Somos como un árbol del Señor para su gloria y, siendo quienes somos en Cristo, daremos frutos para la gloria a Dios.
La Biblia varias veces hace referencia a que el hombre es como un árbol, quizá el más conocido es Salmos 1:3 “Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos: llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan…” (RVC). También en Isaías 66:3b dice: “Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria”.
Y en Génesis leemos que en Edén había dos árboles que tenían una relación muy particular con Adán y Eva los cuales daban frutos diferentes. Estos ejemplos encierran enseñanzas muy profundas para la vida del creyente.
Primero me gustaría decir que cada árbol multiplica su propia especie. Somos árboles del Señor para su gloria y siendo quienes somos en Cristo, daremos frutos para la gloria a Él. Segundo, Jesús hizo referencia a sí mismo que era un tipo de planta. Juan 15:1 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador”.
«Al decir que es la “vid verdadera”, significa que hay otras que son falsas»
Daniel Etchart, pastor y profesor de JUCUM
La vid verdadera está íntimamente relacionada con el Padre quien la cuida y que hace todo lo necesario para que dé fruto a su tiempo. La manera en que Jesús dio “frutos verdaderos” se relaciona en su unión con el Padre y en la confianza que tenía en su voluntad.
¿Cómo podemos unirnos a la “vid verdadera” para dar frutos así? La obra de Cristo en la cruz es donde esta unión se llevó a cabo. Con Él fuimos crucificados, muertos, sepultados y resucitados. En la cruz se produjo nuestra conexión con la vid verdadera, la vida de Jesús.
Colocando nuestra fe en Él abrimos la puerta para experimentar una unión espiritual con esta vid. Ahora, una vez unidos a ella, el Padre se transforma también en nuestro labrador y eso significa que podemos confiar en su trato, su voluntad, como lo hizo Jesús. El Padre como labrador hará todo lo necesario para que llevemos frutos verdaderos, por eso nos lleva por un camino guiados por el Espíritu Santo y nosotros solo podemos creer y confiar en Él.
«El desierto fue parte del camino de Jesús, y a veces pasamos tiempos de desierto, para que nuestras raíces, nuestra confianza en Dios se profundice»
Daniel Etchart, pastor y profesor de JUCUM
Otras veces el Padre, a través de situaciones difíciles, podará áreas en nuestra vida que no dan frutos.
Si estamos y permanecemos unidos a la vid verdadera daremos frutos verdaderos. ¿De qué frutos estamos hablando? De los que produce el Espíritu Santo en cada creyente y que fluyen desde nuestro interior. Gálatas 5:22-23: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.
¿Qué puede impedir que los frutos del Espíritu Santo fluyan a través de nosotros?
La Biblia nos habla de que la carne es lo que se opone a la vida del Espíritu. Si nos guiamos según la carne, daremos fruto de muerte, pero si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, el que daremos será de vida.
“Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque esta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden hacer lo que quieren” (Gálatas 5:16 -17).
A la carne la podemos identificar por lo que produce (Gálatas 5:19-21) y en el creyente ella tiene lugar cuando este vive confiando en sí mismo y en sus recursos para hacer su propia voluntad. Quizá podríamos decir que la carne es una “vid falsa”.
«Jesús vivió guiado por el Espíritu Santo, quien le daba la capacidad de conocer la voluntad del Padre y el poder para llevarla a cabo»
Daniel Etchart, pastor y profesor de JUCUM
Por eso vemos a Jesús lleno de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. La única vida verdadera es la de Cristo y el único que produce los frutos verdaderos es Cristo viviendo su vida en nosotros por medio del Espíritu Santo.
Gálatas 5:24-25: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu”.
Tenemos la vida abundante de Cristo en nosotros, y el Padre nos invita a que por medio de la fe vivamos desde esa realidad espiritual. Como mencioné al principio, multiplicaremos el árbol que somos. Somos de Cristo, es una realidad eterna e invisible, que producirá en nosotros frutos de vida para un mundo sin vida y sin Dios.
El Señor desea producir los frutos de Cristo en nosotros para dar a conocer al mundo su carácter, su amor y su persona. Podemos responder humildemente al reconocer que lo necesitamos y decidir confiar en Él cada día obedeciendo la guía del Espíritu Santo.