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ORGULLOSO DE SER ORGULLOSO

Me quedé pensando en esta palabra la semana: “orgullo”. Una palabra que muchas veces cae mal y da la sensación que está destinada para calificar a personas que no tienen virtudes agradables.

Según el diccionario, “orgullo” hace referencia a dos aspectos:

1.  Exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos, por los cuales la persona se cree superior a los demás: «los hijos, a los que entregó su vida, ahora la pagan con ingratitud, desatención y orgullo»

2.     Sentimiento de satisfacción hacia algo propio o cercano a uno que se considera meritorio: «el hasta ayer obispo se despidió en un sencillo acto en el que expresó su orgullo por haber presidido la diócesis”

Pareciera que el orgullo es un sentimiento o actitud que está asociado a la soberbia o altivez, y en cierta medida es así. Pero pocos comprenden el origen de esta conducta interna que termina por expresarse a los demás de forma irritante y desagradable.

Las escrituras usan esta palabra con el primer significado, donde el exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos, terminan convirtiéndonos en una persona altiva y con una mirada descalificante para los demás.

“Quebrantaré la soberbia de vuestro poderío, y tornaré vuestros cielos como hierro y vuestra tierra como bronce”. En Levevítico 26:19, se usa el sustantivo “orgullo” como sinónimo de soberbia.

Proverbios 21:4Ojos altivos y corazón arrogante: La lámpara de los malvados es pecado”. Por otro lado, en este pasaje la palabra orgullo es sinónimo de arrogancia.

Mientras que en Jeremías 48:29, “Hemos tenido noticia de la soberbia de Moab, De su soberbia desmedida, De su arrogancia, De su orgullo e insolencia, Y altivez de corazón”, se usan las palabras orgullo, altivez  y arrogancia con diferentes connotaciones.

A la luz de Daniel 5:20, “Pero cuando su corazón se ensoberbeció y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria”. se muestra el orgullo como un lugar donde el espíritu se endurece.

Pareciera que el orgullo fuera algo malo, pero en sus inicios fue una actitud de la mente que nos dió plenitud y satisfacción ante algo que hemos hecho o logrado.

Esta actitud es necesaria para lograr el gozo y contentamiento. No tiene nada de malo sentir que hicimos algo bien y que nos gusta, o estamos satisfechos con el logro obtenido. 

En su sentido funcional, el orgullo debiera ser una actitud interna que nos permita tomar satisfacción con nosotros mismos y con otros. El problema es cuándo se vuelve un mecanismo defensivo contra la angustia de la percepción de rechazo. 

Resulta que esta percepción es un estado del alma que se funda en la creencia de que, por alguna razón, no somos amados, deseados o elegidos. Que por alguna razón necesitamos en forma disfuncional, tratar de agradar a otras personas.

En la vieja naturaleza o viejo modus operandi del hombre, antes de la libertad que Cristo trae a nuestras almas, la angustia muchas veces es tan grande que necesita la ayuda de la mente, aunque no sea algo voluntario. A esta manera de actuar de la mente se le llama mecanismos defensivos. 

Estos mecanismos intentan disuadir la percepción de angustia, para que la mente pueda trabajar en otras cosas que sean funcionales a la vida, sino esta puede volverse intolerable y provocar que terminemos abandonando muchas cosas necesarias para la vida, cómo es trabajar, cuidar a la familia, comer, atendernos y atender a otros. Cuando la angustia es extremadamente grande, muchas veces se tiende a abandonar todo y entrar en los pantanos de la muerte. 

El orgullo aparece entonces como un mecanismo defensivo, intentando evitar la angustia de tener que mirar los errores o las cosas que tenemos que cambiar, porque eso implicaría un agotamiento psíquico tan grande que nos desmoralizaríamos antes de iniciarnos.

¿Cómo trabaja el orgullo? 

Primero subraya los logros. Nos recuerda todo lo bueno que hemos logrado por mérito propio y sin que nadie nos haya ayudado. En este lugar no existe la revelación de la gracia. Se puede decir “gracias a Dios”, pero en el fondo la persona actúa como si hubiera subido al podio de la victoria por sus propios méritos.

Aparecen recuerdos focalizados en todas las cosas buenas logradas o en todo el sufrimiento que se vivió, motivo por el cual su padecimiento pasa a ser una especie de trofeo. Todo esto es inconsciente muchas veces. Pero la persona defiende continuamente su postura o su forma de ser, por la vida que tuvo. Dice frases como: “Vos porque no viviste lo que yo viví”.

En segundo lugar, y sin que la conciencia lo sepa o lo perciba, el mecanismo defensivo desviara la atención de los defectos o pecados que la persona en algún momento de su conversión o discipulado haya podido percibir.

