De inspiración y consejo divino, fue un símbolo y una representación de Dios acá en la Tierra.
Construido con los más finos y lujosos materiales y artefactos de la época, fue un legado del rey Salomón para sus descendientes. Contenía los mejores y más valiosos objetos de todo Israel. Reconstruido más de dos veces, llegó aun a los tiempos de Jesús. De uno de ellos ni siquiera existe plano, guía o una descripción de cómo era su arquitectura, por lo que no se puede realizar ningún boceto o dibujo que lo represente. Aunque los judíos se vanagloriaban del fastuoso templo, el Mesías predijo que sería destruido hasta los cimientos, sin que quedara piedra sobre piedra.
Según lo detalla la Biblia, se encontraba ubicado en el mismo lugar donde hoy está la mezquita Cúpula de la Roca, lugar de adoración musulmana, donde no cesan los conflictos, disturbios y malos entendidos, sobre todo entre las actuales poblaciones judía e islámica de Jerusalén.
El conflicto por controlar los lugares sagrados es una constante desde hace varios años, pues además de ser el lugar del Templo de Salomón, allí, en teoría, se encuentra la piedra en la cual Abraham casi sacrifica a su hijo y el sitio donde Mahoma ascendió a los cielos. Sin embargo, volvamos el tiempo atrás, antes de Cristo, casi mil años antes de que apareciera el islam como religión.
Un lugar jebuseo
Según el relato bíblico de Segunda de Samuel, en el capítulo 24, David compró una parcela a Arauna el jebuseo y allí construyó un altar. Según diversos estudiosos, esto consistió en un intento por unificar a los paganos con el pueblo hebreo, a modo de símbolo. Hay que recordar que antes de que Salomón construyera el sitio, los hebreos adoraban en el Tabernáculo movible en el desierto, por dirección de Moisés. Cuando se estableció un rey sobre Israel, decidieron constituir en un lugar fijo el sitio de adoración. Aunque fue idea de David, su hijo fue el encargado de comenzarlo y concluirlo.
Un núcleo de la vida de Jerusalén
Debido a que la mayoría de las fiestas requerían sacrificios e ir a adorar al templo, este lugar, ubicado en las colinas de la Ciudad Santa, se convirtió en un centro neurálgico de los israelíes, pero llegó a pervertirse a tal punto que el mismo Jesús echó a los mercaderes del templo por usureros, aunque este no era el templo que había construido Salomón sino uno posterior, edificado por Herodes.
Lujo por doquier
Según el Diccionario Ilustrado de la Biblia, el templo contenía tres espacios importantes: el vestíbulo, el lugar santo y el lugar santísimo, donde se encontraba el Arca de la Alianza.
Como comentamos en una nota anterior, el rey del Líbano fue uno de los principales colaboradores en dar cedros para la construcción de los tres ambientes interiores. Como aclara el Diccionario, los tres lugares estaban revestidos interiormente con la madera de cedro perfectamente labrada, lo cual constituyó un reto pues hay que recordar que, según la Biblia, no se podía tallar ni realizar ninguna labor en la construcción en el Templo que ocasionara ruidos o disturbios, como los que podría ocasionar el labrado de la madera o el tallado de las piedras.
Con respecto al ornamento, es ampliamente conocido que en el Templo había tallas de querubines, flores, palmeras y otros motivos decorativos. Esto se debió a que la construcción estuvo encargada por Hiram, quien era fenicio y provenía del Líbano.
El metal tampoco escaseaba en el Templo, desde el exterior, donde se encontraba el mar de bronce, el vestíbulo con columnas también de bronce, adornadas con lirios y querubines, entre otros detalles.
Como si fuera poco, el atrio donde se encontraban los panes que utilizaban diariamente los sacerdotes estaba compuesto con oro, y varios de los utensilios eran de oro, plata o bronce. Además del Arca de la Alianza y los candelabros, que también estaban compuestos de oro. Había muy pocas cosas de madera, cobre o algún otro metal de menor calidad.
En simples palabras, el Templo, por lo menos el primero del Rey Salomón, estaba compuesto de madera de cedro, toneladas de bronce, oro, plata y tallado a más no poder.
Este templo, el primero que tuvieron los israelitas, fue destruido cuando los babilonios invadieron el Reino. Luego se construyeron dos templos más, hasta que el último, mandado a construir por Herodes y hecho en grandes dimensiones en mármol blanco, los romanos también lo destruyeron.
Muchos podrían interpretar que la construcción del templo fue algo bueno, para otros quizá sea malo, tal vez lo consideren demasiado lujoso. Sin embargo, creo firmemente que es una representación de lo que también somos: somos parte de un Dios creativo y somos su “templo terrenal viviente”, como dicen algunos predicadores. Así como el rey decidió decorar con todo lujo un templo físico, de la misma manera se ocupa Dios de formar cada detalle en nuestras personas.