Viajemos en el tiempo por un instante hasta la última cena de Jesús con sus discípulos. Ahí hallaremos una situación súper incómoda, la cual reflejó lo que realmente había en el corazón de alguno de ellos.
Estaban en una cena, aunque no en una común, sino en la última que tendrían juntos. Jesús abrió su corazón con ellos, hablándoles acerca de que iba a ser la última vez que compartirían una pascua juntos. Siguió contándoles que sería entregado. Su cuerpo sería partido como el pan y su sangre derramada como el vino que estaban compartiendo en ese momento.
Siguió hablando acerca de que uno de ellos lo iba a traicionar. Imaginémonos haber estado sentados ahí. Creo que habrá sido un momento totalmente extraño. Como si el tiempo se hubiese detenido o pasara en cámara lenta. Un silencio sepulcral atravesaría la sala. Algunos sollozos romperían el silencio. Algunos se agarrarían la cabeza, otros se pondrían las manos en su rostro.
Pero, en ese marco tan “particularmente triste”, como las despedidas lo suelen ser, algunos de los discípulos rompieron el silencio. Aquí me imagino levantando el rostro buscando la voz de los que iban a decir algo, debería ser algo importante y alentador hacia Jesús. Pero, llamativamente, surgió una discusión totalmente inoportuna, desubicada, descorazonada y totalmente egoísta.
En San Lucas 22:24 dice que: “Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante”. El rostro de Jesús, con una mirada de sorpresa o quizás de decepción. ¿Qué pasaría por su mente? Yo creo que pensó lo siguiente: “Hace casi tres años que están conmigo, pero no entendieron nada”.
«El maestro estaba por entregar literalmente su vida por ellos y su única preocupación fue quién sería el más “popular” entre todos».
Ale Schön
Aquí yo agregaría a la historia a Jesús parándose, dando vuelta la mesa con todas sus fuerzas, con los platos, panes y vino volando por el aire y cayendo al suelo, derramándose todo. Pero, bueno, eso no fue lo que ocurrió, sino que Jesús con todo amor (y paciencia) les siguió enseñando sobre cómo los reyes oprimen a sus súbditos y como no debía ser así entre ellos, profundizando sobre la entrega, el amor y el servicio.
¿Egoísmo?
Jesús vivió todo tipo de situaciones en su relación con las personas, pero algo que sufrió, y mucho, es el egoísmo. Por eso, al analizar las palabras y acciones de Jesús comprenderemos por qué era tan tajante contra ello.
El egoísmo es el amor excesivo por uno mismo, y se ocupa solamente en aquello que es para su propio interés y beneficio, sin atender ni tener en cuenta las necesidades, opiniones, gustos o intereses de los demás. Alguien egoísta hace sentir y trata a los demás como si no existieran, o como si sus preocupaciones no importaran.
El apóstol Pablo escribió: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”. (Filipenses 2: 3-4 NVI)
Rasgos de una persona egoísta
- Piensa sólo en sí mismo/a.
- Busca sacar beneficios o ventaja.
- Es desconfiado/a
- Le cuesta agradecer o directamente no lo hace
- Se cree más importante que el resto.
- Le encanta recibir, pero no dar.
- Tiene falta de humildad.
- Le cuesta escuchar a los demás.
- Critica a todos.
- El mundo gira a su alrededor.
- Tiene falta de empatía.
- Culpa a los demás de sus errores.
¿Cómo dejar de ser egoísta?
- 1) Mirate al espejo
- Busca un espejo. Al mirarte, pensá y analizá tu vida acorde lo leído. El primer paso es encontrar si hay en vos rasgos o características del egoísmo. Sé que verse realmente al espejo no es tan sencillo como parece y se piensa. Especialmente cuando lo que debes hacer es buscar en profundidad tus propios defectos e imperfecciones. Buscar los defectos de los demás es más sencillo, pero los de uno, eso es otra cosa. ¡Mirarte y cuestionarte no es fácil, pero lo que se viene luego de eso es impactante!
- 2) Buscá opinión
- Todos contamos con personas sabias y sinceras, que nos dirán la verdad, aun sabiendo que no nos gustará lo que oiremos. Charlá con ellas y preguntales sobre vos, si te consideran egoísta. Sé que será muy duro si te lo afirman, pero confirmará lo que pudiste haber detectado y te potenciará a iniciar el camino hacia el cambio.
- 3) Tratá a los demás como querés que te traten
- Jesús dijo: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mateo 7:12 NVI). Si aplicamos este principio en todas nuestras relaciones y acciones, verás que será un desafío constante, pero al mismo tiempo una alarma interna que te activará a dejar el egoísmo atrás.
¿Cuál reino?
En esa última cena, Jesús les hablaba a sus discípulos acerca de los reyes, reinos y el trato a los demás. Él, dio cátedra acerca de no ser egoísta, amar y dar todo por los demás. Analizando esto, un mundo en donde reine el egoísmo sería catastrófico. Seamos personas que hagan que Su REINO venga. En la relación con nuestra familia, amigos, novia/a, esposa/o compañeros del trabajo, facultad, iglesia, etc., seamos quienes si, a lo mejor, hemos reconocido en nosotros rasgos de egoísmo, busquemos cambiar, ser como Jesús y contagiemos a los demás.
¿Te animás?