La sexualidad, trascendiendo lo puramente biológico o psicológico, emerge como un aspecto espiritual que conecta al ser humano con lo trascendente, un propósito mayor, y un diseño intrínseco. Para aquellos que creemos en Dios, la sexualidad se revela como una pieza clave en el entendimiento de cómo y para qué fuimos creados, con la necesidad de poder conocer, hablar, preguntar e investigar el desarrollo de esta preciosa dimensión del ser humano. Si logramos mirarnos, comprendernos, aprender, seguramente podremos no sólo corregir lo que no está funcionando, sino poder disfrutarla, que para ello nos ha sido dada. Veamos dos dinámicas importantes que intervienen en el desarrollo de nuestra sexualidad.
Desarrollo Psicosexual Funcional:
La premisa de que «nacemos sexuados, pero aprendemos a ser sexuales» resuena fuertemente con la teoría del desarrollo psicosexual propuesta por el psicoanálisis. Desde el momento del nacimiento, los seres humanos traen consigo una identidad biológica sexual, pero es a lo largo del proceso de desarrollo psicosexual que se moldean las expresiones y comprensiones más complejas de la sexualidad.
Comprobamos desde esta teoría y desde la simple observación, que la sexualidad no está relegada exclusivamente a la etapa adulta, sino que se manifiesta de manera temprana en la infancia. Cada fase del desarrollo psicosexual, desde la oral hasta la genital, despliega una serie de experiencias y conflictos que influyen en la formación de la identidad sexual y en cómo una persona se relaciona con su sexualidad a lo largo de la vida.
La idea de que «nacemos sexuados» conecta con la noción que la sexualidad es intrínseca y se encuentra presente desde las etapas más tempranas del desarrollo. Sin embargo, la segunda parte de la premisa, «aprendemos a ser sexuales», refleja la influencia del entorno y las experiencias en la configuración de la expresión y comprensión de la sexualidad a lo largo del tiempo. Las interacciones con cuidadores, las normas sociales y las experiencias emocionales desempeñan un papel clave en la formación de actitudes y comportamientos sexuales.
Este desarrollo psicosexual, comienza en el bebé con la etapa oral, donde explora el mundo a través de la boca, reflejando la conexión de la nutrición, con las primeras experiencias de placer y displacer. La etapa anal (etapa donde se produce la superación del “pañal”), introduce la noción de control y límites, preparándonos para comprender la importancia de la autorregulación en la vida sexual adulta.
La fase fálica marca el despertar de la conciencia sexual, llevando consigo una conexión con el descubrimiento de las diferencias de los sexos, del amor y la intimidad. La etapa latencia refleja la preparación para la madurez, fase de muchísima importancia ya que los niños dejarían de tener tanta curiosidad por lo sexual, llevando su atención a otros saberes. Etapa hoy interrumpida por la hipersexualización que la cultura de este tiempo impone, generando los desajustes que hoy vemos en la infancia (más cantidad de niños abusados de diferentes maneras, déficits de atención, aislamientos, ansiedad y depresión infantil, etc.) Finalmente, la fase genital representa la culminación de este viaje, donde la conexión de la sexualidad con su propósito profundo se manifiesta en plenitud luego en la vida sexual adulta.
Tipos de Apego y su Conexión con las Relaciones Interpersonales:
Otra dinámica importante para el desarrollo de nuestra sexualidad es el apego, que se refiere al vínculo emocional profundo y afectivo que se establece entre una persona y otra, especialmente en situaciones de cuidado y cercanía. La teoría del apego, desarrollada principalmente por el psicólogo J. Bowlby, sugiere que los seres humanos tienen una necesidad innata de formar relaciones afectivas, especialmente con las figuras de apego primarias, que suelen ser los cuidadores principales, como los padres o cuidadores principales.
El apego se desarrolla a lo largo de la vida, pero las primeras experiencias de apego, especialmente durante la infancia, tienen un impacto significativo en la formación de patrones de relaciones interpersonales a lo largo de la vida.
En su teorización, propuso distintos tipos de apego. El apego seguro se relaciona con relaciones adultas caracterizadas por la confianza y la intimidad. El apego ansioso ambivalente puede vincularse con una necesidad constante de validación, mientras que el apego evitativo puede manifestarse como la tendencia a evitar la cercanía emocional.
Impacto Positivo en la Vida Adulta: Este enfoque destaca cómo un desarrollo psicosexual funcional, guiado por experiencias de apego seguro, se convierte en una potencial expresión de la plenitud sexual humana.
Impacto Negativo en la Vida Adulta: En contraste, las experiencias traumáticas o disruptivas, junto a la ausencia o errada información sobre sexualidad, afectan y desvían su funcionalidad. Los desafíos en la vida adulta se ven como invitaciones a buscar la restauración y reconexión con el propósito real de nuestra sexualidad.
Uniendo Hilos para una Sexualidad Consciente: Al reconocer la dimensión espiritual de la sexualidad y entrelazarla con las distintas dinámicas psicológicas, creamos un marco integral que celebra la conexión entre lo físico, lo psicológico y lo espiritual. Recordemos, 1 Corintios 6:19-20, ‘¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios’. Esta perspectiva nos invita a explorar nuestra sexualidad con reverencia y consciencia, recordándonos que cada aspecto de nuestra experiencia humana, incluso este, puede ser parte de un diseño que busca nuestra plenitud y conexión, además de la manifestación de nuestro Creador.