El silencio puede convertirse en una cárcel invisible.
Un preadolescente de apenas 12 años cargaba con un gran peso. A simple vista parecía un chico común, pero por dentro estaba roto. Guardaba secretos que nunca se había animado a contar porque sentía una mezcla de vergüenza, miedo y soledad. El silencio era su manera de sobrevivir… pero al mismo tiempo lo estaba destruyendo.
Cuando alguien se anima a hablar
Después de escuchar un testimonio, algo en su interior se movió. Con timidez se acercó y preguntó si lo que había oído era real. En el fondo no buscaba una respuesta: lo que necesitaba era un espacio seguro para hablar. Sus ojos mostraban ansiedad y desesperación.
Con voz temblorosa comenzó a abrir su corazón. Contó experiencias que lo habían marcado desde la infancia y que nunca había compartido con nadie. Aquello había dejado heridas profundas que lo acompañaban en silencio.
Una infancia marcada
Entre lágrimas relató situaciones confusas que había vivido de pequeño y que le arrebataron parte de su inocencia. A los 10 años, descubrió la pornografía: imágenes que quedaron grabadas en su mente infantil. Con el tiempo, lo que veía se volvió más extremo.
Cada escena lo llevaba más lejos de su niñez y más cerca de una espiral de vergüenza y adicción. Él mismo lo describe con una palabra brutal: “me siento una bestia”.
Mientras hablaba, las lágrimas brotaban sin control. No eran simples lágrimas: eran cataratas de dolor acumulado, que denunciaban abandono, injusticia y una infancia robada. En ese momento no necesitaba explicaciones ni sermones, sino la certeza de que alguien lo estaba escuchando sin juzgarlo.

El grito más difícil
En medio de la conversación soltó lo más duro de oír:
“No quiero seguir viviendo así. No encuentro salida”.
Detrás de su vergüenza había un deseo de escapar de su dolor. El silencio lo había llevado a un callejón sin salida, donde la única opción que veía era desaparecer.
Lo urgente: salvar la vida
Quedó claro que lo urgente no era corregirlo, ni darle un discurso moral. Lo urgente era sostenerlo. Ese día recibió un abrazo que lo acompañó en medio de la tormenta.

A partir de ahí, se activó la búsqueda de ayuda: atención médica, apoyo psicológico y acompañamiento pastoral. El camino no fue fácil, pero el primer paso había sido dar lugar a su voz, aunque doliera escucharla.
Una Iglesia que escucha
Este caso refleja lo que viven muchos chicos y chicas hoy, incluso dentro de nuestras congregaciones. Cargan con dolores inmensos que los avergüenzan, y el miedo a ser juzgados los hace callar.
No necesitan fórmulas mágicas, ni sermones que les digan lo que ya saben. Necesitan la Iglesia que Dios pensó: personas que escuchan con paciencia, que no se horrorizan de su historia y que, en el acompañamiento, expresan a Cristo y la nueva vida que deja sepultada a la anterior.
A veces, lo único que los separa de la muerte… es la oportunidad de hablar con alguien que de verdad los escuche.
Una oportunidad para aprender y escuchar
Este sábado 6 de septiembre desde las 8:30 hs en el auditorio de la Iglesia de Puerta Abierta, Santo Tome 5124, trataremos este tema “Rompiendo el Silencio” bajo el lema “Familias Preventivas” una jornada con más de 30 expositores, 14 talleres, foros, cápsulas comunicacionales y diversos números artísticos que apuntan a la prevención del suicidio, las adicciones y la violencia.
La convocatoria será presencial y virtual, es una oportunidad imperdible y no queremos que queden afuera, es por eso les dejamos esta reflexión e invitación para sumarse a este proceso de formación porque creemos que prevenir es amar.
Para averiguar más podés consultar en la página oficial de www.preveniresamar.org
Romper el silencio puede salvar
Romper el silencio puede salvar una vida. Lo más difícil no es contar lo que duele; lo más difícil es seguir viviendo callando lo que destruye por dentro.
Por eso necesitamos ser una Iglesia que escucha antes de hablar, que abraza antes de señalar, que acompaña antes de aconsejar. Porque hay silencios que matan… y hay oídos dispuestos que pueden rescatar del abismo.
Gálatas 6:1-2
«Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídense cada uno, porque también pueden ser tentados. Ayúdense entre sí a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.»