Una tecnología que representa una oportunidad para postergar la devastación climática a través de la preservación de los hielos.
La fundadora de esta iniciativa, la ingeniera Leslie Field junto a su equipo de científicos, aportó un método novedoso para luchar contra el cambio climático, en particular, contra la acelerada pérdida de hielo en el Ártico. El objetivo sería esparcir cristales de silicio reflectantes que se adhieran al hielo.
El hielo de la región polar es el escudo térmico natural de la Tierra, juega un papel fundamental en el mantenimiento de un clima seguro y estable. Refleja más el Sol que el océano abierto, sin embargo, con menos hielo disponible se absorbe más calor, lo que a su vez resulta en menos hielo, de modo que el ciclo se retroalimenta. Se calcula que desde 1979 la capa de hielo del Ártico perdió el 75% de su volumen. Esta problemática causó lo que hoy estamos viviendo, un profundo cambio climático a nivel global.
Las perlas flotan en el agua y se pegan cuando están en contacto con el hielo. “Al hacer que el hielo joven y de baja reflexión sea más reflectante y aumente su volumen, absorbe menos calor y se derrite de forma más lenta, conservándolo durante más tiempo y, a su vez, conservando el efecto de escudo térmico”, explicó a BBC Mundo la ingeniera Field, directora técnica del proyecto.
“Restaurar el hielo marino permitirá que recupere su antigua función de acondicionador de aire del planeta, ayudando a combatir los efectos del calentamiento global. Nuestro objetivo es proteger entre 15 000 y 100 000 kilómetros cuadrados de hielo en el estrecho de Fram o Beaufort Gyre en el Ártico, dentro de unos años, a un costo que es una décima parte de otros métodos”, agregó la fundadora de Ice911, una organización sin fines de lucro que busca preservar los hielos glaciares.
Las pequeñas perlas de vidrio están hechas de dióxido de silicio, el principal componente del 95% de las rocas de la Tierra. De hecho, el material podría finalmente disolverse para formar parte del océano, alimentando el ciclo natural de sílice del que dependen muchos organismos. Una vez dispersado en ubicaciones estratégicas limitadas, el material actuaría como una fina capa reflectante sobre el hielo del Ártico.
Por un consenso global
Steve Payne (MBA 1985), presidente de la junta directiva del Arctic Ice Project, estima que se necesitarán 50 millones de dólares durante los próximos cinco años para demostrar la eficacia y seguridad de su solución. “Eso nos da tiempo para marcar la diferencia”, señaló Payne para la Harvard Business School.
Ya se está trabajando para crear las asociaciones necesarias para implementar la tecnología si las pruebas tienen éxito. El Arctic Ice Project no tomará esa decisión por sí mismo: “Necesitamos construir una coalición de gobernanza global para que las organizaciones democráticas puedan tomar la decisión de hacer esto o no”, dice Payne. “Tenemos que tomar estas decisiones juntos porque nuestro clima global está interconectado”.
Pero, en última instancia, la restauración del hielo del Ártico es solo “una solución de curita”, afirma. Para abordar verdaderamente el cambio climático, el mundo tiene que unirse y hacer el arduo trabajo necesario para alejarse de una economía de carbono y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. “Esto nos da tiempo para permitir que suceda esa transición”.
Esperanza
Actualmente, la pérdida de hielo ártico es responsable de un tercio del aumento de la temperatura global. Por eso “La salud del Ártico es vital para preservar el medio ambiente y los ecosistemas de la Tierra, y restaurar la reflectividad del hielo puede ser la palanca más segura que tenemos para frenar la devastación climática”, afirma Tom light, Director Ejecutivo.
Definitivamente, un despliegue relativamente pequeño y específico de este ingenioso material en el Ártico podría tener un impacto positivo en el clima global. Es, realmente, un motivo para tener esperanza por el futuro del planeta.