Quizás esta sea la primera vez que lo digamos, quizás esta sea la primera vez que hablemos y contemos bien la historia de “nuestra esencia”.
Como banda hemos pasado por diferentes etapas, un poco relacionadas a la edad, otro poco al momento que vivíamos. También en esas etapas influyó mucho la madurez de cada uno, las personas que nos rodeaban. Muchos “condimentos” que estuvieron en juego detrás de cada disco de Seven.
Detrás de cada canción no había solamente una historia de parte de Dios para contar, sino que también entraron en juego todas estas “cositas” que pocas veces (o nunca) contamos.
Una vez un productor amigo nos dijo: “Cada disco es una foto de ese momento de la banda” y así fue para nosotros, sin duda.
El primer disco (que muchas veces lo vemos y no lo podemos creer) tiene pop, tiene baladas, tiene un reggae con una fusión de rap. También podemos decirles que tiene lágrimas, risas, tiene discusiones y momentos tensos. Tiene amigos, tiene familia, tiene gente que dijo: “Qué bueno lo que hacen” y gente que dijo: “Búsquense un buen laburo, muchachos”.
Tiene la ilusión de cuatro chicos de entre 14 y 17 años de querer tocar, viajar, grabar. Tiene nuestros sueños, tiene nuestra cero experiencia. Tiene muchas cosas, pero hay algo que tenía y tiene y que para nosotros es innegociable: Dios, Jesús y el Espíritu Santo. Ellos son lo más importante.
La historia continúa para nosotros. Seven estaba respondiendo al llamado de Dios para nosotros. Nosotros queríamos (y queremos) dedicarle nuestros años de juventud a Cristo. Llegaron los primeros viajes, giras, habíamos salido en la tele junto a bandas muy famosas, entrevistas y qué lindo era todo eso. ¡Estábamos cumpliendo nuestro sueño!
Llegó el segundo disco (La mejor versión de mí). El estilo musical cambió muchísimo. Ahora se escuchaba algo más pop-punk, muy fiel a la música que los integrantes de la banda escuchamos en la adolescencia. Ya nos encontrábamos en “otra posición”. Nos habíamos equipado mucho más, teníamos mejores instrumentos, teníamos un rider, operador de sonido y luces, teníamos un manager, alguien que nos manejaba las redes.
Habíamos grabado el disco en uno de los mejores estudios de Argentina, mezclado y masterizado con gente muy grosa del ambiente. Comíamos asado con las legendarias bandas cristianas y compartíamos escenario con “pastores famosos”. Muchas visualizaciones en YouTube y varios oyentes mensuales en Spotify. ¡Era un gran momento!
Sin duda, estábamos agradecidos con Dios por todo lo que estábamos viviendo, no nos atribuíamos nada, pero habíamos trabajado e invertido mucho. Como verán, cambiamos bastante en esos pocos años. De alguna forma, habíamos crecido, por así decirlo. Pero dentro de todo esto, dentro de cada uno de nosotros, había algo que era y es innegociable: Dios, Jesús y el Espíritu santo..
Volver a “ese” lugar
Luego de estas “dos etapas” que pasamos, algo se rompió en nosotros y entre nosotros. Y sí, nos replanteamos seguir. Era el mejor momento de la banda, totalmente, pero nosotros nos replanteamos si seguir o no. ¿Qué había pasado?
Dios nos llevó a nuestra esencia. Dios nos llevó a nuestro lugar inicial, nos llevó al lugar del cual nunca deberíamos haber salido. ¿Pero estaba mal todo lo que habíamos logrado? No, para nada, estaba bien. Pero eso que nosotros nunca negociábamos parecía ser mucho más fuerte esta vez, mucho más demandante para la banda, para todo lo que hacíamos.
Nos dimos cuenta de que en el deseo de crecer, de tocar, de grabar, de viajar, habíamos descuidado un poco esa esencia, que si bien era innegociable, muchas veces se vio afectada por nosotros mismos.
Fue en ese momento cuando Lalo Salazar, escribió A mi esencia, iniciando una nueva etapa de Seven. Fue en ese tiempo, donde nos empezamos a inclinar más a hacer worship. No porque en los anteriores estilos musicales que habíamos hecho no se pudiera adorar a Dios, sino porque nosotros sentimos que este era el correcto para lo que Él nos venía pidiendo.
Sin pensarlo, sin darnos cuenta, esta etapa fue un antes y un después. Cada vez que tocábamos, era sentirnos “en casa”.
Era mirarnos y decir, era esto y siempre fue esto. Siempre se trató de ellos tres, de lo innegociable para nosotros, de Dios, de Jesús y del Espíritu Santo. Podemos volver a cambiar estilos, podemos volver a cambiar estéticas, podemos cambiarlo todo, pero cuando sabes y conoces tu esencia, no solo se torna innegociable, sino que en algún momento “explota” para mostrar quién realmente sos.
Y Seven es eso: Dios, Jesús y el Espíritu Santo. Volvimos a lo que siempre fuimos. A lo que éramos cuando no teníamos siquiera un nombre para la banda, pero teníamos esencia.