Cuando las tendencias no bendicen: ¿Por qué a veces es saludable dejar de seguir lo que te dicen los demás?

Cuando yo era chico no existían teléfonos celulares, tablets, notebooks, muchísimo menos internet y las redes sociales. Lo que sí existía era la televisión en blanco y negro. Recuerdo que un día apareció mi papá con una TV a color y una videocasetera VHS, algo súper nuevo para la época. 

Pero rápidamente se fue actualizando todo, llegando al tiempito los reproductores DVD donde uno iba a Blockbuster y alquilaba películas como Rocky, Terminator o recitales de tus bandas favoritas. Luego aparecieron algunas consolas de videojuegos. También llegaron las revistas impresas con contenidos de todo tipo: fútbol, trucos para videojuegos, de famosos, XXX y más. 

Más adelante apareció el videocable, con muchísimos canales de televisión, con cientos de programas como MTV, donde pasaban música y las historias de vida de los cantantes más famosos del momento. Ni hablar cuando llegaron las computadoras e internet. 

De no tener en mis manos casi nada, de pronto tuve todo tipo de contenidos. Esto implicó una gran lucha para mí, ya que me vi mirando videos e imágenes adictivas que me hicieron muy mal. Así también me encontré con muchos personajes famosos como cantantes, actores o deportistas a quienes empecé a conocer a través de esos medios y, como diría el Chavo del 8, ¡sin querer queriendo!, los empecé a admirar e imitar. 

Con el pasar de los años, siguieron llegando nuevas tecnologías y medios, como las redes sociales. Hoy, uno ingresa a Instagram y busca el nombre de un famoso y tras apretar un simple clic ya te convertís en su fan o seguidor. Ves todo lo que esa persona comparte, sus fotos familiares, momentos graciosos, bailes, Tik Toks, frases, pensamientos, personas a las que ellos siguen o admiran y más. 

Y, claramente, hay personas que da gusto seguirlas, porque nos hacen bien. Hay personajes famosos que quizás no comparten tu fe, pero aun así hacen cosas fascinantes y talentosas, de las cuales podés aprender. Pero ¿qué hacemos con aquellas que no? ¿Qué hacemos con aquellas que al seguirlas nos hemos dado cuenta de que nos están haciendo mal?

Mira lo que dice la siguiente frase: “‘Todo está permitido’, pero no todo es provechoso. ‘Todo está permitido’, pero no todo es constructivo” (1 Corintios 10:23). Es increíble saber que podemos ver, oír, seguir y hacer de todo. Aunque, también necesitamos saber que todo eso tiene consecuencias, buenas o no. 

¡Viajemos juntos un instante!

Cuando tú te acercas a un río, puedes observar cómo el agua corre. En San Rafael, Mendoza, Argentina —lugar donde vivo actualmente con mi familia—, se encuentra el río Atuel, cuya agua proviene del deshielo de las montañas de la cordillera de los Andes. 

Río Atuel en San Rafael, Mendoza.

En épocas de verano puedes realizar varios deportes acuáticos, como rafting. Este consiste en recorrer las rápidas corrientes del río utilizando un bote tipo balsa, con casco y chaleco salvavidas. ¡Muuuuy divertido! Ahí, puedes observar que la corriente de agua es muy fuerte. Recorre el canal del río con mucha intensidad, sin detenerse. 

Algo que llamó mi atención son las rocas que están afirmadas al fondo. Estas no se mueven. Sea cual sea la fuerza, continuidad y potencia del agua, esas rocas no se corren, no se dejan llevar. Pero aquellas más pequeñas, que se encuentran sueltas sin estar afirmadas, la corriente del agua las lleva para donde quiere.

Muchas veces fui medio cabeza dura siendo como esas pequeñas rocas al imitar y seguir a ciertas personas, haciendo que mis valores estuvieran en juego.

Aunque no nos demos cuenta, nuestros valores y convicciones están en juego constantemente.

Si uno no está firme en ellos, ante cualquier corriente que genere un poco de presión en nosotros, nos arrastrará.

Con esto no te estoy diciendo que cierres tus redes sociales, no sigas más a nadie, vendas tus dispositivos, cortes el cable, ni nada parecido. Jamás sería tan ingenuo para pensar que no puedes tomar decisiones de altura. Sino que te invito a que analices todo, dejes lo que te hace mal y sigas con aquello que te hace bien. Ponte firme como esas rocas y, venga la corriente que venga, nada te llevará.