Secilio Villalba nació en el año 1978 en un rancho precario de la localidad de Santa Luisa, no muy lejos del cauce del río Salado, en Santiago del Estero.
Él es el cuarto de doce hermanos, de los cuales Secilio y dos de sus hermanas nacieron siendo “no videntes”. Alegre, divertido, soñador, emprendedor, valiente. Lo caracteriza su simpatía, representada en la singularidad de su tonada santiagueña y sus respuestas suaves y pausadas. Está imposibilitado de ver con sus ojos naturales, pero tiene una capacidad extraordinaria de visualizar y perseguir un destino.
LC: ¿Qué significa para vos haber nacido no vidente?
SV: Para mí, al principio, haber nacido ciego no fue nada sencillo, pero a medida que fui creciendo se me fue haciendo natural y me di cuenta de que esa condición física no me podía impedir desarrollarme y hacer un montón de actividades y cumplir mis sueños.
LC: ¿Cómo fue tu niñez?
SV: Siempre fui divertido y me gustaba mucho jugar con mis hermanos y vecinos. Jugaba a las escondidas, aunque era el primero al que encontraban y yo nunca encontré a nadie (se ríe), pero para mí lo importante era poder participar. Recuerdo que siempre estaba en casa, no tenía mucho contacto con la sociedad.
Mi familia era muy pobre, a veces no había para comer ni pan, tampoco para vestirse. Comíamos de lo que nos daba la naturaleza, de lo que se cosechaba. Por eso siempre trabajé ayudando a mis padres como podía. Hice carbón, coseché algodón, poroto, maíz y junté aceitunas. Más allá de las necesidades, tengo un lindo recuerdo del rancho en donde crecí, porque aun sin tener nada, teníamos todo el amor y el cariño de nuestros padres.
LC: El hecho de no poder ver, ¿te hizo desarrollar aún más los otros sentidos?
SV: Sí, claro, yo percibo y conozco a través del oído y del tacto, así que para mí son fundamentales. Por ejemplo, sé diferenciar todo tipo de motores, autos, motos, camiones, etc. A las personas también, porque memorizo sus voces muy rápido y reconozco a cualquiera ni bien habla.
Mira que importante será, que cuando juego al fútbol sé dónde está la pelota por el sonido. Con el tacto pasa lo mismo, una vez que tengo la oportunidad de reconocer un relieve, lo memorizo. Por ejemplo, puedo reconocer modelos de autos por haberlos tocado antes.
Tragedia y tristeza
La madrugada del 3 de noviembre del año 2010, la fatalidad golpeó la puerta del bullicioso y humilde hogar. Don Lucas Evangelio Villalba y doña Santos Regina Mazza viajaban a la ciudad capital de Santiago del Estero en un colectivo que circulaba a gran velocidad. Sin duda, la tragedia fue obra de la imprudencia, catorce pasajeros murieron en el accidente, entre ellos el matrimonio Villalba, que había dejado esperando en el rancho de Santa Luisa a sus doce hijos, algunos de ellos siendo niños todavía.
LC: ¿Qué recuerdo tienes del día del accidente de tus padres?
SV: Mis padres se fueron de mi casa como a las 21:00, y al otro día a la mañana vino alguien a preguntarnos por cuál empresa habían viajado. En ese momento prendimos la tele y la radio y ya se hablaba del accidente, porque el pueblo estaba conmovido ya que la mayoría de la gente era de la zona.
Sabíamos que ellos estaban en ese micro y sabíamos que había catorce muertos, pero no sabíamos si ellos estaban entre las víctimas fatales o no. Recién a las 15:00 escuchamos en los medios que daban el nombre de mi padre, y como a las 16:00 llamé a un conocido que estaba en la morgue y me confirmó que mi mamá también estaba entre los fallecidos.
LC: Tu papá era el sostén de la casa, ¿qué pasó después?
SV: A partir de la muerte de mis padres todo cambió, algunos de mis hermanos empezaron a emigrar. Quedamos en Santa Luisa los hermanos no videntes al cuidado de los tres hermanos más chicos. Pero al poco tiempo nos tuvimos que ir del lugar de nuestra infancia buscando mejorar la condición en la que nos encontrábamos.
«Me tocó un poco ponerme al frente de las decisiones de la familia»
Secilio Villalba, deportista no vidente
Entonces, pudimos vender unos animales y algunas cosas y nos mudamos a Burru Yacu, un pueblito de la provincia de Tucumán, en donde compramos un terreno y donde vivimos actualmente.
LC: Se propusieron estudiar. ¿Cómo fue esa experiencia?
SV: Mis hermanos menores estudiaron y pudieron terminar la secundaria completa, pero también nos ayudaron a los tres no videntes a concurrir y terminar con la escuela primaria. Fueron tres años de mucho esfuerzo, sobre todo, porque al estar tan lejos, teníamos muchas horas viajando en colectivo. Anhelábamos, aunque fuera, poder tener la primaria terminada, y lo logramos.
