Las metas son un tema recurrente cada principio de año. Son amadas por muchas, temidas por otras y material para innumerables chistes y memes que se comparten por las redes sociales. ¿Cuál es tu relación con ellas?
Estos objetivos son una manera de expresar concretamente lo que queremos lograr o alcanzar. Pueden ser una herramienta efectiva para mantenernos enfocadas. Pero para que cumplan su función y no frustrarnos, necesitamos ser honestas con nosotras mismas en cuanto a qué queremos alcanzar y a dónde queremos llegar.
No debemos pensar que se trata siempre de cosas muy espectaculares, cualquier cambio o paso que quieras dar para mejorar tu vida puede marcarte una meta: incorporar un buen hábito, capacitarte en algún tema específico, mejorar tu manera de relacionarte con los demás, adquirir un bien material. Todo esto y mucho más son objetivos para los cuales necesitamos un plan de acción para alcanzarlos.
Las metas nos especifican el objetivo al que queremos llegar y nos mantienen enfocadas, pero necesitamos poner manos a la obra para alcanzarlas; desarrollar una estrategia y seguirla.
«Nuestras metas deben ser verdaderas, realistas y evaluables«
Mariana Maillet
Verdaderas: me refiero a que pasen del nivel de “simples deseos”, es decir, cosas que decimos o pensamos suspirando, aunque en realidad no tenemos la intención de hacer nada al respecto, sino que esperamos que “se den” como por arte de magia o por una vuelta del destino. Esas no son metas y esa confusión es la que nos frustra cuando hablamos de este tema.
Cuando nos tomamos el tiempo de pensar qué queremos lograr y cuáles son las prioridades, entonces se empieza a aclarar el horizonte y se descartan las opciones que nos desvían del objetivo.
Realistas: las metas pueden ser de corto, mediano o largo plazo. Es fundamental tenerlo claro para no cometer el error de ponernos plazos equivocados, que sería otra razón para desanimarnos. También necesitamos saber dónde estamos paradas hoy, reconocer cuáles son nuestros recursos para empezar a dar los pasos necesarios hasta nuestro objetivo.
Si nos enfocamos solo en lo que nos falta, se produce un “efecto ancla”; es decir, la mente se comienza a llenar de pensamientos de imposibilidad y llegamos a la conclusión: lo que nos falta nos impide seguir, entonces “echamos el ancla” y quedamos varadas.
Necesitamos enfocarnos en lo que tenemos, esa va a ser la plataforma desde donde vamos a salir y, con la meta en mente, nos vamos a poder orientar en los pasos necesarios para avanzar hacia allí.
Evaluables: cuando logramos identificar claramente ese objetivo que anhelamos, entonces debemos ser perseverantes en alcanzarlo. Lo que cuesta, vale y requiere esfuerzo. Como dice John Maxwell: “todas las cosas que valen la pena están cuesta arriba”. Puede haber momentos en que te desanimes, ¡seguro! Pero ahí proponte no renunciar, buscá el apoyo de alguien si es necesario, no te quedes en el camino. Evalúa el proceso y recordá que un fallo es una oportunidad de aprendizaje que te puede acercar a tu objetivo.
Es necesario ser lo suficientemente determinado para seguir adelante en pos de nuestras metas, y lo suficientemente flexibles para evaluar y recalcular los tiempos y las estrategias para alcanzarlas. El apóstol Pablo nos anima con estas palabras: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”, Gálatas 6:9. Si tenemos claro el objetivo que queremos alcanzar no nos cansemos, propongámonos renovar las fuerzas y el ánimo, seguir perseverando y aprendiendo en el proceso, que a su tiempo “segaremos” el objetivo.
Cualquier época del año es buena para empezar a caminar en pos de tus sueños y metas. Y ningún paso, por pequeño que te parezca, es insignificante: “No menosprecien estos modestos comienzos, pues el Señor se alegrará cuando vea que el trabajo se inicia”, Zacarías 4:10.
Así que, ¡ánimo! Que las metas sean nuestras aliadas y no nuestras enemigas en el proceso de alcanzar nuestros sueños.