Dos condiciones son necesarias para cualquier gran expansión del testimonio cristiano: oportunidad, especialmente en materia de comunicaciones por el mundo, y vigor espiritual dentro de la iglesia.

Poco después del año 1500, estas dos condiciones estaban presentes y al mismo tiempo en un grado inusual, especialmente en Europa occidental. El resultado fue el período más grande de expansión cristiana que la historia haya conocido hasta ese momento.

Nuevas vías de comunicación se fueron abriendo en una secuencia asombrosa. Hacia fines del siglo XV los marinos al servicio de España se estaban aventurando hacia el Oeste. La idea renacentista de que el mundo era una esfera los animaba. Los portugueses sentían que su camino estaba más hacia el sur, por la costa africana. Ambas naciones, España y Portugal, esperaban flanquear la barrera provocada por el islamismo después de la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanes en 1453, y querían encontrar una nueva ruta marítima que les diera un acceso libre hacia Oriente y sus apreciados y exóticos productos.

En 1492, Cristóbal Colón (1451-1506) llegó a lo que denominó “las Indias” (Indias Occidentales), que realmente resultó ser el Nuevo Mundo. Para 1522, la expedición de Fernando de Magallanes (1480-1521) había completado esta exploración hacia el Oeste. Sus naves fueron las primeras en navegar alrededor del mundo. En 1497, Vasco de Gama (1469-1524) rodeó el Cabo de Buena Esperanza y navegó cruzando el océano Índico hasta la costa sudoccidental de la India. Los mercaderes portugueses continuaron avanzando hacia Oriente y en 1517 llegaron por fin a la costa de China, siendo de este modo los primeros europeos en hacerlo en casi doscientos años.

Junto con estas nuevas vías de comunicación europeas hacia los otros continentes, comenzó a vivirse en Europa una nueva vida espiritual, en el sentido más amplio de la expresión. El Renacimiento fue un período no solo de nuevas rutas cruzando el mundo, sino también de un conocimiento acerca del mundo más grande que el de cualquier otra edad previa en la historia de la humanidad.

Pero la nueva vida no solo se encontraba entre los marinos y los mercaderes, los filósofos y los artistas, sino que algo nuevo estaba ocurriendo también dentro de la iglesia medieval. El mismo año en que las naves portuguesas llegaron al Lejano Oriente, Martín Lutero colocó sus Noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de la Universidad de Wittenberg (el 31 de octubre de 1517), y se ofreció a defenderlas contra todos los que quisieran discutirlas. Éste es considerado como el primer acto de la Reforma Protestante.

Puede decirse que el año 1517 vio cumplidas las dos condiciones vitales para la expansión del cristianismo: comunicaciones y vigor espiritual.

Además, todo el siglo XVI se caracterizó por desafíos y cambios que fueron confrontados con un esfuerzo firme por preservar los valores y las prácticas tradicionales. Las sociedades se vieron convulsionadas por movimientos que terminaron por forjar la civilización europea, a través de una lucha titánica en procura de su identidad. Éstas fueron décadas vitales y turbulentas, verdaderos tiempos de parto en los que nació una nueva Europa. Es en este contexto en ebullición que nació la Reforma Protestante, que encontró en Martín Lutero a su primer representante.

La Reforma de Lutero hizo tres planteos en el pensamiento de la iglesia que jamás se olvidarán: (1) Que la Biblia tiene siempre un mensaje nuevo cuando lo necesitamos. (2) Que el centro del mensaje de la Biblia es la relación entre Dios y sus criaturas. (3) Que esta relación es simple, pero revolucionaría, porque cambia todo. En el desarrollo de estos tres planteos, Lutero contribuyó con cuatro ideas fundamentales: sola fide, sola gratia, sola Scriptura, y solo Christo.

Sola fide

La contribución más importante de Lutero a la teología cristiana fue su redescubrimiento de la doctrina de la justificación por la fe, que es la total suficiencia de Dios en la salvación. No obstante, para Lutero, “fe” y “amor” adquirieron un nuevo significado. De su estudio de la Biblia, particularmente Salmos y Romanos, Lutero concluyó que fe en la Biblia significa, antes que nada, la fidelidad de Dios a su pueblo, y luego la confianza de su pueblo en él. El Dios fiel hacía justo a su pueblo, es decir, lo colocaba en una relación correcta con él. El amor no era un esfuerzo por ganar el favor de Dios, sino la expresión del pueblo en gratitud a Dios por haberlo “justificado” (Ro. 5.1).

De esta manera, Lutero puso a todos los seres humanos en igualdad espiritual al entrar en la presencia de Dios, estableciendo así el sacerdocio de todos los creyentes en un mismo nivel de igualdad. Lutero dejó al ser humano con la total responsabilidad por su destino y con la seguridad de encontrarse con Dios para rendirle cuentas. De este modo, introdujo tres elementos de poder transformador en la teología cristiana: la seguridad en cuanto a la fe, la libertad en cuanto a la conciencia y la responsabilidad personal en cuanto a la obediencia.

En una palabra, Lutero transformó la religión ineficaz de sus días en una teología viva y experiencial, y esto resultó en la sustitución de esa religión formal e inefectiva por otra totalmente diferente.

