En nuestra generación es muy recurrente el error de caer en la batalla por alcanzar los estándares, por estar a la vanguardia, por “encajar”; sin embargo, ese proceso puede llegar a ser agotador.

Alguna vez alguien dijo “así como hay personas que terminan una carrera en cuatro años, hay otros que la terminan en seis. Así como algunos llegan a los 25 casados, hay otros que encuentran el amor a los 30”. Y me gustaría empezar este artículo invitándote a pensar en eso y preguntándote ¿cuál es la presión que te estás imponiendo?

La presión que sentimos muchas veces es parte de un proceso involuntario, quizás la compañía que tenemos, los vínculos que hicimos a lo largo de los años o los comentarios de nuestros padres y líderes desencadenan en un peso que cargamos y que toma tiempo soltarlo.

Es muy fácil decirle a alguien “no te presiones”, pero lo difícil es que esa persona pueda identificar qué es lo que le está generando presión, y esa es la clave.

En la epístola a los Gálatas 5:1, el apóstol Pablo escribe: «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud».

Cuando miramos en el contexto, Pablo se encuentra con que los miembros de la iglesia están optando por volver a la obediencia de ritos y preceptos de la ley, después de haber experimentado la libertad por medio de Cristo. Si lo pensamos teniendo en cuenta el tema de las presiones, muchas de ellas vienen a distraernos y a desenfocarnos de Cristo. Nos impiden avanzar, nos retrasan. 

“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad”, no solo en el sentido de la esclavitud del pecado, de la ley, es una libertad que abarca todas las áreas de nuestra vida.

¡Qué bien se siente andar ligero! Con poco equipaje, livianito.

Creo que el desafío es aceptar que las presiones solo nos las podemos sacar nosotros, siendo conscientes de que somos individuos con un proceso particular, con un ritmo único, con una forma de hacer las cosas que nos diferencia de los demás.

Pero sumado a esta idea, nos encontramos con que el deseo de Dios es que vivamos sin presiones, y a través de Cristo lo demostró siendo Él quien tomó la iniciativa de salvarnos, de amarnos, de liberarnos. 

¿Te imaginas si además de las presiones de la vida tuviésemos que vivir pendientes de si Dios nos ama o no? Es un alivio la certeza de que nos ama.

Independientemente de tu edad, de tu rol en la sociedad, seguramente estás bajo presiones, y este artículo es para invitarte a soltar, a evaluarte y poder identificar las cosas que te están inmovilizando, preocupando y hasta, quizás, quitando el sueño.

Sacate esa mochila que te pusiste.

Sé vos.
Viajá ligero.