La congregación puede identificar los factores de riesgo que conducen al consumo de drogas e intentar minimizar su influencia.
Cada vez son más los niños, niñas y adolescentes que se encuentran vulnerados por la ausencia de adultos responsables en su crianza. Afectados por tal falta carecen de los recursos necesarios para desarrollarse de manera integral y saludable.
Claro está que también tiene un papel importante el narcomenudeo que les facilita el acceso a las drogas. Como también las autoridades de turno quienes deben velar por los derechos de los niños y adolescentes desarrollando políticas que promuevan la salud y detengan el crecimiento del narcotráfico.
La lista de responsables sigue ya que el consumo problemático de sustancias nos atañe a todos y es por eso que entre todos podemos pensar cómo prevenir que las nuevas generaciones caigan en la enfermedad de las adicciones.
El consumo de drogas es tan común en los barrios que se fue naturalizando al punto de que cada vez son más los niños, niñas y adolescentes que lo practican. Hay una presión social tan fuerte que en ocasiones hasta se margina a quienes no consumen.
Una de las estrategias que se está desarrollando en los barrios para prevenir la problemática del consumo y la enfermedad de las adicciones es el trabajo en red, es decir, la articulación de las diferentes instituciones y dispositivos que trabajan en los barrios con niñez y adolescencia.
Es ahí donde la iglesia tiene una gran influencia, ya que somos cientos de miles de comunidades de fe las que día a día trabajamos para fortalecer a las familias mediante la enseñanza de la Palabra de Dios, acompañando a cada sujeto a conocer a Jesús y alcanzar la plenitud.
Aún así, en mi experiencia de campo, trabajando con niños y adolescentes en situación de calle, o en las charlas que dicto en centros barriales, institutos de menores o centros de rehabilitación, me encontré con un dato que me alertó y es que la mayoría de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran practicando algún consumo de drogas, dicen haber participado de una congregación, ya sea en la escuela bíblica, algún campamento o en las reuniones de celebración.
Esto me llevó a pensar en las acciones que desarrollamos dentro de la pastoral intergeneracional, entendiendo que son muchas las tareas que mediamos para lograr que las nuevas generaciones conozcan a Jesús. Pero a su vez, también son muchas las opciones que ofrece este mundo, que en un principio resultan muy atractivas y placenteras, pero sabemos que termina siendo un problema.
Es por eso que creo que como iglesia debemos abordar temas que apuntan al desarrollo integral de la salud, promoviendo la construcción del proyecto de vida, acompañando a cada sujeto a descubrir sus habilidades y a actuar con perseverancia en su propia edificación.
El consumo de drogas es una oferta constante que reciben los niños, preadolescentes y adolescentes. Muchas veces llega como una práctica recreativa, pero luego se transforma en una propuesta que deja de ser ocasional para transformarse en un hábito, que lentamente desemboca en una práctica abusiva, finalizando en la dependencia.
No podemos permitir que ese recorrido ascendente siga enfermando a los jóvenes y adolescentes, causando grandes daños a los individuos, las familias y la sociedad entera.
Como iglesia tenemos una gran oportunidad para sumarnos a esa gran red de articulación territorial, ampliando las propuestas que ofrecemos, introduciendo a nuestros proyectos actividades que apunten a la prevención de la adicciones.
Ahora me gustaría proponerles algunas ideas para transformar a nuestras congregaciones en iglesias preventivas.
- Conocer los diferentes dispositivos, centros e instituciones que trabajan con niñez, adolescencia y familias dentro de nuestro barrio. Esto nos ayudará a identificar cuáles son los recursos con los que contamos, permitiendo descubrir las fortalezas y las debilidades que tiene el barrio y también las oportunidades y amenazas que se presentan de cara al bienestar de la comunidad.
- Fomentar las actividades que le permiten a la niñez y adolescencia desarrollar sus capacidades individuales y grupales, por ejemplo, el deporte, el arte, la educación, la participación en proyectos colectivos.
- Generar espacios para hablar con chicos de diferentes edades y grupos más vulnerables, donde se den a conocer las causas y consecuencias del consumo de drogas, los factores de riesgo y de protección, abriendo el debate, haciendo que la palabra circule, practicando la escucha, el pensamiento crítico y la búsqueda de consensos.
- Ofrecer capacitaciones para padres, educadores, docentes, líderes, pastores y autoridades de las diferentes instituciones que trabajan con niñez y adolescencia dentro de la comunidad a la que pertenecemos.
- Proponer espacios de escucha como orientación para familiares, padres y tutores de quienes se encuentran atravesando la problemática de los consumos.
- Realizar campañas en redes sociales o de forma presencial en los barrios para visibilizar la problemática, concientizando, informando, formando y orientando a los vecinos en la búsqueda de atención.
- Realizar jornadas preventivas para niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes en algún espacio disponible, puede ser en la iglesia, en un club, en la escuela o en cualquier locación. Para esto se debe definir la temática, que puede ser, por ejemplo, adicciones; proponer diferentes disciplinas artísticas, por ejemplo; mural, coreografía, escritura, teatro, etc. Por medio de estas disciplinas que deben estar guiadas por docentes y líderes, acompañar a los participantes para que puedan protagonizar la actividad y construir desde la misma disciplina un mensaje preventivo que sea exhibido al cierre de la jornada donde también se le puede dar participación a los padres y autoridades de las demás instituciones con el fin de promover la unidad.
El mayor desafío que tenemos los líderes de las nuevas generaciones es acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes en un sano desarrollo hasta alcanzar la madurez en Cristo.
Es por esta razón que considero fundamental analizar y observar a la luz de la palabra cómo es que Jesús logró desarrollarse de manera integral y así transitar la niñez y la adolescencia, hasta transformarse en un joven sabio e inteligente, fuerte físicamente, sociable y agraciado ante los ojos de Dios.
«Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres», Lucas 2:52.
Está claro que Jesús no logró tal desarrollo solo, sino que fue el resultado de la contención de toda una comunidad, empezando por sus padres, familiares, la cultura, la educación, las costumbres y tradiciones, los valores y principios que hacían a la comunidad en la que vivía.
Dios nos dio tal responsabilidad a sus hijos. Nosotros somos el real sacerdocio. Somos la Sal del mundo, que evita que el mal siga propagándose. Seamos la iglesia que nuestro barrio necesita, una iglesia preventiva.