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Ser asertivos como Jesús

¿Te pasó alguna vez  que terminaste de hablar y pensaste “para qué hablé” o que después de un tiempo dijiste “¡Ay! ¡si no hubiera dicho tal cosa!” O “si hubiera dicho no, en vez de ceder a esto o aquello…”

Cuantas veces dijiste u omitiste algo para que el otro no se enojara, para no tener problemas. “La dejo pasar”, “para no quedar mal me callo”, “dejo de decir o expresar lo que pienso y siento porque me da no se qué…”, “pero si le decía lo que pensaba seguro se iba a enojar u ofender”. Y así al no solucionar las cosas te quedaste frustrada, con culpa, inquietud, molestia, incertidumbre, enojo…

Y en definitiva, no pediste el aumento que creés que merecés, y no le dijiste a tu empleador que necesitás que cambie de actitud para que las cosas mejoren, y no hablaste con tu esposo (o amigo, o familiar o compañero de trabajo) de lo que te molestó, te lo guardaste y terminó explotando por otro lado.

“Te has enlazado con las palabras de tu boca y has quedado preso con los dichos de tus labios”. Proverbios  6.2

Por eso, la asertividad es un recurso que podemos ¡y necesitamos! aprender, incorporar y utilizar para renovarnos en nuestra forma de relacionarnos y mejorar la calidad de la comunicación en esas relaciones.  ¿De qué se trata? Es una de las habilidades sociales más útiles para comunicar nuestras ideas, pensamientos, propuestas, de manera clara, efectiva, madura y firme eligiendo situarnos en el punto medio entre la pasividad y la agresión. 

De diferentes maneras esta habilidad está relacionada con la autoestima, y la  madurez además de otros componentes que influyen en la forma en la que nos comunicamos y se linkean con la manera de vernos a nosotras mismas como mujeres en relación a nuestra autovaloración.

«Ser asertivas implica tratarnos con respeto  y empatía hacia adentro y a los otros, pero sin ceder a las presiones».

Mayra Djimondian

Es la capacidad de comunicar nuestras ideas y defender nuestros  derechos de manera contundente, abierta y precisa gestionándonos emocionalmente en momentos de tensión.

Y si hay un ejemplo de asertividad, ese es nuestro Señor Jesús. La Biblia en Juan 8:4-7 cuenta la historia de una mujer sorprendida en adulterio.

“Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y, como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.”

A estas personas no les importaba tanto la mujer, sino tenderle una trampa a Jesús. Que de alguna manera quedara enlazado con los dichos de sus labios como leímos en el Proverbio inicial. Y Él -aunque como dice el texto “lo acosaban”- mantuvo la calma, tomó una postura asertiva, busco las palabras, se tomó  su tiempo, “dibujaba con el dedo”, no dejó que se le pegara la emocionalidad negativa de los demás, no se fue, ni evitó la conversación, luego de hacer un pausa y pensar, dijo: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. 

Y dice la Biblia que después se volvió a inclinar y continuó escribiendo en el suelo. Entonces, todos se fueron retirando uno a uno, sin decir nada. Jesús no cedió a la presión, pero tampoco dejó las cosas como estaban. Lo estaban “apurando” pero Él no se dejó avasallar. Defendió a la mujer, al mismo tiempo que fue asertivo en su forma de responder. 

¿Cómo podemos nosotras incorporar y practicar la asertividad?

  • Trabajando la  autoestima.  Una mujer que no se valora a sí misma, le resulta difícil implementar este recurso porque tiende a estar pendiente de la mirada del otro, y en muchos casos esto la lleva a reprimir su opinión “para no quedar mal”, “para encajar”, etc. Cuando una mujer no trabaja en el desarrollo de una autoestima sana, tiende a creer que no es tan importante lo que tiene para aportar, se encontrará limitada por la vergüenza,  la culpa, el temor, etc.
  • Saliendo de la pasividad. Animándonos a compartir ideas, puntos de vista, opiniones, a pedir aclaración si no entendemos lo que el otro dice, dando pasos concretos para expresarnos y vencer el temor al qué dirán

La persona “pasiva”, evita el conflicto, no dice, no expresa, pero con el tiempo, se siente frustrada y ansiosa. Y cuando no expresamos nuestras necesidades, aparecerá la ira, el enojo con una misma, o el  rencor hacía los otros. Y terminamos proyectando en los demás temas que en realidad nosotras mismas tenemos sin resolver: “No me valoran, no me escuchan, no me entienden…”

  • Sin agresividad en la comunicación, con claridad, firmeza y cariño.
  • Cuidando el contexto. Hay momentos y contextos para propiciar conversaciones que sumen para renovar relaciones. 
  • Preguntar en lugar de suponer. 
  • Hablando temas puntuales y de a uno a la vez.
  • Evitando etiquetas.
  • Escuchando con apertura. 

Teniendo en cuenta que “cada uno dice lo que dice, y el otro escucha lo que escucha”. Cada una recibe lo que le dicen filtrándolo de distintas formas (mucho en relación a los puntos anteriores) Por eso, a veces te vas a encontrar con personas que aún cuando estés siendo asertiva, igual se van a ofender, enojar o molestar por tu planteo.

Desarrollar asertividad también implica comprender que existen personas extremadamente susceptibles, que se van a molestar digas lo que digas y aunque lo hagas de la mejor manera. Querida mujer, te invito a releer cada uno de estos ítems y mirar hacia adentro. Tu renovación en la comunicación traerá consigo grandes cambios que resultarán en bendición para todas tus relaciones.

Mayra Djimondian
Mayra Djimondian
Licenciada en Orientación Familiar, Coach Ontológico y escritora. Mediante sus libros, conferencias y talleres, capacita, potencia y activa a mujeres y familias desde un abordaje integral para desarrollar ser su mejor versión y vivir en plenitud. Es mamá de tres hijos y, junto a su esposo, pastorea la iglesia Tierra de Avivamiento, CABA.

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