Testimonios de mujeres drusas se Siria que arriesgan todo por seguir a Jesús, aún a pesar del repudio de su familia y la poca valoración que tienen hacia las mujeres en este grupo religioso.

«Antes de formarte en el vientre ya te había elegido; antes de que nacieras ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones», Jeremías 1:5 (NVI).

Estar en presencia de mujeres y hombres con tanto valor y fe es realmente humillante. Así es como me siento al escuchar las historias de los creyentes en una ciudad de Siria. Mujeres y niñas drusas que desafiaron a su comunidad y abandonaron todo el sistema de creencias con el que crecieron, pusieron en peligro sus vidas y arriesgaron su futuro para seguir a Jesús. 

Subimos una pequeña colina y doblamos la esquina para encontrarnos con ese antiguo edificio de paredes de piedra y una estrecha puerta negra de hierro con una cruz tallada. Los niños corren afuera. Cuando entramos a la iglesia, había una mujer que repartía máscaras para protegernos del COVID-19. También, estas máscaras ayudaban a ocultar la identidad de los presentes. Su nueva fe no es algo que puedan declarar abiertamente fuera de ese edificio.

El pastor enseña a todos sobre los discípulos de Jesús y sus debilidades. El mensaje es sobre el amor de Dios por nosotros a pesar de nuestras debilidades: «Busca tu debilidad y no tengas miedo de mostrársela a Jesús. Él te acepta tal y como eres, si eres incrédulo como Tomás, precipitado como Pedro o incluso un poco ignorante, así llamó Jesús a todos ellos, puedes presentarte ante Él y Él hará algo grande con eso».  Qué palabras tan poderosas para casi 65 personas que apenas caben en este pequeño espacio. Hombres y mujeres de todas las edades. El mensaje del amor de Dios ha cambiado la vida de jóvenes y ancianos para siempre. 

“Mi mayor temor es que mi padre se entere de que vengo a la iglesia»

Más tarde, me siento con un grupo de mujeres. Escucho sus desgarradoras historias sobre lo que sufren por seguir a Jesús y asistir a la iglesia, en esta ciudad aparentemente abandonada. 

Manal*, una joven de 20 años, dice: «Mi mayor temor es que mi padre se entere que vengo a la iglesia. Me prohibirá venir y me castigará en casa. Podría pegarme y abusar de mí si se enterara».

Crecieron en una ciudad donde la mayoría son drusos. Los drusos son un grupo étnico de habla árabe con una religión esotérica propia, que aunque tiene sus raíces en el islam chiita, contiene elementos de otras religiones y de la filosofía griega. Su origen se remonta a principios del siglo XI en Egipto, donde un grupo comenzó a seguir a al-Hakim bi-Amr Allah, que se declaró una encarnación de Dios. 

Wikipedia dice: «Su religión es monoteísta y abrahámica. Las Epístolas de la Sabiduría son el texto fundacional de la fe drusa». Por ejemplo, creen en la reencarnación, una creencia que difiere mucho del islam y del cristianismo. Los drusos no permiten nuevos integrantes en su fe y tampoco que deserten de ella. La mayoría de sus enseñanzas religiosas se mantienen en secreto, incluso para la mayoría de los propios drusos. Solo un grupo selecto de ancianos o iluminados tiene pleno acceso a las escrituras.

«Se venden drogas a los alumnos de la escuela, las armas son muy comunes y la violencia es el principal lenguaje de la sociedad«, explica Salwa*, profesora de una de las escuelas públicas, una joven de pelo corto con un tono de voz molesto. «Doy clases a niños de 12 años, todos los chicos tienen cuchillos. Los usan para imitar a sus padres o hermanos mayores. Una vez me enfadé con un alumno y me amenazó con su arma cortopunzante».

La profesora comparte las consecuencias de convertirse en una seguidora de Jesús después de haber sido criada en la religión drusa. «El principal reto para mí es el matrimonio. Mis padres quieren que me case con alguien que sea druso. Pero no puedo aceptar vivir mi vida con mentiras. No puedo fingir que soy drusa. Quiero casarme con alguien que comparta mi amor por Jesús y sepa lo que significa tener fe en el único Dios verdadero». 

