Sentarse juntos a comer. Algo tan simple, tan lindo y a la vez tan difícil de lograr en muchas familias. Compartir una rica comida juntos, charlar, reírnos, con el día a día y las rutinas que tenemos se vuelve un poco complicado.
Hoy en día las familias suelen tener horarios distintos, padres que trabajan y quizás comen al paso en la calle o en la oficina. Tal vez en muchos casos directamente se saltean alguna comida y los chicos comen en sus escuelas.
Sin embargo, hay un momento del día, en muchas familias sucede a la noche, donde sí podemos reunirnos y compartir la mesa juntos.
Por este motivo, querida mujer, quiero dejarte ideas para que el “sentarnos a la mesa” sea un tiempo de bendición familiar y también un momento saludable para relacionarnos de forma consciente.
Pensalo antes
Mi primer consejo es que no esperes a que sea la hora de la comida para elegir qué menú hacer. Simplifica este paso realizando un menú semanal, de esta forma podés ahorrar en tiempo y energía.
Tené en cuenta planificar para que en cada comida haya mínimo un vegetal y una fruta diferentes.
Y quizás mientras lees esto pensás: ¡Mi hijo no come vegetales, no va a querer comerlo! Y seguramente tengas razón, pero nuestra tarea es ofrecer alimentos saludables, para que esos alimentos dejen de ser unos desconocidos, pasen a ser conocidos y poco a poco aceptados por todos. Tené paciencia en este punto.
Respetar la mesa
Otro consejo que quiero compartirte es que podamos crear un ambiente de tranquilidad al comer. El estrés y la tensión son pésimos ingredientes al momento de una buena digestión. Por eso, proponer temas agradables, divertidos, es mejor opción.
Además, pueden como familia decidirse juntos a apagar pantallas al momento de compartir la mesa. Dejar los celulares a un lado y disponerse a conectarse entre ustedes.
Y este consejo es por dos motivos. Primero, porque muchas familias no se ven durante el día y el momento de la comida puede ser una gran excusa para relacionarse; y segundo, porque cuando comemos sin prestar atención, comemos en “piloto automático” y comemos de más. Entonces es bueno para cuidar también nuestra salud.
Y, por último, me gusta pensar cómo Jesús prepara una mesa para nosotros. En Salmos 23:5 dice “Preparas mesa delante de mí en presencia de mis adversarios. Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”.
La mesa no es un lugar para pleitos, al contrario, es lugar de defensa, de plenitud, un lugar para saciarnos física y espiritualmente. Me gusta pensar en que como mujeres podemos imitar la actitud de Jesús en preparar e invitar a nuestra mesa a quienes queremos para honrarlos y bendecirlos.