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La navidad en que se predicó el Evangelio desde el espacio

La noche del 24 de diciembre de 1968 quedó por siempre en la memoria de la humanidad. Fue la vigilia de Navidad más inusual y profundamente conmovedora que el mundo haya escuchado: tres hombres orbitaban la Luna, viendo desde lejos la pequeña esfera azul que llamamos hogar, mientras millones de personas en la Tierra los miraban y escuchaban con una mezcla de asombro y emoción.

El año 1968 había sido uno de los más turbulentos del siglo: protestas, crisis políticas, guerras y dolor se acumulaban, y la esperanza parecía a veces lejana. Sin embargo, al caer la noche en la Tierra, una señal inesperada viajó hasta nuestros corazones.

La misión que cambió la perspectiva de la Navidad

La misión Apollo 8, compuesta por el comandante Frank Borman, Jim Lovell y William “Bill” Anders, fue un hito: los primeros humanos en orbitar la Luna. El 21 de diciembre de 1968 habían despegado rumbo al espacio, y la víspera de Navidad, tras dar diez vueltas alrededor del satélite, hicieron una transmisión en vivo que millones en la Tierra vieron y escucharon.

Tripulacion de Apolo 8

Mientras las cámaras mostraban la tierra elevándose sobre el horizonte lunar, la inmensidad del espacio y la fragilidad de nuestro planeta se hicieron tangibles de una forma casi poética.

Un mensaje de inicio… y de esperanza

Para ese momento especial, los astronautas decidieron compartir algo que conectara con millones alrededor del mundo: los primeros versículos del libro de Génesis. Bill Anders inició la lectura, seguido por Lovell y Borman:

“En el principio, Dios creó los cielos y la tierra; y la tierra estaba desordenada y vacía… Dios dijo: ‘Hágase la luz’; y fue la luz…”

Y luego, como un abrazo profundo a toda la humanidad en la noche de Navidad:

“Y de parte de la tripulación del Apollo 8, les deseamos buenas noches, buena suerte, una Feliz Navidad, y que Dios los bendiga a todos —todos ustedes en la buena Tierra.”

Esas palabras, pronunciadas desde una cápsula científica a casi medio millón de kilómetros de distancia, resonaron como un canto de esperanza y unidad. Más de un cuarto de la población mundial escuchó ese mensaje en vivo, uniendo continentes y culturas en un momento único de introspección y paz.

Un momento que cambió nuestra forma de ver la Navidad… y la Tierra

Esa transmisión no fue solo un mensaje navideño: fue una invitación a vernos desde otro lugar, a sentirnos pequeños pero conectados. La famosa fotografía Earthrise —la Tierra elevándose sobre el horizonte lunar— sigue siendo un símbolo del milagro de la vida y de esa noche en que lo técnico y lo espiritual se entrelazaron en el silencio del espacio.

Hoy, al recordar ese 24 de diciembre, sentimos una nostalgia profunda, una mezcla de asombro por lo que la humanidad puede lograr y una ternura infinita por las palabras compartidas desde la distancia. Fue, sin duda, una de las noches de Navidad más inolvidables de la historia.

Redacción
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