Por desgracia, muchas mujeres en Siria no son libres de elegir con quién casarse. La familia tiene mucho que decir al respecto. Para una cristiana es fácil expresar sus sentimientos a sus padres, pero para los drusos es mucho más difícil y para un creyente secreto hacerlo es casi imposible.

Jamila*, una mujer rubia de ojos cansados, interrumpe: «Es una comunidad muy cerrada y todos corremos peligro por venir a la iglesia». Cuenta cómo llegó a la fe: «A través del apoyo espiritual que daba el pastor, me intrigó este Dios que anima a sus seguidores a apoyar a todas las personas independientemente de su religión. Eso es diferente de otras religiones de la zona. Empecé a hacer preguntas a los que compartían el evangelio. Recuerdo que cuando estaba sola en casa, lloraba y hablaba con Jesús y sentía una paz como nunca antes había sentido. Empecé a venir a la iglesia para escuchar más y ahora sirvo con las damas y en el culto».

“Mis padres me rechazaron”

«Mi cuñado le dijo a mi marido que me matara. Mi marido no lo hizo, me amenazó y luego me prohibió ir a la iglesia. Mis padres me rechazaron y dejaron de atender mis llamadas. Una vez vi a mi madre en la calle y la saludé, pero no me respondió». Con lágrimas en los ojos y tras una pausa, continúa: «Oré y oré por mi familia, y alabado sea el Señor, ahora mi marido también es creyente. Él vio cómo mi vida cambió y cómo mejoré en todos los aspectos de la vida. Quería saber cómo y por qué, y ahora venimos juntos a la iglesia«.

Cuando veo a esta congregación en este ambiente, pienso en que esta iglesia está en peligro. Si la gente se enterara de que muchos de sus miembros se convirtieron al cristianismo en secreto, la atacarían y destruirían. Para no llamar la atención, el pastor distribuye la ayuda de nuestra organización de forma muy secreta. Llena su furgón de paquetes para entregarlos en las casas de su pueblo. Ellos reciben alimentos y en el caso de los enfermos se encarga de la ayuda médica.

La gente de esta iglesia está ansiosa por mejorar y desarrollar el ministerio. Apoyamos a la iglesia con diferentes tipos de formación. Entrenamiento de la escuela dominical, sobre cómo organizarla; Ministerio de las mujeres y la formación para dirigir el culto. 

*Suha y Nour* son dos mujeres muy alegres que dicen: «Fue una gran experiencia para nosotras, nos introdujeron en un nuevo concepto de adoración, estudiamos la Biblia y ahora entendemos su propósito principal y su poder. Luchamos con alabanza y exaltamos al Señor desde el fondo de nuestro corazón para vencer al diablo».

“Todos mis amigos me dejaron”

La sonrisa y la emoción de Suha disminuyen cuando empieza a hablar de su propia experiencia. «Realizo el culto en secreto en casa, no puedo dejar que nadie me escuche. Mi familia niega los rumores de que voy a la iglesia, pero mis vecinos y amigos lo saben. Cuando lo descubrieron, dejaron de hablarme”. Intenta contener las lágrimas, pero no lo consigue. Continúa: «Todos mis amigos me dejaron cuando supieron que vengo aquí».

Qué grupo tan valiente de mujeres, en un entorno tan opresivo. Aunque ya son consideradas inferiores a los hombres, debido a su origen cultural, eligieron seguir a Jesús y ahora son doblemente vulnerables en su comunidad y sus familias. Con Dios saben que están a salvo. Creen que Él está con ellas y que es la única fuente de su esperanza. Se aferran a sus promesas y saben que en este mundo tendrán tribulaciones, pero confían en que Dios ha conquistado el mundo. 

*Los nombres de estas mujeres fueron cambiados por motivos de seguridad.

Equipo Puertas Abiertas América Latina