“No es que ya lo haya conseguido todo o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también.” (Filipenses 3:12-15)
Cada vez que hablamos de Jesús, estamos recibiendo una invitación a construir una vida de fe. Tener una relación con Él, lo demanda. La Palabra es clara,“sin fe es imposible agradar a Dios”.
Aunque muchos saben esto, me encuentro con otros tantos que no comprenden cómo es la vida de una persona llena de fe. En el apóstol Pablo encontramos un ejemplo para muchas cosas. Entre esas, de cómo vivir una vida de fe sólida, y pocas enseñanzas reflejan mejor esto que las palabras que encontramos en la carta a los filipenses.
El apóstol que les escribe está preso, y en cada línea podemos leer cómo a pesar de su realidad desafiante, su fe era inconmovible, así como lo es el Reino de los Cielos. Veamos a través de algunas de sus declaraciones cómo vive una persona de fe:
Siempre va por más
“No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto.”
El primer aspecto que se observa en una persona de fe es que siempre avanza por más. Desde esta humildad, reconoce que no es perfecto, y que tiene todo por delante. Cuando sabemos que nuestra fe está posicionada sobre lo que Cristo ya alcanzó, tenemos un sano inconformismo por ir por más y ser perfeccionados.
Por el contrario, la incredulidad y el conformismo suelen ir de la mano. La mentalidad que nos hace quedarnos de brazos cruzados, por lo general no reconoce que esperar más de lo que Dios tiene en sí mismo es un acto de fe. Si Cristo logró todo, ¿qué nos separa de ello? ¡La fe! Confiar en lo que Él ya alcanzó es nuestra esperanza para el mañana, y nuestra garantía de que viviremos cosas aún más grandiosas en Cristo Jesús.
Vive por un propósito superior
“…sigo esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí.”
Pablo encontraba sentido pleno alineando su vida al motivo por el cual el Señor lo puso en la tierra. Después de haber tenido una conversión dramática, Saulo de Tarso comprendió que su vida sólo tenía sentido viviendo en el propósito por el cuál Jesucristo lo había alcanzado.
¿Qué significa esto? Que Pablo no desperdiciaba su vida en lo pasajero e intrascendente, sino en una realidad eterna. Vivir para un propósito superior es propio de una persona de fe que sabe que en la tierra sólo está de paso, y que vale la pena acumular tesoros en los cielos.
Con esto no quiero decir que nuestra fe no sea útil para nuestros problemas en la tierra, por el contrario. Pero los hombres y mujeres de fe construyen su vida teniendo la mirada en Cristo, y no en la gente, en cuestiones materiales o pasatiempos sin sentido. Por eso, esa misma fe nos permite experimentar el contentamiento.
No está atada al pasado
“Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás…”
Para una persona de fe, su pasado es algo que debe estar resuelto. Es imposible avanzar hacia lo que Dios tiene delante nuestro, si aún estamos atados al ayer. Quisiera mencionar dos maneras con las que el enemigo puede implicarnos con el pasado, como para ver nuestra vida estancada en su capacidad de avance en la fe.
Primero, aquello negativo que vivimos. Podemos haber tenido traumas, heridas o también errores, que se convirtieron en algo de lo que el enemigo nos tiene agarrados. Por eso, nuestros pensamientos y emociones constantemente se ven enfocados en estos hechos. En segundo lugar, nuestras victorias del pasado. Porque el enemigo se aprovecha también de lo que logramos ayer para llevarnos a sentir que eso es todo lo que podemos alcanzar. Pero no lo es. Una victoria pasada solo es una anticipación de victorias mayores, para una persona de fe. Sea lo primero o lo segundo, toda la gloria sea dada a Jesús que nos permite ser libres de todo lo que algún día nos ató.
Persevera en la carrera sin detenerse
“…esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta…”
Por último, la imagen que el apóstol presenta es la de una carrera, y la comparación que hace es sencilla: la vida de fe es como una carrera de resistencia que corremos, con muchos obstáculos, pero que demanda de nosotros la perseverancia suficiente para no renunciar sin importar la circunstancia.
Por lo tanto, no quitemos nuestra mirada de Jesús, nuestro ejemplo e inspiración, porque Él nos está esperando al final de la carrera con un premio que sobrepasa nuestra comprensión terrenal.