No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7 NVI.
Este pasaje nos menciona que no debemos preocuparnos por nada, pero ¿Cómo hago para no angustiarme? En el contexto del día a día, insertados en medio de la rutina laboral ¿Es posible? Surgen preguntas como ¿Llegaré a fin de mes? ¿Podré hacer todo lo que tengo planeado en el trabajo? ¿Llegaré a entregarle a mi jefe lo que me pidió? Y podría continuar con una serie de preguntas que nos llenan de preocupación.
Hoy quiero que podamos reflexionar sobre un tema que se ha hecho popular en los últimos tiempos, la ansiedad. Iniciemos con la pregunta básica ¿Qué es la ansiedad? Es un componente básico de la condición humana, que a veces genera angustia y se convierte en patológica, de modo que es necesario recurrir a tratamiento psicológico para controlarla. Los síntomas de la ansiedad suelen ser sensación de nerviosismo, agitación, sensación de peligro, respiración acelerada, temblores, entre otros.
En el ámbito laboral encontramos diversos problemas que nos pueden generar ansiedad, por ejemplo: conflictos con nuestros empleadores, con compañeros de trabajo, el tiempo que no alcanza. Y, si somos nuestros propios jefes, nos encontramos con el desafío de generar constantemente nuevas estrategias para generar ingresos. A su vez, es real la presión, la falta de tiempo. Por ende, esto puede generar ansiedad, preocupación, miedo anticipatorio. Se comienza a sobredimensionar situaciones o pensar en los escenarios posibles de conflicto, estas amenazas solo existen en nuestra mente, pero no en la realidad.
Si bien las preguntas anteriores son válidas, me gustaría que podamos cambiar el enfoque, como por ejemplo: ¿Qué rol cumple Dios en medio de mis problemas? O mejor dicho ¿Qué rol le otorgamos a Dios? Debemos ser conscientes de que cuando creemos más en las preocupaciones, en “lo que puede llegar a pasar si…”, o cuando los conflictos laborales nos quitan el sueño y no paramos de pensar en la presión del día a día, aquí es cuando dejamos de mirar a Dios para mirar el miedo, dudamos de quién es, del poder que tiene y dudamos de lo que puede hacer en nosotros. ¿Por qué dudamos si sabemos todo lo que Él hizo por nosotros, sus hijos e hijas? ¿Por qué miramos con desconfianza? Seguramente los patrones de la infancia no ayudan a ver con claridad.
Dios nos invita a no inquietarnos ¿Por qué hacerlo? Creo que la respuesta está relacionada con el control, el ser humano quiere controlar todo, hay un empeño en controlar lo incontrolable. Y otra respuesta es porque no confiamos plenamente en Dios. Debemos ocuparnos de lo que podemos, pero el resto lo hace Él. No dudemos de su poder y de sus atributos. Muchas personas me han dicho: “No dudo de Él, dudo de mí” y la realidad es que dudas de tu identidad en Dios. Entonces ¿Qué hago cuando me inquieto? Como dice en el versículo, “con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias”. Y es por esta razón, que nos invita a llevar nuestras cargas, nuestras preocupaciones a Él. “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”, Mateo 11:28.
De modo que, cada vez que estemos cansados, cargados, inquietos vayamos a Él. Hablemos con Él, seamos sinceros con nuestras emociones, nuestras preocupaciones laborales, porque es Él quien nos da descanso, en su presencia encontramos la verdadera paz, “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” No busques entretenerte para sacar tus pensamientos ansiosos, anda al corazón del rabí que es Él quien da descanso a tu mente, a tus pensamientos y a tu alma.
Por otro lado, cada vez que venga a tu mente un pensamiento perturbador te recomiendo confrontarlo con la verdad de Dios, así como Jesús confronta al diablo en el desierto, con su palabra “Escrito está”. Por lo cual, cuando aparezcan pensamientos negativos los confrontamos de la siguiente manera:
- “No vas a llegar en hacer tus tareas laborales” confrontarlo con “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
- “Sos una miedosa, no vas a lograrlo” confrontarlo con “Él es nuestro amparo y nuestra fortaleza”.
- “Sos un inútil o una tonta porque te equivocaste” confrontarlo con “no soy lo que hago, soy lo que Dios dice: un tesoro especial”.
- “Tus compañeros de trabajo no te quieren” confrontarlo con “Dios amó tanto al mundo que entregó a su hijo”.
- “Te tiene que ir bien en el trabajo si o si, tu economía depende de eso” confrontarlo con “Dependo de Dios, El Señor es mi pastor nada me faltará”.
Esto no quiere decir que nos tenemos que lavar las manos y no hacernos cargo de los conflictos, sino que nos conviene ocuparnos hasta donde podamos, y el resto darle lugar a Dios. Tampoco quiere decir que debemos minimizar nuestras emociones, en el caso de que observemos un alto nivel de ansiedad es necesario pedir ayuda y recurrir a terapia psicológica.
En resumen:
- Identifiquemos nuestras preocupaciones, llevémosla a los pies de Dios y recibamos su paz.
- El control lo tiene Él.
- Solo en Él podemos encontrar el verdadero descanso.
- Confrontemos los pensamientos ansiosos con las verdades de su palabra.
- Pedir ayuda, inclusive a un profesional de ser necesario.