemos olvidar que este tiene muchos errores. Está compilado a partir de manuscritos minúsculos del siglo IV el más antiguo.

Ahora, versiones que están vinculadas al texto griego. Reina Valera 60 es la tradicional Reina Valera y está vinculada al Receptus, por lo tanto, tiene algunas cositas. Pero, por favor que no me vayan a poner fuera de contexto -se reíe-. La Reina Valera algunas cositas que hay que corregir porque hay interpolaciones y mil cosas que están en el Receptus.

Otra buenísima versión para mí es Nueva Versión Internacional (NVI) a pesar de que algunos dicen cosas muy extrañas como que niega un poco la deidad de Cristo ya que en el himno de 1 de Timoteo dice “él se manifestó como hombre” en lugar de “Dios fue manifestado en carne” (1 de Timoteo 3:16) y es que lo que hay en el texto griego es un pronombre personal ahí. El sujeto está mucho más atrás.

También Biblia de las Américas, que tiene un sentido fantástico de lo que es honestidad poniendo en cursiva todas las palabras que están añadidas pero que son necesarias en la traducción del texto. También Nueva Versión Textual o Versión Textual que es enormemente fiel al texto griego de modo que ya tenemos cuatro evangélicas y voy a dar una católica extraordinaria, la Biblia Cantera Iglesia.

LC: Pensé que iba a decir La Biblia de Jerusalén…

SPM: ¡La Biblia de Jerusalén es fantástica! Sobre todo para Antiguo Testamento, con énfasis en los Salmos. Pero Cantera Iglesias es una Biblia mucho más moderna, más dinámica y, para ser sincero, no sé cómo la Iglesia católica ha permitido que se imprima con las notas que tiene. Una de las notas dice que, con la Biblia en la mano, es imposible demostrar que los hermanos de Jesús no eran hijos de María.

Bueno ya tenemos cinco versiones muy buenas que todo estudiante, pastor o predicador debiera tener a su alcance.

LC: ¿Cómo enseñar que no existe riesgo en saltar del mundo devocional al mundo de la exégesis y que la teología no es riesgosa? ¿Cómo incitar al pueblo evangélico para que entienda que la Biblia también se piensa?

SPM: Yo le pondría el ejemplo supremo de exégesis que es el de Cristo en el Sermón de la Montaña. Ahí Él, como predicador modelo, comienza con una exposición bíblica. Hace primeramente una introducción para llamar la atención del auditorio: “Bienaventurados los que lloran…” (Mateo 5:4, RVR1960). Pero cómo puede este hombre decir esto. Ahí hay una introducción de gancho.

Luego pasa a abrir la Biblia y dice “Oísteis que fue dicho (…) más yo os digo…”, y hay una exposición de texto, una exégesis textual de primer nivel. Finalmente, sobre todo en el capítulo 7, hace la aplicación del mensaje para que todos reaccionen y respondan. Por tanto, hay que enseñar a los creyentes que, si la Biblia no se estudia, no se puede vivir. La Biblia no es un libro para saber más de ella, es para vivir conforme a ella.

Desde mi punto de vista la Biblia está desapareciendo del púlpito de muchas iglesias. Hay creyentes de iglesias, más o menos numerosas, que no oyeron en su vida una exposición a Levítico. Si no sabes Levítico, no entiendes Levítico, no reflexionas sobre Levítico, no entiendes Hebreos.

Cuando no se descubre la realidad de una panorámica bíblica no se puede entender el mensaje. Si no se ve la Biblia en conjunto, no se puede entender el mensaje. Así evitaríamos hablar de cuatro evangelios distintos, dejaríamos de exigir siete dispensaciones. Yo soy dispensacional, no dispensacionalista.

LC: ¿Cuál es la diferencia entre dispensacional y dispensacionalista?

SPM: Dispensacional es una hermenéutica y dispensacionalista es una teología. Si le preguntas a estudiantes de seminario cuántas dispensaciones hay te dirán siete, seis, doce. Pero realmente en la Biblia hay tres dispensaciones: la dispensación del Padre, Antiguo Testamento; la dispensación del Hijo, desde el nacimiento de Cristo hasta Pentecostés; y la dispensación del Espíritu, desde Pentecostés hasta cielo nuevo y tierra nueva.

Por tanto, hay que darle a la gente una panorámica bíblica completa. Tenemos que volver a un púlpito que lleve a la gente a la Biblia. No hay avivamiento posible que no sea por el Espíritu Santo aplicando la Biblia. Si no hay eso, no hay avivamiento.

-NO TE PIERDAS LA SEGUNDA PARTE DE ESTA ENTREVISTA, SE PUBLICA EL PRÓXIMO SÁBADO 2 DE ENERO-