Los cambios fueron notables: en lugar de una religión humana y de esfuerzos humanos a una religión divina y que confía en lo que Dios ha hecho en Cristo; de la gracia de Dios en lugar de los esfuerzos estériles de los seres humanos. Y estas religiones radicalmente diferentes dieron a luz dos civilizaciones diferentes. Una, la católica romana, que perpetuó durante mucho tiempo el feudalismo y la servidumbre característicos de la Edad Media; y la otra, la protestante, que poco a poco dio lugar a la dignidad de la personalidad humana, naciendo de ella la democracia y la libertad del mundo occidental. Esto se lo debemos a la teología de la Reforma y al desarrollo de los principios que con tanto sacrificio Lutero trajo a la luz.

Sola gratia

Siguiendo las enseñanzas del apóstol Pablo, Lutero consideraba que el ser humano es innatamente injusto, imperfecto e incapaz de salvarse por sí mismo. Sus mejores esfuerzos no pueden satisfacer las demandas de un Dios santo y justo. No obstante, es Dios quien toma la iniciativa e imputa justicia a aquellos que creen. Dios es primero y supremo como autor de la salvación, y el acceso a él está abierto y es gratuito a través de los méritos de Jesucristo. La fe sola es el único contacto entre el pecador y el Salvador, y la salvación es un don divino que el pecador no merece.

Lutero tuvo una gran experiencia de salvación cuando descubrió en la Biblia a Dios como un Dios de amor y no como un juez inexorable. Liberado de la angustia y del temor por no encontrar a un Dios misericordioso, Lutero aprendió que el corazón de Dios es bondad y que su disposición es salvar al pecador antes que condenarlo.

Sola Scriptura

Lutero fue uno de los grandes teólogos del cristianismo, pero el eje de su labor reformadora fue la Biblia antes que la teología: él fue un reformador bíblico. Sus escritos más importantes fueron extensos comentarios bíblicos (Génesis, Salmos, Hebreos, Romanos, Gálatas) en la forma de sermones o conferencias. En su estudio de la Biblia, Lutero echó mano de la mejor erudición de sus días: el Nuevo Testamento Griego de Erasmo, el diccionario hebreo de Juan Reuchlin, el comentario a los Salmos de Jacques Lefèvre de Étaples.

Al igual que estos humanistas, Lutero procuró entender de nuevo la Biblia, usando sus lenguas originales, traduciendo el texto al alemán y, sobre todo, aplicando sus enseñanzas a su vida personal. Fue así como Lutero se transformó en un teólogo de primera línea: trató de entender quién es Dios y qué es lo que Dios quiere de sus criaturas, a la luz del texto bíblico. Para Lutero no había otra autoridad en materia de fe y práctica religiosa que la Biblia. Esto lo llevó a rechazar los decretos papales o las enseñanzas de los Padres de la iglesia (tradición) sobre lo que la Biblia enseñaba.

Solo Christo

Al entender la gracia de Dios no como una cosa que él da o como un poder mágico para la salvación, Lutero adquirió una nueva comprensión de su relación con Dios. La gracia de Dios es su actitud hacia el ser humano, de modo que no es necesario para el pecador buscar “cosas” para su salvación, sino a Dios mismo. En esto, Lutero enfatizó el aspecto personal de la devoción cristiana, y lo hizo en línea con lo enseñado por Bernardo de Clairvaux, Francisco de Asís y los místicos alemanes del siglo XV. De este modo, para Lutero, el centro de la fe cristiana no eran la iglesia y los sacramentos, sino Jesucristo mismo. Para Lutero fe y salvación significaban simplemente “tener un Dios” y él lo encontró sólo en Cristo, el Señor.

Martín Lutero: “Pero preguntas dónde pueden hallarse y de dónde provienen la fe y la confianza. Por cierto, es sumamente necesario saberlo. Primero, sin duda, no provienen de tus obras ni de tus méritos, sino sólo de Jesucristo, gratuitamente prometidas y dadas. Así dice San Pablo en Romanos 5: ‘Dios encarece su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros’. Así debes inculcarte a Cristo y observar cómo en él Dios te propone y ofrece su misericordia sin ningún merecimiento precedente de tu parte. Y en tal visión de su gracia debe inspirarse la fe y la confianza del perdón de todos tus pecados. Por ello, la fe no comienza con las obras. No la originan tampoco. Más bien ha de originarse y proceder de la sangre, de las heridas y de la muerte de Cristo. Cuando en él te das cuenta que Dios te es tan propicio que da aun a su Hijo por ti, tu corazón ha de ponerse dócil y volver a ser a su vez propenso a Dios (Lutero, Obras de Martín Lutero, 2:37).

Pablo A. Deiros
Pastor, teólogo, misiólogo, biblista e historiador. Autor de más de 80 libros. Padre de tres hijos mayores y siete nietos. Nacido en Asunción (Paraguay). Profesor en Humanidades y Licenciado en Historia (Departamento de Historia de la Universidad Nacional del Sur-Argentina). Pablo comenzó a pastorear la Iglesia Evangélica Bautista de Nueva Chicago (Buenos Aires, 1973-1979) y a servir como profesor de Hebreo y Antiguo Testamento en el SITB.