“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas”, 1 Pedro 4:10. ¿Cuál es mi propósito? ¿Para qué estoy aquí en la tierra?
Tener este tipo de dudas es algo completamente normal, incluso creo que preguntarnos esto es la mayor demostración de que existe un Dios que puso este deseo de “algo más” dentro nuestro y que no somos un accidente cósmico simplemente viviendo la vida hasta que partamos de aquí.
Muchas veces complicamos mucho el hecho de encontrar nuestro propósito y lo convertimos en algo muy místico o muy complejo. Personalmente creo que encontrar nuestro propósito de vida puede ser mucho más fácil de lo que pensamos.
Lo primero es entender que el servicio es la base de todos los propósitos que Dios tiene. No importa si tu interés es ser un doctor, abogado, ingeniero, pastor o empresario, todos tienen al servicio como la base de su propósito.
Por ejemplo, una marca de indumentaria busca servir a la gente con los mejores y más cómodos zapatos y ropas, mientras que una empresa de tecnología busca hacer para la gente más fácil el proceso de su trabajo. El problema está cuando queremos construir una empresa, una iglesia o nuestro llamado sin la base de servir a la gente y ayudar a alguien más.
El servicio debe ser la base de todo. Empieza a servir y empezarás a vivir. Cuando priorizamos el servicio a los demás en nuestras vidas, automáticamente, sin darnos cuenta, empezamos a encontrar el propósito que Dios tiene para nosotros.
“Porque ni aún el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”, Marcos 10:45.
Jesús, siendo Rey de reyes y Señor de señores, vino a servir y dar su vida por nosotros. ¡Cuánto más aún nosotros deberíamos adoptar este estilo de vida! El error más grande que podemos cometer es querer construir nuestros nombres y nuestra reputación a expensas de los demás, es ahí cuando caemos en un ciclo de continuo vacío y tristeza.
No necesitas que caiga del cielo un mensaje o que se te aparezca un ángel para saber tu propósito, simplemente empieza a servir a los que tienes a tu lado y ya estás haciendo el 90% de tu propósito y el otro 10% Dios te direccionará con el tiempo.
El servicio precede al propósito. Servir es ayudar, levantar, animar, motivar, dar, prestar y servir. Es dar la vida por el otro, es ponerte último y dejar a los demás primero. Cuando nos humillamos y servimos, Dios nos exalta y nos muestra el camino de nuestro llamado. El propósito no es difícil de encontrar, sino más bien hay que trabajarlo.
Hoy te animo a que si estás viendo una necesidad en tu ciudad, en tu barrio, en tu trabajo o en tu iglesia, hagas la milla extra sin que nadie te lo pida, y ¡sirve!
“Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me alojaron en sus casas; estuve desnudo y me vistieron; enfermo y en prisión, y me visitaron. Y los justos me preguntarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos en casa, o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en prisión y te visitamos? Yo, el Rey, les responderé: Todo lo que hicieron a mis hermanos necesitados a mí me lo hicieron”, Mateo 25:35-40.
Jesús viene a buscar a aquellos que están con las manos ocupadas de tanto dar, ayudar y servir.