¿Pueden, las pantallas, ser un recurso y al mismo tiempo hacerme daño? ¿Cómo sé si mis desánimos y ansiedad no tienen que ver con esto?
Es muy interesante que estamos cuestionándonos este asunto, mientras lees esta nota a través de una pantalla, ¿no te parece? Aclaro que yo también la estoy escribiendo desde una de ellas. Así de contradictorio es este tema; es más, esto que te cuento me pasó a mí también.
Con mi esposa pastoreamos adolescentes y jóvenes, y ni bien arrancó la cuarentena llenamos nuestros espacios de contenido. Vivos todos los días, con distintos formatos, protagonistas, objetivos y colores. Pero promediando la mitad del año colapsamos, sí a los pastores también nos pasa esto, aunque algunas veces nos esforzamos por disimularlo. Y, lo que te voy a contar, surge de lo que aprendimos como consecuencia de esto.
Seguramente tú como nosotros ya estabas en las redes, pero la cuarentena , esta eterna que se vivió en nuestro país, hizo que la permanencia frente a las pantallas fuera el doble o el triple de lo que ya lo hacíamos.
Eso dio golpes en lugares clave, algunos son muy evidentes pero otros no tanto. Por ejemplo el sueño: está comprobadísimo que el descanso afecta directamente la forma en la que voy a rendir mañana.
Es obvio que si no duermo, al día siguiente en la clase me la pase cabeceando u “orando por todos los hermanos/as”, para hacerla más espiritual. Pero no es tan obvio cómo nos afecta al humor. A veces pienso que simplemente tengo un mal día, cuando lo real es que me la pasé “ladrando” a todo el mundo porque mi tolerancia es nula, gracias a que estoy cansadísimo/a.
Otro golpe fuerte, y más disimulado, es el que te da con la frustración. Las redes, en especial Instagram, te muestran la vida perfecta de todo el mundo. Es justo en ese momento cuando entiendes que todos/as tienen una súper vida perfecta, menos vos, claro. Fotos geniales, buenas fiestas, súper amigos, grandes historias de amor, etc.
Entonces miras tus fotos, que estuviste sacándote siete horas seguidas para conseguir una potable, que la que subiste y no solo no te gustó, sino que juntó, contando a tu tía que está aprendiendo a usar esto, solo 15 likes. Ahí es cuando compruebas que todo el mundo la pasa genial menos vos. Ni hablar si tienes problemas en casa, una familia disfuncional o un hermano con el que la relación se volvió bastante difícil.
Tengo que decir que este fue el que más nos pegó a nosotros, creo. Comenzamos a sentir que lo que hacíamos estaba mal, que era un fracaso, que no servía para nada o que no ayudaba a nadie. Nos empezamos a cuestionar todo lo que se te ocurra. Eso nos provocó un bajón anímico muy grande y la llegada de la tan odiada ansiedad.
Esta es como una especie de bomba que se activa en tu mente y que cuando detona hace muchísimo daño. Al punto que después pasamos mucho tiempo arreglando los perjuicios que te provoca. En cierto aspecto tiene un rasgo parecido al HIV. Esta enfermedad tardó en descubrirse porque lo que hacía era afectar a tu sistema de defensa. Entonces las personas morían por enfermedades comunes, sin saber que lo que las debilitaba en realidad era este virus.
Lo mismo pasa en lo emocional con el exceso de pantallas. Genera una frustración tan grande …
Un sentimiento que da lugar a la ansiedad y trabajan juntas para hacerte sentir que el problema es tu vida, cómo la estás llevando y la forma en la que estás haciendo las cosas. Sin poder identificar que lo que te está debilitando son justamente estos pensamientos que vienen como consecuencia de tanto uso de las pantallas.
Cuando a nosotros nos pasó esto dijimos basta, y te lo cuento porque tal vez te sirva.
Bueno, debo decir que llegué al límite de palabras para esta nota, y también que se están cumpliendo varias horas delante de la pantalla, así que me voy a descansar de las pantallas ¿La seguimos en la próxima nota, y te cuento lo que hicimos con mi esposa para poder recuperarnos de todo esto? ¡Hasta la próxima!