Esto, la mente lo hace con el propósito de no tener que angustiarse, intenta salvarse a sí misma, buscando evitar tomar contacto con estos defectos o pecados. Muchas veces la persona no sabe por qué actúa así, pero todos los síntomas apuntan al orgullo.

En tercer lugar se esconde detrás de la argumentación. La argumentación pasa a ser para el orgullo una máscara perfecta, porque se llena de lógica y coherencia, pero solo es percibida desde quien ejerce el orgullo. La argumentación protege este mecanismo defensivo para no ser descubierto, porque una vez descubierto es fácil desmantelar y procurar trabajarlo.

En cuarto lugar, fortalece la conducta, aislando a la persona de aquellas que puedan querer mostrarle que el orgullo no le está dejando ver algunas cosas que tiene que cambiar. Entonces la persona comienza a usar el tercer mecanismo y argumenta defectos de las personas que intentan acercarse para evitar ser acusados de algo. En otras palabras, comienza a atacar a las personas cercanas que quieran promover un cambio y las descalifica. En realidad lo que intenta este mecanismo defensivo es llevar a la persona a un lugar de igual a igual con el fin de no tener que reconocer del otro más logros o alguna exhortación.

En quinto lugar, el orgullo preserva el pecado, cierra las puertas de diálogos con los que puedan traer luz y sostiene a la persona en una negación de las cosas que deba cambiar.

Algunas personas tratan esta dinámica de “demonio”. Yo no sé si sea esto, porque creo que todos los demonios usan este mecanismo psíquico del hombre para poder sostener sus pecados.

Lo que sí queda claro es que este mecanismo defensivo, que comenzó siendo una forma de abortar las palabras del infierno de descrédito y desconfianza personal, se vuelve una fortaleza dentro del alma de los Hijos de Dios que buscan cambiar y crecer.

La consecuencias del orgullo en la conducta de una persona puede reflejarse en: 

1)     No meditan en sus caminos.

2)     No reciben consejos, ni los buscan.

3)    Argumentan sus defectos.

4) No saben pedir perdón, porque no logran ver dónde se equivocaron.

5)  Tienen una actitud agradable muchas veces, pero cuando alguien se acerca a ver cosas que pudieran cambiar, como un consejero, un pastor o discipulador, tienden a buscar defectos en ellos, el fin inconsciente es poder descalificarlos internamente para no recibir aquellas cosas para cambiar.

6)   No se saben poner muy contento con los logros de los demás. No llega a ser envidia, pero abre la puerta para que esta actitud comience.

Entre las posibles consecuencias del orgullo en la vida de la persona podemos mencionar:

1)  Cierra las puertas a las oportunidades, porque te aleja de la gente. Al orgulloso le cuesta el doble todo, y cuando lo logra, potencia su orgullo al asumir que logró todo solo.

2) Pierde la sensibilidad para oír la voz de Dios, porque dejó de depender de su guía para confiar en sus ideas y fuerza personal.

3) Se queda sin fuerzas muchísimas veces y, como no sabe pedir ayuda, su angustia se vuelve insostenible, por lo que la caída anímica del orgulloso muchas veces tiende a derribarlo hasta la depresión. Se siente muy humillado y se comienza a comportar como alguien humillado, con vergüenza y con actitudes de no merecimiento de nada. Se va al otro extremo.

4) Se pierde en el camino. No sabe para donde ir ni que hacer, pero tampoco sabe oír consejos. Queda ciego, sordo y mudo.

El rescate del orgulloso

El reconocimiento de este mecanismo defensivo es el inicio de la libertad de esta trampa que el diablo usa contra nosotros de manera muy poderosa.

El orgulloso no tiene mucha expectativa de comenzar a cambiar más que reconociendo sus síntomas. El orgulloso se siente protegido en su orgullo y desprenderse de él, implicaría entrar en un terreno de exposición y de posible rechazo.

No hay manera de salir del orgullo más que confrontando el temor de soltarlo. Muchas veces el orgullo se vuelve un arma para el alma, pero es una arma que solo sirve para aquellos que viven en un mundo sin amor, en un reino de obras y donde las cosas que podemos lograr o hacer son las que tienen valor, pero para los hijos de Dios, los que vivimos según los principios del reino de Dios, el orgulloso puede vencer su orgullo confiando.

Confiando en que Dios lo recibirá luego que deje esa armadura. Confiando que aquellos llenos del Espíritu Santo lo recibirán con amor y sin echar en cara o recordarle su vieja armadura de orgullo. Enfrentando el temor de ser rechazado por los pecados y errores de la vida. 

Sebastian Palermo
Sebastian Palermohttp://ayudaenlasemociones.com
Casado con Luciana con quién tiene tres hijos, Gianna, Nicolás y Allegra. Es un hombre apasionado por su relación con Dios, siendo consejero espiritual y pastor de una joven congregación en la ciudad de Córdoba. Médico formado en psiquiatría y especializado en terapia cognitiva y educación emocional.

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