Cuando Jesús murió en la cruz por los pecados de la humanidad, en ese acto de máximo amor y sacrificio, el mundo conoció la bondad de Dios en todo su esplendor expresada en su Hijo. Es esa clase de belleza la que trasciende, la que se vuelve eterna.

Creo, en lo personal, que estamos viviendo un momento crucial como sociedad en donde muchos paradigmas se están rompiendo dentro y fuera de la Iglesia. El exceso de exposición por las redes sociales y la búsqueda constante de la productividad nos han vuelto personas que ya no disfrutan de los procesos (aunque no sé si como seres humanos disfrutamos del proceso de manera natural). 

Perseguimos el resultado y, por consecuencia, no nos detenemos a profundizar en las relaciones o en distintas áreas y eso es un síntoma de que todo ser humano lo vive pero que no logra detectar cuál es la causa de “eso” que le está faltando, y “eso” es profundidad. Cuando hablo de profundidad hablo de una espiritualidad saludable que nos hace ser conscientes de quiénes somos, de quiénes nos rodean, de la creación y por consecuencia de nuestro Creador.

«La espiritualidad nos ayuda a apreciar las cosas por lo que son y no por lo útil que nos pueden ser».

Jonathan Valdez, artista

En la era de lo pragmático, la belleza pasa desapercibida si ésta no nos produce un beneficio personal, como mínimo, placer. Ella fue un tema sobre el que muchos filósofos han desarrollado y creado diversas teorías tratando de poner un estándar a las personas o a los objetos creados. 

Está en nuestra naturaleza el querer comprender lo incomprensible, sin embargo, a la belleza no la podemos encasillar porque es imposible y antinatural, es como querer descubrir la fórmula para imitar los amaneceres cada día, no podríamos lograrlo

La belleza se renueva y está en el ser humano el perseguirla

Ella nos provoca, nos atrae, nos genera curiosidad por descubrir qué es lo que está detrás de lo que vemos, de la superficie. Si es una persona, buscaremos conocer su personalidad, sus deseos, su corazón y si es una obra de arte, querremos conocer al artista y cuál fue su inspiración.

Esta última ha sido mi principal búsqueda. Descubrir la fuente de inspiración detrás de los poemas en la Biblia, de cada historia narrada por Jesús y detrás de todo lo creado. Creo que como Iglesia hemos relegado a la belleza como algo superficial lo cual es, en muchos casos, sinónimo de vanidad. 

Pero siempre me ha generado curiosidad descubrir a qué se refería el poeta/ profeta David cuando sólo una cosa le pedía a Dios o, como dicen otras traducciones, demandaba, y en palabras de él era: “habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor…”(Salmos 27:4).

David tuvo acceso a la hermosura de Dios y fue esto lo que lo cautivó en cuerpo, alma y espíritu. Ni los reinos, ni las riquezas ni la gloria podrían reemplazar el lugar que tuvo el Señor en su corazón. En lo personal, como artista, creo que es nuestra responsabilidad perseguir esa belleza para poder plasmarla en obras de arte que atraigan a las personas a la fuente, a la inspiración original; a Dios y a la hermosura de su santidad.

Hay una clase de belleza que pasa desapercibida y es la que más me intriga. Y es esa que pareciera no estar pero que está presente. Cuando pienso en el sacrificio de Cristo en la cruz sería un loco pensar que hay belleza en ese momento cuando lo que se relata y lo que podemos llegar a imaginar es, en todo caso, la peor agonía que una persona podría experimentar. 

Ni las películas que han intentado retratar la pasión de Cristo le hacen justicia a la barbarie a la cual fue expuesto nuestro Señor; sin embargo, allí hay belleza. En el dolor, en el sacrificio, la hay.

En la novela de Fiódor Dostoievski titulada El idiota, el personaje llamado príncipe Myshkin hace una afirmación tan profética como peculiar: “La belleza salvará al mundo”. Aunque en realidad esta afirmación está implícita en una pregunta que le hacen a él acusándolo de que esta creencia nace por su “enamoramiento” sin fundamentos. 

Pero ¡cuánta verdad hay escondida detrás de esta afirmación! Es en la cruz, en el acto máximo de amor, al morir por toda la humanidad a causa de los pecados, que la bondad de Cristo es expuesta de la misma manera que lo fue su cuerpo a las torturas y las heridas. La Biblia afirma una y otra vez a través de los salmos que Dios es bueno (Salmos 107) y es interesante que la palabra para “bueno” sea la palabra hebrea tob que también significa “belleza”.

«Cuando Dios dijo que todo lo que había creado era bueno, en el libro de Génesis, también estaba afirmando que eso bueno que creó era, por consecuencia, bello.» 

Jonathan Valdez, artista

Allí, en el acto de mayor amor y sacrificio, el mundo conoció la bondad de Dios en todo su esplendor expresada en su Hijo, en su cuerpo lacerado. Es esa clase de belleza la que trasciende, la que se vuelve eterna y la que nos anima, nos atrae y nos inspira a dar nuestra vida en amor, en sacrificio vivo por la causa de su nombre. Es la que, como artista, deseo buscar todos los días de mi vida.

La bondad del Señor es también su belleza. No es como la que nos quiere vender Hollywood ni los influencers de Instagram, es una superior que debe ser apreciada a través de una vida en el espíritu que nos haga ser conscientes de la bondad de Él que se renueva cada día y que podemos verlo siempre que nos detengamos a contemplar un amanecer, a charlar con nuestros seres queridos, en nuestros tiempos de soledad, en la vida de comunidad y, por sobre todo, cuando hagamos “memoria” de su sacrificio por amor a nosotros. 

La belleza que nos vende el mundo es fabricada y, en última instancia, ególatra, pero aquella a la cual Dios nos invita cada día es para participar de su bondad, desearlo cada día para disfrutar de su hermosura, la cual está reservada para quienes deseen ir más profundo, más allá de lo ya conocido.

Para muchos, la belleza de Cristo nos es atractiva, y quizás allí está el misterio de la fe. Aun así, para quienes hemos experimentado su bondad entendemos que no hay persona más bella que nuestro Señor.

Y aunque el mundo desprecie este estilo, aquella que se esconde detrás del dolor, en el sacrificio, en el acto más puro de justicia y bondad, ¿estaremos nosotros lo suficientemente locos y enamorados para afirmar, como el príncipe Myshkin, que la belleza salvará al mundo? Yo creo que sí.

Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos(Isaías 53:2, RVR1960).

Como Cristo

Quisiera vivir cada día con mis brazos extendidos, como Cristo.

Quisiera en mi último suspiro decir consumado es, como Cristo.

Pero no podría llevar este madero si no es contigo, mi Cristo.

No podría dar mi vida sin antes tocar tus heridas y hacerlas mías. Que mis ojos, como los tuyos, vean belleza en donde no la hay.

Y que mi corazón la refleje en un acto de bondad.

Que el pan de cada día sea partido como mi vida quebrantada en tu presencia; y así beber del cáliz de la voluntad de nuestro Padre.

Jonathan Valdez
Es artista y comunicador, músico, escritor y poeta que también se desarrolla como productor musical, editor de libros y gestor cultural. Autor del libro de poesía “Despojarse”. Fundador de la comunidad de artistas Somos El Consuelo y de la escuela de Arte, creatividad y espiritualidad llamada LEVART.