¿Estamos focalizando nuestra vista “debajo del sol» o “arriba del sol”? ¿Dónde ponemos nuestra mirada?
¡Qué tema el fin de año! cuánto por hacer, comprar, celebrar, pensar, reflexionar. Cada diciembre pareciera instalarse para ponernos en aprietos respecto a lo que logramos o no; lo que cambiamos o no; lo que tenemos o no.
Con la llegada del fin de año se inicia un sinnúmero de análisis personales, que desatan para algunos un caos emocional. Muchos reflexionan atravesados por fracasos laborales, relaciones truncadas, traumas, vacíos, soledades y más. En este contexto, el cierre de año se presenta como un examen desaprobado.
Es sabido que la tasa de suicidios se eleva drásticamente para estas fechas; y es que hay un peso cultural sobre las personas que es muy elevado. La mirada social acompaña la evaluación personal, y surgen grandes angustias, depresiones y sinsentidos. Si bien esta realidad no es la de todos, lamentablemente es la de un gran número de personas.
¿Por qué ocurre esto? por el alto nivel de expectativas que se depositan en el cambio de año, que, visto con objetividad, no es más que un hecho cronológico, como pasar de un día a otro. Sin embargo, en nuestra percepción pareciera ser un cruce “al otro lado”, a aquel donde están las nuevas oportunidades, las esperanzas y la posibilidad de conseguir todo aquello que no se logró en estos 365 días, se aclara a partir del día 1 del próximo ciclo anual. Esa es casi una ilusión generalizada, otras veces es el tiempo del total desasosiego.
Los altos niveles de expectativas se cruzan con los de frustración y generan un cóctel peligroso. ¿Cómo desandar este recorrido? Poniendo la mirada en el lugar correcto. El foco de la evaluación necesita ser realineado.
La Biblia tiene la respuesta más apropiada para cada dilema. El autor de Eclesiastés se encuentra justamente reflexionando acerca del sentido de la vida. Su discurso por momentos es muy negativo, tal vez como algunas explicaciones de fin de año. Al final del recorrido, todo es vanidad, futilidad, desengaño y desilusión.
El autor reconoce que los logros personales, las adquisiciones materiales, las relaciones múltiples, las riquezas y las fiestas no dan sentido a la vida. Lo realmente sólido y verdadero es el vínculo con Dios. Él reconoce en Eclesiastés 12:13 que: ”El fin de todo el discurso es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre”. En última instancia, cuando es debido poner la mira en lo importante, el vínculo con Dios lo es todo.
Hay una metáfora que transversaliza los postulados del autor; lo que pasa “debajo del sol”. Es aquí, donde Eclesiastés se hace útil para trabajar las expectativas de fin de año; la vida puede ser vivida “debajo del sol” o “arriba del sol”, puestos los ojos en Jesús, diríamos desde una visión neotestamentaria, luego de la cruz.
El cierre del discurso de lo que se conoce como capítulo 12 tiene base en el reconocimiento de los tiempos en manos de Dios, del llamado capítulo 3. Todo tiene su tiempo debajo del sol y todo tiene su hora. El cronos se manifiesta de continuo en la vida de los hombres; esto es innegable.
Cuando el nivel de expectativas está puesto en lo que sucede “debajo del sol”, el examen anual puede ser visto como desaprobado, pero cuando la mira está en las cosas celestiales, fin de año es el cierre de todo aquello que Dios hizo con miras en todo lo que hará.
Los parámetros “arriba del sol” son distintos. Cuando la mirada está puesta en lo eterno; cuando el tesoro del corazón es espiritual, el cierre de año es agradecimiento pleno.
La vida es un proceso continuo; un devenir de crisis, aprendizajes y cambios. La vida desde la óptica espiritual está enfocada en el ser más que en el hacer, lograr o tener; eso lo cambia todo. Lamentablemente en ocasiones el foco se desdibuja y los parámetros sociales socavan la mirada. Esto es peligroso. La identidad debe ser construida “arriba del sol”, así los procesos pueden ser vividos sentados en los lugares celestiales junto con Cristo Jesús.
En este cierre de año cabe reflexionar en el enfoque de la mirada; que el “cerrar y arrancar de cero” no sea negador sino desde la convicción plena de quien nos acompaña en los procesos de la vida, que no tienen caducidad porque sea día 31.
Hagamos de este fin de año un tiempo para agradecer, porque la vida que se vive con la mira “arriba del sol” va en aumento hasta que el día es perfecto. Quien inició su obra será fiel en completarla. Sus promesas no tienen fecha de vencimiento, sus propósitos tienen peso de eternidad para nosotros.
Jesús supera cualquier nivel de expectativas; que nuestro discurso interno lo tenga como protagonista, cerremos el año en Él.