Toda gran religión tiene un símbolo que la representa. El judaísmo tiene la estrella de David, el islam la luna creciente con estrella, el budismo la rueda de dharma; sin embargo, el cristianismo tiene como su símbolo la cruz.
Para el siglo XXI, la cruz es una imagen inofensiva, decorativa, y hasta incluso artística. La vemos en iglesias, collares, ropa, tatuajes y tantos otros lugares. Pero para el primer siglo, la cruz tenía totalmente otra connotación y significado. La cruz era la forma de tortura más desagradable y repugnante del Imperio romano.
Cicerón, uno de los grandes oradores y escritores romanos, dijo esto de la cruz: “Que el mismo nombre de cruz esté lejos no solo del cuerpo de un ciudadano romano, sino incluso de su pensamiento, sus ojos y sus oídos.» (In Verrem 2.5.165).
¿Cómo fue entonces que los seguidores de Cristo decidieron identificarse con un símbolo tan escandaloso e incluso repugnante para esa época?
«La cruz fue y es tan escandalosa que incluso vemos que es la piedra de tropiezo para muchas otras religiones e historiadores».
Los musulmanes y judíos, por ejemplo, no pueden entender cómo un profeta de Dios moriría de una manera tan humillante, cómo Dios permitiría algo así. Los hindúes, como Gandhi, también rechazan la idea de la cruz. Incluso reconocidos ateos como Friedrich Nietzsche rechazaron el cristianismo por su “debilidad” e imagen de sufrimiento.
Muchos argumentan que la cruz como símbolo, vino a ser usada mucho tiempo después de Cristo, alrededor del segundo siglo; incluso muchos lo atribuyen a Constantino como el causante de esto. Y aunque esto en parte es cierto —que la imagen de la cruz como símbolo cristiano vino a ser mucho más popular y usada en siglos posteriores—, John Stott, en su obra maestra La Cruz de Cristo, nos recuerda: “La cruz no fue una ocurrencia tardía ni una tragedia desafortunada. Fue el propósito eterno de Dios.”
También menciona en otro lugar: “El hecho de que una cruz se convirtiera en el símbolo cristiano, y que los cristianos se negaran obstinadamente, a pesar del ridículo, a descartarla en favor de algo menos ofensivo, solo puede tener una explicación. Significa que la centralidad de la cruz se originó en la mente del mismo Jesús. Fue por lealtad a Él que sus seguidores se aferraron tan obstinadamente a este cartel.”
La muerte de Cristo en la cruz y su resurrección de entre los muertos es el cumplimiento de todo el Antiguo Testamento y las profecías; es el centro mismo de la historia de la redención de los seres humanos; es el evento más importante de nuestra historia.
A lo largo del ministerio de Cristo, vemos el enfoque y la seguridad plena de Jesús sobre su propósito. Jesús sabía que su vida en la tierra iba a ser corta, y su muerte no sería la muerte de una persona normal; Él sabía que la cruz lo esperaba. Por ejemplo, leemos en Mateo 16:21: “Desde entonces Jesús comenzó a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.” También podemos verlo en (Marcos 8:31, Lucas 9:22, Mateo 17:22–23, Marcos 9:31).
Esto es importante porque nos muestra que Jesús no fue asesinado, Él fue entregado voluntariamente, porque desde el principio este fue su propósito. Incluso el plan redentor de Cristo en la cruz estaba listo y preparado antes de la fundación del mundo. 1 Pedro 1:18–20: “Sabiendo que no fueron redimidos con cosas perecederas como oro o plata… sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo. Porque Él estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a ustedes.”
¿Por qué lo hizo? ¿Por qué Jesús tenía que morir en una cruz? Para entender la necesidad de la cruz es vital leer y entender el libro de Levítico. Ahí podemos ver la seriedad de nuestro pecado, pero sobre todo, la grandeza de la santidad de Dios. Levítico nos ayuda a entrar en perspectiva de lo imposible que es que nosotros podamos conseguir justicia y santidad con nuestras fuerzas.
Romanos 6:23 nos recuerda: «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.» Nosotros estábamos muertos en nuestros pecados, y no había manera de volver a la vida sin la intervención de Dios mismo. “La justicia divina exige satisfacción; y el amor divino ofrece satisfacción” (La Cruz de Cristo, John Stott). La única respuesta a por qué Jesús se despojó de sí mismo, bajó a la tierra, se hizo hombre, se humilló hasta lo sumo, y hasta la muerte en una cruz, es por amor. J.I. Packer nos recuerda de esta manera: “El evangelio no puede ser explicado sin hablar de la cruz. Es en la cruz donde vemos la justa ira de Dios y su infinito amor abrazarse.”
«La cruz no fue el plan B de Dios. La cruz siempre fue el plan original. Toda la Escritura apunta a la cruz; fue allí donde Jesús pagó la deuda impagable que teníamos con Dios, pero fue allí también que Jesús nos introdujo a lo más íntimo de la presencia del Padre, y la resurrección de Cristo fue el sello de aprobación del Padre de su sangre derramada».
1 Corintios 15:20–22: “Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”