LC: ¿Cómo conociste a Dios?
SV: Yo nací en un hogar cristiano. De hecho, mi papá fue pionero en llevar el Evangelio a esos montes santiagueños.
«Lo bueno es que, a pesar de nuestros errores, hoy los doce hermanos estamos firmes en Dios»
Secilio Villalba, deportista no vidente
En mi caso, como soy deportista, participo del movimiento de Atletas de Cristo, y está bueno porque pude ir conociendo gente que comparte las cosas que me gustan.
LC: ¿Quién es Dios para vos?
SV: Es el creador, quien me dio la vida, Él que me guarda, me cuida. Siempre le digo: “Si Tú permitiste que yo viniera a este mundo en estas condiciones, ¡Tú te tienes que hacer cargo de mí!”. Por eso es por lo que sé que Él siempre me cuida, por ejemplo, una vez yo estaba cosechando algodón y me mordió una serpiente venenosa que estaba en el tallo de la planta, todos se preocuparon, pero no me pasó nada.
LC: ¿Te enojaste con Dios por haber nacido ciego?
SV: No sé si enojarme, pero no te voy a negar que sí lo he cuestionado en mi niñez y en mi juventud. Sentía que me sobreprotegían, que siempre dependía de otros para salir, para andar o para cualquier cosa.
LC: ¿Te enojaste con Dios por la muerte de tus padres?
SV: No, porque a medida que fui creciendo aprendí a no preguntarle a Dios “por qué”, sino “para qué”.
«Entiendo que lo que Dios permite es con algún propósito»
Secilio Villalba, deportista no vidente
LC: ¿Cómo se dio que empezaste a hacer deporte?
SV: Siempre supe que existía el fútbol para ciegos, pero como vivía en un pueblo alejado de la ciudad me era imposible practicarlo. Recién a los 35 años, ya estando en Tucumán, hablé con unos conocidos que me llevaron. Juego para el equipo de la Universidad Nacional de Tucumán.
En el caso del atletismo no sabía nada, me invitó un amigo a una carrera de 10 K y me apasioné. Después, con mi entrenador José Luis Ledesma, pude ir a correr la maratón de Buenos Aires y otras carreras importantes. A mis 43 años, me siento muy bien para jugar al fútbol, correr y hacer gimnasia. Por eso es por lo que hago el esfuerzo de subirme al colectivo y viajar 60 km hasta la capital, porque disfruto de ir a jugar.
LC: ¿Qué te hace sentir el deporte?
SV: Alegría, emoción. Aunque somos deportistas adaptados, la pasión es la misma que la que siente cualquiera. Cuando hago un gol siento lo mismo que todos, es difícil de explicar, salgo corriendo a festejar y por ahí me choco con alguien, pero la alegría es la misma.
LC: ¿Un sueño pendiente?
SV: Lo del deporte fue un sueño cumplido. Ahora me gustaría poder vivir más cerca de la capital tucumana. Le envié una carta al gobernador de Tucumán, pero nunca me contestaron. Solicité la adjudicación a mi familia de una vivienda en la ciudad de San Miguel de Tucumán, porque Burru Yacu está lejos, son 60 km de distancia y aquí no tenemos las mismas oportunidades.
Nosotros, viviendo en Tucumán, podríamos, con mis hermanas no videntes, continuar estudiando la secundaria para ciegos, y a la vez mis hermanos menores, que terminaron la secundaria, podrían asistir a la universidad.
«siempre tuve el sueño de tener un emprendimiento propio, un desarrollo comercial personal»
Secilio Villalba, deportista no vidente
LC: ¿Qué cosa te mejoraría la calidad de vida?
SV: Me gustaría tener un bastón inteligente, de esos que tienen sensor, y una computadora, con la que tal vez yo podría trabajar.
LC: ¿Qué es lo más difícil de salir a la calle?
SV: ¿Difícil?, no sé, hoy en día me siento muy confiado, tengo autonomía para andar. Lo único es que trato de no andar de noche por la inseguridad.
LC: ¿Qué fue lo más loco que te pasó en la calle?
SV: Una vez tenía que volver a mi casa, pero tenía que hacer tiempo porque faltaban horas para que pasara el colectivo. Estaba a cuatro cuadras de la parada y tenía que cruzar cuatro calles. Cuando me acerqué al primer cruce, una mujer me ofreció ayuda, y cuando pasé del otro lado, me quedé contra una pared unos 15 minutos.
Luego seguí hasta el otro cruce en donde me ofrecieron ayuda y repetí la espera. Así lo hice en todas las calles y tardé como una hora en llegar a la parada. En el último cruce reconocí la voz de la mujer que me ayudaba y le pregunté si ella era quien me había asistido en los tres cruces anteriores, y me dijo: “¡Sí, soy un ángel que te cuida!”. Entonces me pregunté por qué no se quedó charlando conmigo todo el tiempo (ríe).