No te hablo de un corazón natural, sino de uno espiritual. Al ser hallados y tomados por Cristo, nos fue dado un corazón nuevo que debemos cuidar, porque de allí fluye la vida.
Cuando conocí a Jesús llegué a Él con mi corazón roto y dañado, cegada y sin entendimiento; mi desobediencia, el elegir mi propio camino, trajo como consecuencia a mi vida mucho dolor.