Oían todo esto los fariseos, a quienes les encantaba el dinero, y se burlaban de Jesús. Él les dijo: «Ustedes se hacen los buenos ante la gente, pero Dios conoce sus corazones. Dense cuenta de que aquello que la gente tiene en gran estima es detestable delante de Dios.” Lucas‬ 16:13-15‬ (NVI)‬‬‬‬‬‬‬‬

Cuando llegamos a Jesús no solemos desprendernos de todos los vicios de este mundo. A veces escondemos áreas de nuestra vida que no queremos dar a Jesús, y esto se convierte en un límite. Lo más difícil para el cristiano es entender hasta dónde la cultura de este mundo tiene atrapada su vida. Porque podemos conocer a Jesús, y aun así arrastrar elementos de nuestra vieja manera de vivir. 

Es aún más complejo cuando abordamos las intenciones del corazón. Porque, ¿quién puede conocerlas sino nosotros mismos y Dios?

Esta escena de Jesús aborda un tema crucial que nos ayuda entender que Dios no estima lo mismo que estimamos los seres humanos. Nuestra tabla de valores está muy devaluada, y nos cuesta aún ver lo que es correcto para nuestro corazón. Por eso, quiero dejarte tres asuntos muy cotidianos que necesitan que tengamos una perspectiva divina.

Avaricia por el dinero

El contexto en el que Jesús habló sobre lo que resulta detestable para Dios fue una llamada de atención sobre el amor al dinero. No solo los fariseos de ese tiempo tenían este drama. Jesús advirtió de esta cuestión de manera general, porque sabe que nuestro corazón es fácil de inclinar hacia lo que el enemigo usa para pervertirnos. 

El dinero tiene la capacidad de suplir nuestras necesidades materiales, y para Dios no es un problema en sí mismo. Es más, Él sabe que necesitamos recursos para vivir la vida. Ahora bien, el problema más grande con el dinero viene porque puede ocupar el lugar incorrecto. El Señor llegó a decir que éste puede tomar el lugar de Dios en nuestro corazón (Mateo 6:24).

Debemos ser sinceros: el mundo anda enloquecido detrás del dinero. Y con buenos argumentos. Los problemas económicos que los países viven afectan muchas veces nuestros intereses personales.

“Pero, aún en medio del caos, los hijos de Dios no podemos abrigar las inseguridades que afectan a las personas de nuestro entorno”.

Pero, ¿cómo debería ser nuestra actitud ante el dinero y los bienes materiales? El apóstol Pablo afirmó que si Dios nos dio a Cristo, junto con Él nos dio “todas las cosas” (Romanos‬ 8:32‬). En base a esto entendemos que una conducta correcta ante el dinero es tener confianza plena en la provisión de Dios. El cristiano quien confía en un Padre bueno, que es proveedor. ¡Es que en Jesús nos dio todo! Por eso, seguir a Jesús es poner nuestra absoluta confianza en sus manos, sin importar la circunstancia que nos toque atravesar.

Cuando vivimos preocupados por la ropa, la comida, y todo lo vinculado a nuestras necesidades materiales, le estamos diciendo a Dios que no confiamos en Él lo suficiente como para ver su mano proveedora. Por eso, y en segundo lugar, el contentamiento es una actitud clave hacia los bienes materiales. Esto significa alegrarnos en cada etapa en la que Dios nos permite vivir. Como lo dice el escritor de Hebreos: “Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré»”. Hebreos 13:5 (NVI)

Ambición por el poder

Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor…Mateo‬ 20:26‬ (NVI)‬‬‬

Otro de los grandes asuntos que el ser humano tiene en alta estima es ser poderoso. Es muy normal encontrar que no solo en el mundo esto sucede, sino desgraciadamente dentro de nuestras comunidades de fe. Cuando un cristiano tiene el foco puesto en un lugar por el poder que allí tendrá sobre otras personas, pierde de foco un aspecto esencial de la vida cristiana: Jesús no vino a ser servido, sino a servir. Y nosotros, como sus discípulos, estamos llamados al mismo camino (Mateo 20:28).

El poder y la autoridad, en Cristo, llegan a causa de nuestra vida de servicio a los demás. Esto es difícil de comprender cuando nuestra mente está empapada de la cultura de este mundo, pero en el Reino para ser primeros, necesitamos ser últimos. No puede existir entre nosotros esa ambición por escalar a posiciones de autoridad, sino que deberíamos tener ambición de servir más a los demás.

Esto nos lleva al problema de las motivaciones de nuestro corazón. ¿Qué nos motiva a liderar, a ser jefes, a estar en una posición de autoridad? Si nuestras motivaciones son incorrectas, los resultados del empleo de nuestra autoridad serán terribles.

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Afán por reconocimiento

Como parte de su enseñanza Jesús decía: —Tengan cuidado de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y que los saluden en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes. Marcos‬ 12:38-39‬ (NVI)‬‬‬

Jesús apuntó a los religiosos de su época por buscar reconocimiento constantemente. Eran amantes de las apariencias, pero en lo profundo no tenían nada sólido para ofrecer. Pero este problema va más allá de los religiosos, y afecta a gran parte de la humanidad.

El ser humano va por la vida en busca de aprobación y reconocimiento. Este asunto es uno de los más profundos del corazón, y tiene su origen en las roturas familiares y los desastres sociales. Desde el inicio de nuestra vida el rechazo nos marca y condiciona, en menor o mayor medida, impidiéndonos relacionarnos sanamente con los demás. En esto, querer ser reconocidos viene a ser casi como una adicción que suple la necesidad de afecto que tenemos.

El cristiano, en cambio, está llamado a honrar a los demás, pero no buscar honor para sí. Lo que nos vuelve honorables es poder ser una plataforma para la promoción de otros, sin esperar nada a cambio. Cuando nuestro corazón está puesto en servir y promocionar a los demás, es imposible no ser reconocidos. El reconocimiento del cielo y el amor del Padre debería ser nuestra más alta aspiración. Porque Dios estima a quienes prefieren ser aplaudidos por Él, antes que por la humanidad.

En conclusión, que nuestro corazón pueda ser encontrado estimando lo que Dios estima, y detestando lo que Él detesta. Si esto sucede, el cielo encontrará la vía libre para manifestarse a través de nosotros.

David Decena
Pastor junto a su esposa, Abigail, de Victory Church (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.