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El cansancio que destruye

En esta época del año podemos vernos impactados por el recorrido transitado hasta aquí. Tiempo, recursos, proyectos y sueños por los cuales luchamos día a día empiezan a pesar cada vez más en nuestras fuerzas. 

Podemos sentirnos agotados. Necesitamos prestar atención a que el cansancio nos irrita, nos vuelve vulnerables a enojos desmedidos, trasladando reacciones exacerbadas a problemas cotidianos. Corremos el peligro de dañar a otros y dañarnos a nosotros mismos cuando estamos agotados. Esto abre una variable que tal vez no tengamos en cuenta, y es que el problema puede ser que no esté en el otro. 

Si desestimamos esta alternativa, podemos entrar en un espiral descendente en el cual estamos constantemente buscando más soluciones que el otro nos deba dar, y menos acciones que impliquen una responsabilidad personal. Estaríamos errando al blanco pensando que acertamos. 

Es de vital importancia tener registro de estos aspectos, ya que esos daños pueden ir creciendo mientras más insistamos en sostener estructuras que dejen de lado el descanso. Estos conflictos suceden cuando no logramos tener dominio propio de nuestras emociones y pueden indicar una información que necesitamos escuchar. 

Estas nos aportan valiosos recursos para poder reflexionar en elegir una opción eficaz a la hora de comunicar nuestros pensamientos. Sin embargo, si todo este proceso se ve influenciado por el agotamiento existente y que, paulatinamente, se acumula, nos volvemos personas inconstantes. 

Por ende, a causa del cansancio, tendemos a pensar menos y reaccionar más. Esclavos de lo que ocurre externamente y menos atentos a lo que nos pasa internamente. “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.” (San Mateo 11:28 RVC) Esto dice el Señor Soberano, el Santo de Israel: «Ustedes se salvarán sólo si regresan a mí y descansan en mí. “En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza; pero no quisieron saber nada de esto”. (Isaías 30:15 NTV)

Pueden existir incluso ideas para abandonar muchos de los caminos que estamos transitando. Intentando solucionar el problema, es valido que aparezcan estas alternativas. Sin embargo la respuesta no estará en dejar todo, ni tampoco en estar participando de múltiples actividades. 

Ni la opción A ni la B, la opción C. Cristo. Nuestro descanso no está en el exceso de ambas propuestas sino en una persona. Cristo ordenando nuestras prioridades es fundamental para tener salud integral. Cuerpo, alma y espíritu. 

Cuando decidimos ir hacia Jesús voluntariamente es cuando encontramos el descanso que necesitamos. Cuando tomamos la elección de decir “no” a otras fuentes y “sí” a Dios, quién nos fortalece, rompemos el patrón. 

Si hacemos siempre lo mismo vamos a tener el mismo resultado. Pongamos un límite a todo aquello que nos termina dañando, incluso a lo que aparenta ser positivo como el tener una rutina llena de compromisos. 

Accionemos de manera práctica, cambiando hábitos por otros que prioricen la relación personal con Cristo. En momentos aun de mucha actividad, volver a sostener la prioridad más importante es garantía de que no solo llegaremos, sino que lo haremos de una manera saludable. 

Descansamos diciéndole que sí a Cristo. Descansamos deseando solo una cosa. Y el Señor le dijo: «Mi presencia irá contigo, y te haré descansar.» Éxodo 33:14 RVC.

“Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece”. Salmos 55:22 DH

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