Se produce un tipo de aborto cada vez que un cristiano asume su vida espiritual como un conjunto de costumbres o ritos. Cuando creemos que congregarnos es cumplir con Dios y nuestro enfoque no está puesto en expresar el fruto del Espíritu. Abortamos cada vez que asumimos como normal la enemistad y el enojo, haciendo ausente la expresión del amor de Dios al mundo.
Muchos ministros del Evangelio se vuelven cómplices y autores de este aborto cuando sus ojos no están puestos en colaborar con esta madurez. Cuando el éxito de sus acciones está enfocado en hacer crecer un ministerio y no la vida de Cristo en las personas.
Somos cómplices cuando adaptamos los mensajes a lo que la gente quiere oír y no a lo que Dios está hablando, o cuando preferimos tener éxito en un mensaje y no nos preguntamos lo que producirá en la madurez de las personas.
He oído a muchos cristianos decirle al mundo que el aborto está mal porque la Biblia dice “No matarás”. ¿Cuándo nos volvimos recitadores de Biblia y dejamos la expresión del amor de Dios que nos fue encomendado? Es lícito manifestarnos como ciudadanos y cristianos en contra de la muerte y todas sus formas, pero no es lícito hablar en nombre del Señor lo que él no está diciendo.
Desde la cruz de Cristo, Dios no le dice al mundo “No matarás” sino: “Yo muero por tu pecado”. Las posturas de justicia religiosa siempre producirán más enemistad y eso va en contra de lo que el Señor nos ha encomendado (2 Corintios 5:20;10:18).
Si somos verdaderos cristianos, deberíamos entender que nuestra palabra nunca debe ser de juicio y condenación
No nos olvidemos las palabras de Jesús a la mujer adúltera: “ni yo te condeno”. Quizá algunos cristianos de nuestra era lo acusarían de intentar despenalizar el adulterio. En realidad Él está anunciando uno de los principios más poderosos del Evangelio: Jesús condenó al pecado en su muerte y no al hombre.
¿Acaso no entendimos como generación lo que las Escrituras nos muestran claramente? Moisés ya había anunciado “No matarás” y esa forma de ley nunca llevó a aquella nación a la expresión del verdadero amor de Dios. Pablo explica a los romanos que el aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado es la Ley. Por lo cual…
Cada vez que le recitamos leyes bíblicas al mundo, solo le damos fortaleza al pecado y a la muerte.
Pero cuando expresamos de manera viva el amor de Dios y la justicia de la cruz, la muerte tiene que retroceder. Es por esa razón que Jesús, al referirse a la ley de Moisés, dijo: “Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados ‘No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal’. Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal…” (Mateo 5:21-22).
Jesús no está contradiciendo los mandamientos, sino que está exponiendo el verdadero sentido de las Escrituras. Es por esa razón que no dijo “Escrito está: no matarás”, sino “Ustedes han oído (…) Pero yo les digo…”.
El Evangelio no requiere de nuestros sacrificios para otorgarnos la vida que nos ofrece. Esa vida nos es otorgada por gracia y por los méritos del sacrificio de Jesús en la cruz. Eso es lo mismo que explicar que ningún embarazo se produce por los dolores, sino que una madre aprende a llevar sus dolores e incomodidades durante nueve meses, sabiendo la grandeza y el gozo de lo que se gesta en su interior.
¿Cómo se relaciona esto con la legalización del aborto?
Somos parte de una generación que busca un Evangelio sin dolores. Una generación que quiere todos los beneficios, pero sin renunciar a las comodidades actuales y los deseos futuros. La religión por momentos se jacta e imita los dolores, pero están carentes de vida.
Gálatas 4:19 dice: “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes”.
Quizá sea tiempo de cuestionar nuestra manera de abrazar la verdad del Evangelio y entender lo que el Espíritu habla a las iglesias. No podemos negar la abrumadora evidencia de cristianos que han visto abortada su fe por experiencias traumáticas dentro de las llamadas congregaciones evangélicas. No hay geografía o grupo social donde falten las experiencias de manipulación y abusos de todo tipo experimentados en las comunidades cristianas evangélicas.
Claro, siempre está la posibilidad de pensar de nosotros bien y creernos no ser parte de esa realidad, pero el verdadero cambio no vendrá de esa posición, sino de una generación que regrese al clamor por ver las evidencias de la naturaleza de Cristo en los cristianos.
Detener una ley humana no nos proporciona ningún éxito en términos del propósito eterno de Dios
Manifestémonos con tristeza ante esto y no con fiesta. ¿Por qué tenemos una sociedad que desea abortar a sus hijos en el vientre? Quizá sea hora de concentrar toda nuestra atención en la verdadera madurez espiritual como un asunto central y primordial del Evangelio. Expresar el fruto del espíritu, alcanzar la expresión más alta del amor de Dios al mundo, no es un asunto para unos pocos cristianos privilegiados o líderes de las iglesias.
Ministros, no ofrezcamos más un Evangelio acomodado al gusto de las personas y que no les exige madurez. Hermanos en Cristo, aceptemos la incomodidad del camino estrecho que nos conduce a la vida, recordando que nuestro paso por la Tierra es solo un suspiro y lo verdaderamente valioso se produce en la eternidad que nos ha sido concedida al mundo.
Levantemos voces de amor
Defendamos la vida, trabajemos en silencio por ver en nosotros mismos expresada la naturaleza del amor de Dios. ¿Qué diremos a aquellos que defienden el aborto? No tenemos nada para decir, sino que tenemos todo para amar. Seamos una expresión de amor frente a todos los que sufren las consecuencias de la oscuridad y el mal. Eso no es resultado de una decisión personal sino de un camino de crecimiento y madurez vital.
Desconozco si la despenalización del aborto será ley o no. Sea cual sea el resultado de esta batalla legislativa, paso por aquí para dejarles una pregunta: Ahora, ¿qué hacemos con el aborto en el mundo evangélico?