En la iglesia, no se trata solo de tener una relación personal con Dios, sino de construir una comunidad sólida donde el amor, la devoción y el compromiso sean el fundamento. La devoción sin compromiso es una relación espiritual incompleta, y la comunidad cristiana debe reflejar ambos aspectos de manera equilibrada para caminar juntos en el propósito que Dios tiene para nosotros.
“La devoción y el compromiso van de la mano, pues devoción sin compromiso es una prostitución espiritual, es una relación con Dios que literalmente prostituye a la iglesia. Si no hay compromiso no hay libertad, ni relación, ni vínculo.”
Esta afirmación resuena profundamente en la iglesia actual. Como cristianos, a menudo podemos caer en el error de enfocarnos solo en la devoción personal, orar y asistir a reuniones, pero sin un compromiso tangible con nuestros hermanos en Cristo o con nuestra misión en el mundo. Para que la comunidad florezca, la devoción debe ser acompañada por un compromiso activo de servicio y entrega.
La historia de Rut es un ejemplo clave de lo que significa vivir una devoción comprometida. Ella no solo tenía una profunda devoción hacia Dios y su suegra Noemí, sino que también asumió la responsabilidad de trabajar incansablemente, aún en circunstancias adversas. Rut se levantaba temprano cada mañana para recolectar espigas y cuidar de Noemí, mostrando un compromiso tangible con lo que estaba en sus manos.
“Rut es devota, pero también se levanta a las seis de la mañana, va al campo, levanta la espiga, multiplica lo que tiene, trabaja, se para en el refugio, es entendida en los tiempos, tiene un compromiso. ¿Con qué? Con lo que tiene en la mano, con lo que está cercano, con aquello que le queda, con los trozos de la vida que le quedan.”
Esta imagen de Rut trabajando fielmente no solo es una lección de devoción y compromiso individual, sino también un llamado a toda la iglesia para vivir en comunidad. En un tiempo de caos, violencia y destrucción, como el que enfrentamos hoy, la gente no busca templos o rituales vacíos, sino una comunidad donde puedan refugiarse y caminar juntos en el propósito de Dios.
“Más que un templo y liturgia necesitamos una comunidad que se llame Centro de Alabanza, donde la gente esté en grupos pequeños y comparta con los otros, donde el pastor no puede llegar a todos. Porque no se trata de un hombre arriba de una plataforma, sino de cómo todos construimos el reino de los Cielos.”
Este tipo de comunidad no se forma de manera pasiva, requiere de todos los miembros un compromiso real. Es un esfuerzo colectivo de construir relaciones basadas en el amor de Cristo, en donde todos se preocupan unos por otros, donde cada uno tiene un rol y una misión.
Además, este compromiso no es algo que podamos hacer por un tiempo limitado o en función de nuestras emociones. Se trata de una decisión consciente de vivir en comunión con los demás, asumiendo el riesgo de caminar juntos, incluso cuando las circunstancias sean difíciles.
“Cuando tomamos las decisiones correctas, Dios está detrás. Por eso, el compromiso produce algo en el corazón de Dios, un compromiso real, concreto, de sumar a la devoción y el esfuerzo.”
La iglesia necesita ser ese refugio, un lugar donde las personas encuentren identidad, propósito y amor verdadero. Tal como Rut halló refugio bajo las alas del Todopoderoso, la comunidad cristiana debe ser ese lugar seguro donde el amor y la gracia de Dios son evidentes en el día a día.
Así como Rut encontró un nuevo futuro al comprometerse con su familia y comunidad, también nosotros, como iglesia, encontraremos plenitud en Cristo cuando combinemos devoción y compromiso en nuestras vidas. En estos tiempos de incertidumbre, necesitamos recordar que Dios ve nuestro esfuerzo y compromiso, y que siempre hay un plan mayor cuando decidimos caminar juntos en su voluntad.
Una nota inspirada en https://cdarawson.com/el-refugio/