Hay tiempos indescriptibles de silencio, donde por gracia de Dios comienza a humillarse nuestro intelecto. No te resistas si hoy Él quiere hablar directo a tu corazón.
Los discípulos deben haber visto muchas veces a Jesús en silencio, contemplando los cielos o cerrando los ojos. Respirando el aire fresco del Monte de los Olivos. Hace unos meses lo conocí así.
Nuestros Evangelios registran un punto y aparte, pero tal vez fueron horas, ¿podés imaginar los ojos de nuestro Maestro, fijos durante largas horas mirando a las aves del cielo, antes de comenzar a decir “Consideren las aves…”? El espacio donde Él calla y examina, nos transforma.
En ese lugar donde veo a mi Jesús contemplar, profundizo nuestra relación de corazón a corazón, no de mente a mente. Y visitando seguido ese lugar es que comencé a descubrir su plan escondido: “derribar el ídolo que levanté en mi intelecto”.
Sin darnos cuenta muchas veces enaltecemos el pensamiento racional por sobre la experiencia. Conocer sobre Él se vuelve de a poco más importante, que solo compartir momentos. El silencio de Jesús te puede estar librando de alabarte a vos mismo, contémplalo y recibí ese amor. Repito: “de corazón a corazón, no de mente a mente”.
Y no es que Él no quiera darnos su mente, sino que a veces conviene que el orden sea inverso. Primero el corazón, y luego el pensamiento externo, que se va a revestir de esa sabiduría humilde, incorruptible. Hay otro tesoro que descubrí en medio de ese tiempo de contemplación en silencio…
“La palabra para el corazón es VERBO”
A veces no es que Él haya callado, sino que quiere hablar de otro modo. Muchas veces es nuestra expectativa sobre cómo vamos a oír la voz de Dios es lo que entorpece nuestra comunicación con Él.
Los escenarios posibles: pienso que una voz del cielo debería ser la que me diga al oído el próximo paso que tengo que dar. Me parece que dos ángeles deberían mostrar la foto de la persona con la que me voy a casar y decirme su nombre y el día que eso va a ocurrir. Porque algún día lo hizo así con otros, debería hacerlo también conmigo…
¿Y la belleza de la multiformidad?
Qué tal si Dios habla en lo íntimo a tu corazón, y su susurro no es una palabra comprensible… sino un impulso de ir y predicar a esa persona, de regalar el perfume que amabas, de abrazar al que murmuró en tu contra. ¿Podrías tolerarlo? Dejarte llevar por ese impulso sin que lo filtre tu intelecto.
Hay tiempos y un nivel de intimidad donde es necesario que el Espíritu susurre a tu corazón, y en ese momento debes humillar la mente bajo su poderosa voz.
El poder de haber pasado minutos, horas, contemplando a Jesús, aún sin palabras ni explicaciones es que (¡¡Bienaventurado!!) estabas siendo transformado a Su imagen. Te comparto una oración:
Hoy humillo mi mente delante de tu corazón; Tu nombre es más alto que este ídolo llamado intelecto. Mi amado vos contemplas los cielos; había olvidado la calidez de tus silencios. Vine para escucharte hablar, las maravillas que otros me contaron, pero solo verte me transforma y me está librando de enaltecerme en el conocimiento. De repente me complace lo inexplicable que este momento es. Voy a seguir mirándote mientras se derrumba la lógica, eres el Logos, yo quiero tu corazón. Soltar el ídolo de la mente, descanso en la fidelidad de Aquel a quien he oído. Tiempos indescriptibles de silencio, que obligan a la humillación del intelecto. Rindo mi mente, a ti Dios.