¿Alguna vez has tenido la sensación de que no eres suficiente? Por más que intentes, te estires, te canses y vuelvas a intentar, siempre te falta algo.

Por un lado, trato de ser la mejor mamá, de esas que no gritan, las que hablan siempre dulcemente y nunca se enojan. A las que los hijos siempre le hacen caso y están siempre alineados y peinados. Pero en vez de eso termino siendo la mamá que da mucho amor, más de lo que puede físicamente dar, y termina poniéndoles a los hijos dos medias de diferente color.

Trato de ser la esposa perfecta, que siempre es sumisa, y nunca cuestiona nada. Pero es que siento que Dios me hizo con un cerebro para que piense, y con una boca para que opine. Eso sí, también me hizo con DOS oídos para que escuche más de lo que hablo. Entonces digo, creo que quizá Dios nos creó para ser un equipo con el hombre y poder apoyarnos y complementarnos. Porque ser segundo, ser equipo, no es lo mismo que decir a todo que sí. 

Además, trato de ser la mujer profesional que siempre tiene todo premeditado y organizado. A la que nunca se le olvida una cita, y que su agenda y tiempo de trabajo se mueven en un flow perfecto con su agenda de la casa y los menús para la familia y los tiempos de jugar con los niños. Pero a veces no llego y tengo que salir a comprar comida hecha 5 minutos antes de cenar. 

Por mucho tiempo me pesó. Me pesaba pensar que mi valor estaba puesto en mis acciones y en cuánto llegara a lograr. Mi identidad, si bien decía lo contrario, en la práctica estaba puesta en CUÁNTO pudiera yo hacer y con QUÉ CALIDAD me saliera el «trabajo». Como si las «calificaciones de la vida» fueran constantes y de mis acciones determinara si pasé o no la prueba cotidiana. 

¡Qué agotador! Amiga, no sé si soy la única loca o si a ti te pasa lo mismo. Pero me pasé los últimos dos años SANANDO. Reencontrando mi valor en lo que SOY y no en lo que hago. Es difícil desaprender, y volver a aprender, pero una cosa sé. VALE LA PENA, que Dios está trabajando. 

Entender que en cada minuto aprendemos y que nuestro ser está en constante cambio si somos intencionales en ser mejores y dar nuestro mejor. ESO ES SUFICIENTE. 

Deja de rendir cuentas, de rendir examen y pensar en cómo te ven los demás, y comienza a pensar QUÉ PUEDES DAR a los demás, cómo puedes amar mejor, cómo puedes SENTIR lo que sucede alrededor de una manera más profunda y cómo puedes ser la mejor versión de ti misma. Lo demás viene solo. 

Y si de todo lo que te digo no te acuerdas de nada, acuérdate de esto: en 2 Corintios 12:9 dice «Cada vez él me dijo: ‘Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad’. Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí».

Si me preguntan a mí, prefiero mil veces ser débil y que Él sea el que logra en mi vida todas esas cosas que parecen demasiado para mí. 

Oro para que puedas ver que TU DEBILIDAD, o tu falta de entereza, tu lejanía de la perfección, hoy son tu mejor aliado.