Ese terrible hábito de no continuar más. Esa lamentable decisión de detenernos cuando las cosas no están saliendo como queremos. Esa tentación de cerrar nuestro ciclo de vida antes de tiempo y parar sin ninguna esperanza.

No, no hablo de conquistar metas, hablo de la simple acción de seguir, hablo de la naturalidad de poner un pie adelante del otro y continuar en movimiento sin importar la intensidad con la que lo hagamos, aquí lo importante es no parar, no apagar el foco de posibilidades antes de tiempo.

Es sencillo, solo hablo de avanzar y de estar en movimiento, para que un día podamos tener ese último suspiro con dignidad, porque jamás nos dimos por vencidos; que al final de nuestros días la recompensa sea que nadie pueda señalarnos para decir que no lo intentamos.

Detenernos porque el mundo se detiene es uno de los errores más grandes que podemos cometer.

En esta temporada el mundo está en pausa, pero nosotros no, el mundo está detenido, pero nuestra creatividad no, nuestro cuerpo está encerrado, pero nuestra imaginación no, el mundo paró, pero nuestro corazón sigue latiendo, nuestra pasión por hacer las cosas que nos sacarán adelante sigue en un agresivo movimiento.

El caos a tu alrededor te pide que no continúes, que pares, que renuncies, te dice que ya nada tiene sentido y que lo dejes de intentar, tu respuesta a estas propuestas de parar tiene que ser un tajante “NO” y continuar.

¡Por eso tienes “prohibido estacionarte”!

Para mí estacionarme fue lo que más me costó aprender cuando mi papá me enseñó a manejar, llegar a mi destino donde tenía que estacionar era como llegar a enfrentarme con Voldemort pero sin la varita de Harry Potter; me daba terror, no podía hacerlo y menos en un espacio reducido, como que no estaba en mi naturaleza hacerlo, o en mi inteligencia, para ser más honesto. Lo cierto es que, aún hasta hoy, estacionarme en las adversidades de la vida me sigue dando terror, me cuesta trabajo resignarme a que mi vida termine donde no debió terminar y todo por haberme estacionado donde no debía, por haberme detenido donde no tenía que hacerlo.

Siempre he creído que la vida tiene que ver con movimiento, con un constante caminar, con despertar la habilidad de crear, con esa épica aventura de visionar y con un estratégico avanzar todos los días, y cuando digo estratégico es porque debo reconocer que hay momentos donde el camino es confuso, la neblina de esa temporada difícil nos hace perder el rumbo, la brújula vieja y oxidada se descompone y queda fuera de toda posibilidad de indicarnos por dónde ir. Pero en medio de un camino confuso y tétrico, decido seguir, opto por no detenerme. 

Albert Einstein dijo: “La vida es como andar en bicicleta, para mantener el equilibrio hay que mantenerse en movimiento”.

Yo decido andar en bicicleta, yo decido mantener el equilibrio, yo decido estar en movimiento.

Muchas veces en mi caminar por este bello pasadizo llamado vida, la tentación de parar ha venido a mí docenas de veces, esa tentación me quiere seducir a dejar las cosas a medias y no concluirlas para después irme a estacionar al rincón de la mediocridad, esa acosadora idea ha tocado a mi puerta más de una vez, y es ahí donde me digo lo siguiente: ¡prohibido estacionarte!

Cuando la mediocridad toque a tu puerta, dile que no estás, que andas en busca de algo nuevo por hacer, algo nuevo por emprender, algo diferente por intentar.

Tal vez sientas que soy un poco brusco al usar la palabra mediocre, te imagino leyendo esto con una taza de café en la mano, le das un sorbo a ese café delicioso y de pronto te preguntas: ¿para eso entré a leer esta nota, para que me digan mediocre? Tranquilo, vamos juntos a ver lo que quiero decirte realmente, anda, dale un trago a tu café y relájate.

Veamos el significado de esta palabra y al igual que yo dirás: “Uff, me he sentido así más de una vez”.

La palabra mediocre tiene su origen en el latín mediocris, cuyo significado es mediano, media, débil. Este vocablo está formado por el adjetivo medius (que es estar a mitad de), y la antigua palabra ocris que significa montaña. Entonces el concepto original de este vocablo es: “Lo que está a la mitad de la montaña”.

Te das cuenta de que la palabra mediocre no es una ofensa, es un reto, eso es lo que es, un reto a no quedarnos a la mitad del camino.

No podemos vivir a medias, débiles y estacionados en la mitad de esa montaña que tenemos por recorrer.

Siempre he dicho que todos nacemos con una montaña personal que disfrutar en esta tierra y cada día que pasa se nos da la oportunidad de escalarla poco a poco para poder llegar a la cima y poder gritarle al mundo: “Lo he logrado. No sé si gané, lo que sí sé es que llegué; no sé si fui el mejor, pero sí sé que jamás me detuve.

Necesitamos dejar de ser personas que se quedan a la mitad de la montaña para convertirnos en personas que están en constante movimiento para lograr llegar a la cima de esa montaña.

Habrá tantos estacionamientos que te inviten a parar y a quedarte ahí por un largo tiempo. Mucho cuidado, pues algunos te invitarán a quedarte ahí estacionado para siempre y así te convertirás en un mediocre.

Es admirable leer en la Biblia las palabras de Pablo, quien a pesar de todas las cosas logradas y de su edad avanzada podía decir: 

Sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús, Filipenses 3:14.

Nunca te quedes a la mitad de la montaña, mejor ¡mueve montañas! Mejor digamos como este recio personaje: ¡sigo avanzando!

Este mismo caballero inquieto dijo: 

Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, Filipenses 3:13.

“Nunca se nos olvide que somos personas que tenemos permiso de Dios para escalar esa montaña, y no solo tenemos su permiso, también tenemos su protección”.

Algo que jamás nos dejará estacionarnos es tener nuestra mirada siempre hacia el frente. 

No desperdicies tu vida quedándote estacionado en un mismo lugar, muévete, camina, avanza, alcanza sueños y aprovecha cada segundo, cada minuto y cada hora para intentar nuevas cosas, atrévete a terminar lo que comenzaste, aunque sea por primera vez en tu vida.

En esta temporada nada agradable en la que históricamente nos está tocando vivir, me levanto cada mañana y me digo al espejo: “El mundo está en pausa, tú no, así que tienes prohibido estacionarte”.

Por cierto, hasta el día de hoy cuando estaciono mi automóvil, sigo dejando algunos recuerdos a los otros autos, dos que tres rayoncitos, pero con mucho respeto y amor.

Gustavo Falcón
Hombre dinámico en constante búsqueda del lado positivo a cada situación de la vida. Uno de sus placeres más grandes es animar y motivar a todo aquel que lo escucha o lo lee. Siempre de buen humor, sin dejar de ser analítico y profundo. Falcony se ha posicionado actualmente como un excelente comunicador, escritor y pensador. Actualmente vive en Monterrey, México.