Qué tan importantes vemos estos dos conceptos hoy en día dentro de la iglesia.
Si hablamos de arte y niñez, nos vamos a encontrar con dos puntos tan complejos y diferentes entre sí que se podrían escribir cientos de artículos de cada uno, y aún así no alcanzarían para comprenderlos del todo. Y es que, así como se dice que el arte es complejo, variado y hasta subjetivo, bien podríamos decir que la niñez cuenta con una complejidad similar a la hora de tratar de comprenderla; y en parte sí, hay una gran complejidad en ambos, pero mucha simplicidad a la vez.
El arte es su voz
La imagen de un niño dibujando nos es familiar casi instantáneamente, ya que el dibujo, así como cualquier otro arte (baile, canto, etc.) es una parte esencial en la vida de casi, sino todos, los niños. Entendiendo esto, la pregunta entonces es la siguiente: ¿Qué tan importante vemos nosotros, los adultos, el arte en la vida de los niños? Para ellos, quienes muchas veces se ven limitados por palabras o conceptos muy complicados a su entender, el arte es el único medio de comunicación, expresión y desahogo que tienen. Simplemente así de importante es el arte en sus vidas.
«Una imagen vale más que mil palabras.» En lo que respecta al arte y la niñez, esta frase no puede ser más certera; y es que, así como una gran obra de arte tiene la capacidad de transmitir profundas emociones o contarnos maravillosas historias, un simple garabato infantil puede expresar los más sinceros sentimientos o mostrarnos las más íntimas experiencias vividas en el hogar (buenas o malas). En este caso Elián, a sus cinco años, nos mostraba a través de este simple dibujo su deseo de contarle a otra persona lo buena que es su vida conociendo a Dios.
El arte como nexo entre nosotros y los niños
Para nosotros, los más grandes, quienes tendemos a normalizar y simplificar todo de forma rutinaria e incluso inconsciente, el arte bien puede ser, la mayoría del tiempo, solo una herramienta utilizada para entretenernos y entretener. El problema con esto es que a la hora de aplicar lo artístico en la vida de los niños tendemos a hacerlo también como algo meramente recreativo, y aunque no hay nada de malo en sí en ello, muchas veces lo recreativo, al igual que sucede con la comida rápida, llena, pero no nutre.
Cómo iglesia podemos cometer este mismo error al ignorar, o normalizar, la realidad de que los niños están expuestos a nueva información a cada momento, asimilando automáticamente todo lo que ven y escuchan en su propio ser. Esto se agrava en casa, dónde ya sea con la música que escuchamos, los programas que se ven en la televisión, o incluso con películas y series con imágenes fuertes (las cuales creyendo que por ser niños no entenderán, se las permitimos ver) alimentando así también sus mentes.
Debemos tener siempre presente que ellos construyen día a día la persona que van a ser en el futuro, con los recursos que les brindemos hoy.
Saber esto debería ser una advertencia con mayor peso para muchos de nosotros quienes, siendo iglesia, tenemos el desafío y el compromiso de guiar a los más chicos en el camino del Señor, evitando relegar lo artístico a una simple distracción y aprovechándolo como uno de los recursos más valiosos que tenemos para acercarlos a Jesús.
En lo que respecta a mi propia experiencia, yo mismo fui un niño para quien el arte fue mi voz, y a la vez el medio por el cual conocí mejor al Señor. Esto fue gracias al gran trabajo de artistas como Felipe Saint o Rafael Hiatt, quienes además fueron mi mayor fuente de inspiración para querer ser dibujante y predicador; de esta forma, y a lo largo de los años, pude desarrollar distintos proyectos artísticos en los que, por gracia de Dios, el mensaje del Evangelio fue bien recibido y entendido. Es también gracias a ellos que hoy puedo ver qué tan importante y efectiva es esta maravillosa (y por momentos mediática) herramienta llamada arte, a la hora de presentar a Jesús como ese amigo cercano de todos, pero sobre todo de los más chiquitos.
Estoy seguro de que todos nosotros podemos nombrar a otros cientos de artistas conocidos y anónimos, que dedicaron y dedican sus vidas a buscar nuevas maneras de llevar a los niños a conocer a Dios, ya sea con letras tan pegadizas como «Yo tengo un amigo que me ama…», o con un simpático gauchito ventrílocuo; el mensaje de Jesús fue llegando y quedando guardado en muchos corazones que hoy están firmes en el camino del Señor. Jesús mismo utilizaba sus propios recursos para enseñar profundas verdades, de una forma simple y común a todos sus oyentes, aun a los niños. «Dejen que los niños vengan a mí», Mateo 19:14.
Viendo todo esto, podemos decir entonces que el arte como tal es uno de los recursos más valiosos con los que la iglesia cuenta para entender el corazón de los niños, y para bendecirlos y formarlos en el camino de la fe.