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No puedo vencer el pecado

¿Cuántas veces escuchamos o nos vemos atrapado en un círculo vicioso del cuál no podemos salir? ¿Los pecados nos vencen?

Podemos decir que a pesar que muchas veces lo confesamos, aun así, la lucha se hace cuesta arriba. Sobre todo, de aquellos pecados que nos avergüenzan y no los confesamos. Solemos caer en la trampa de pensar que podemos solucionarlo con algún método de auto negación o castigando nuestros cuerpos.

Nos embarcamos en interminables ayunos, cambios de hábitos, una vida de hostigamiento y disciplina personal. Pareciera que logramos tener cierta victoria por un período corto de tiempo, pero luego volvemos a recaer y eso nos genera una sensación de interminable frustración.

Esto es algo habitual en la mayoría de los creyentes. Por esta causa muchos terminan enfriándose y alejándose de la vida en Cristo o deciden convivir con el pecado como algo natural en sus vidas ignorando la voz del Espíritu de Dios que habita dentro nuestro e intenta conducirnos a una mayor revelación de la salvación que nos fue otorgada en Cristo.

Quiero graficar el ejemplo con una ilustración en nuestra mente de los dos casos anteriores: se puede comparar con habitar en una casa propia llena de cucarachas. El primer tipo de cristianos lucha con sus medios una y otra vez para desalojarlas, hasta que toma la decisión de mudarse de su propiedad a un destierro donde debe pagar peaje y alquiler.

El segundo tipo de cristianos (los que esconden su pecado) luego de luchar por un tiempo sin resultados permanentes, toma la decisión de fingir que no hay cucarachas. Hace todo lo posible para esconderlas a la luz del día de sus visitas, no sin saber interiormente que algo está muy mal. En el curso de este auto-engaño, tal vez se aviste una o dos y aparezca el comentario: – Que asco. Es la primera vez que sucede. – Cuando en realidad en la oscuridad de la noche, ellas hacen un festín, porque esa es su naturaleza.

¿Cuál era la solución? Llamar al experto.

Si así fuera, entonces el sacrificio de Cristo sería en vano. No hubiese sido necesario.

Esta es la gran verdad eterna “Cristo es El único que con un solo sacrificio venció para siempre el pecado, y el poder que este ejercía sobre nosotros, tomándonos por esclavos. Nos hizo verdaderamente libres otorgándonos en su misma persona el poder para no pecar. Esto solo se encuentra en Cristo, no hay otro.

El pecado y los pecados (Ramas y raíces)

Debemos entender que “el pecado” es la sustancia de una naturaleza. No son hechos ni acciones. Si no, es una biología de degradación y muerte espiritual que ingresó por la transgresión de Adán. Constituyendo al hombre en el pecado y como consecuencia fue destituido de la Gloria de Dios. Pecamos por constitución. La carne no puede hacer otra cosa más que pecar, esa es su naturaleza.

Los pecados, son los frutos de un árbol cuya raíz es el hombre es su estado adámico ejerciendo como su propio juez, y sentencia según el parecer que le concedió comer del árbol equivocado, eligiendo sobre lo que considera bien o que considera mal. Su fruto son las obras de la carne. Jesús dijo “Un árbol malo no da frutos buenos”, es inútil que lo poden, va a volver a crecer. El verdadero problema está en la raíz. Deben nacer de nuevo.

Otro árbol (Un cordero que quita)

La única respuesta dada por Dios a los hombres la trajo mediante su Hijo. En su muerte y resurrección nos dio la gloriosa posibilidad de ser incluidos en ÉL, para que de esa manera su muerte sea nuestra muerte y su resurrección nuestra resurrección. De esta manera nos otorga otra simiente, otra naturaleza. La del hombre celestial. Cristo, por quien vino la redención, remisión y justificación de todos nuestros pecados. El cordero de Dios que quita el pecado del mundo para siempre, para que ya nunca más tengamos que luchar con nuestras fuerzas contra el pecado. Su victoria es nuestra victoria. Ahora vivimos para poner de manifiesto, por la Fe, esa victoria eterna en nuestras vidas.

Prohibido olvidar, “No podemos hacer nada de nosotros mismos, todo ya fue hecho. En eso consiste el Evangelio. No es lo que Dios hará, es lo que Dios ya hizo a nuestro favor”.

En la próxima editorial hablaremos de como la cruz opera en la vida de un creyente que se dispone a vivir una vida en la realidad divina.

Redacción
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