Creo que viste el título y seguramente habrás pensado ¿Y este pibe que me va a decir? ¿Me está tratando de animal?
La realidad es que no, pero a veces nos comportamos como si lo fuésemos. Quiero contarte sobre aquel día cuando Dios me hablaba de este tema. Dios es creativo cuando de hablarnos se trata, Él puede hacerlo perfectamente en una iglesia, en un congreso, en la reunión. Y yendo más a lo cotidiano, en tu habitación, ahí cuando estás en tu máximo nivel de intimidad.
Sí, Él puede hacerlo en todos esos lugares. Pero hoy quiero hablarte de aquel día cuando eligió hablarme al salir de hacer las compras. Aquel día vi muchos perros juntos, todos amamos a los perros… la gran mayoría. Algo que a simple pensamiento podría ser bonito, terminó convirtiéndose en un hecho desastroso.
Perros peleándose unos con otros por una perrita, una mordida por aquí y otra mordida por allá, la sangre goteando de sus cuerpos, heridas muy profundas que se gestaban en un momento, mejor dicho, era una reacción animal. Y para entrar en detalle quiero contarte que una reacción es un cambio producido como respuesta a un estímulo.
Ese día aquellos perros terminaron muy mal heridos, lastimados, algunos se iban cojeando de una pata y otros como si nada pasara volvían a entrar a la casa de sus dueños. Lo realmente triste es que, a veces, reaccionamos de esa manera cuando nuestra carne es movida, cuando los deseos están encendidos, cuando los pensamientos pasan a verse como películas.
Ahora la pregunta que quiero hacerte es ¿Por qué a veces nos comportamos como animales? Y sabés de lo que hablo.
En ese momento la situación fue repugnante, pero ¿Qué pasa cuando te encontrás solo y vas corriendo hacia el pecado como aquel animal, cegado completamente por el momento y dispuesto a todo simplemente por el placer momentáneo?
«Vos sos más inteligente que un animalito, tenés la posibilidad de decirle al pecado “sí, acepto” o “no quiero”.
Me podrás decir, “ay, Ema, yo no hago esas cosas…” Bueno, está bien, pero seguramente hay otra reacción animal que sin darte cuenta te ciega. ¿Qué hay de cuando tenés tanta bronca que elegís golpear las cosas? ¿Y cuando te encontrás en tu habitación y elegís gritar lo más fuerte que puedas contra la cama para que nadie te escuche? O quizás puede ser cuando vivís malhumorado y enojado con todos, los demás te hablan y vos simplemente gritás.
Otra fue cuando Dios no cumplió el deseo de tu corazón, aquella vez elegiste enojarte y gritarle en la cara que no querías saber más nada de él, que no ibas a cumplir su voluntad, que no querías que te use, simplemente lo querías borrar de tu vida para siempre. Hoy estoy seguro de que el tiempo ya pasó, si estás leyendo esto es porque todo lo sucedido quedó atrás y solo te importa Jesús.
¿Sonó muy real todo lo que te acabo de contar no? Es que es real y me pasó. Pero creo que es tiempo de dejar de reaccionar como un animal, y simplemente animarnos a ser hijos. Dejá de verte como animal, dejá de derramar sangre como aquellos perros sobre los demás. Creo firmemente que estamos en un tiempo donde debemos dejar de reaccionar como animales y empezar a actuar. Animate a dejar esas malas costumbres, dejá el pecado porque ya no tiene poder sobre vos.
“Desde que le dejaste a Dios entrar en tu corazón, las puertas al pecado fueron cerradas. Ahora depende de vos si las vas a abrir, esa decisión es tuya”.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio, 2 Timoteo 1:7.
Pero quiero dejarte en claro una cosa ¿Qué pasaría si dejamos de reaccionar y empezamos a ACCIONAR? Visualmente solo le agregamos dos letras a la palabra, pero espiritualmente hay un cambio rotundo lleno de amor, lleno de Dios. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo, Mateo 18:1.
Si reaccionas en la tierra, tené cuidado que no se manifieste en el cielo. Hagas lo que hagas animate a accionar con propósito sobre cada situación que se te presente. Y si ayer pensaste que Dios te cerró las puertas, hoy vas a entender que en realidad te abrió portones en el cielo. No te gastes con cosas que no valen la pena, no te lastimes por una emoción pasajera, jugátela por el cielo, cuesta sí, pero vale la pena.