En la cultura latina nos han inculcado la creencia de que esta es una última opción para las familias que no pueden tener hijos biológicos o, en algunos casos, un acto de caridad.

Se cree que los hijos adoptados pertenecen a una categoría secundaria en las familias y surgen bromas y burlas sobre la inferioridad de la adopción. Muchas veces no nos imaginamos cuánto la cultura permea nuestro sistema de creencias y que un acto tan importante y bíblico, como es acoger a un hijo, queda en el olvido colectivo. 

En su carta a la iglesia de gálatas, el apóstol Pablo dio a conocer un entendimiento muy distinto y definido sobre la adopción y cómo su identidad espiritual se definía por ella.  

«Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: «¡Abba! ¡Padre!». Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si eres hijo, también eres heredero por medio de Dios», Gálatas.

Si abordáramos el tema de la adopción desde la Biblia en vez de hacerlo desde nuestra cultura, tendríamos un enfoque muy distinto en el que la adopción es parte integral de nuestra identidad como hijos de Dios. Nacemos portando la imagen de Dios, pero es necesario nacer de nuevo para poder pertenecer a la familia de Dios por medio de la gloriosa adopción que Jesús nos facilitó.

Con esa base bíblica, nos aterrizamos en sociedades con mucha necesidad de entender esta faceta del evangelio y, en otra esfera, la necesidad de miles de niños de vivir en una familia. ¿Cómo se conecta la verdad sobre nuestra identidad como hijos de Dios y la orfandad en la sociedad?

Siendo víctimas de abuso, negligencia y otros traumas y pecados, hay niños cuyas oraciones giran alrededor de la necesidad y deseo de tener una familia adoptiva. Su realidad de abandono opaca su habilidad de ver la bondad de un Dios que los abraza como un Padre amoroso y la orfandad termina de definir tanto su estado civil como espiritual. Los huérfanos necesitan ser rescatados.

Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados (Salmos 68:5-7).

Pero Dios ya trazó el plan. Jesús no solamente ofrece nuestra salvación en el futuro también nos enseña que su Reino permea nuestro presente, impactando a los más vulnerables en nuestras comunidades con actos de justicia, amor sacrificial y servicio. Los cristianos siempre han sido pioneros en la institución de la adopción porque nace de quienes son. 

Dios escucha el clamor del vulnerable y su forma de responder se trata de la Iglesia que encarna su amor eterno respondiendo a las necesidades de los huérfanos con brazos, corazones y hogares abiertos. El clamor de un niño huérfano en tu comunidad puede ser la razón por la cual tú comenzaste a interesarte en la adopción. No solamente lo llevas en tu ADN espiritual sino el Dios al que sirves está activamente actuando a favor de los niños que necesitan lo que tú tienes la capacidad de dar. 

He trabajado alrededor de la adopción en Latinoamérica por más de 15 años y he visto personas que adoptan con las motivaciones equivocadas. En la mayoría de estos casos veo el hilo común de que ellos no entendieron su propia historia de orfandad y su incapacidad de poder merecer su puesto en la familia de Dios. Hay muchos niños que llevan años anhelando una familia; sin embargo, debemos actuar con sabiduría y entendimiento desde la firmeza que el Evangelio nos ofrece. 

Si no logras tener empatía con estos niños huérfanos, te animo a evaluar tu propia travesía de llegar a la familia de Dios. No todo cristiano debe adoptar, pero cada uno de los hijos de Dios debe entender su propia adopción. Este entendimiento nos impulsa a actuar a favor de los más vulnerables y amar de una forma sacrificial a los niños necesitados. 

Quizá tu llamado no sea adoptar, pero tu legado y servicio debe incluir la adopción en tu comunidad de fe. Para las personas que Dios llama y equipa para adoptar a un niño, no lo podrán hacer solos. Las familias adoptivas necesitan a toda la comunidad; a otras personas, casadas y solteras, para ser luz en medio de la orfandad. Luchemos por tener comunidades sanas que buscan evidenciar el reino de Dios, adoptando los niños huérfanos, una vida a la vez.

David McCormick
Es el director ejecutivo de la Alianza Cristiana para los Huérfanos y padre de cuatro hijos. Es psicólogo y se ha especializado en el apego, estilos de crianza, trauma y liderazgo parental. David ha dedicado su vida a la niñez y adolescencia en estado de vulnerabilidad, trabajando para que cada uno de ellos pueda contar con una familia permanente y amorosa.