Embarazada y juzgada

María, un ejemplo importante de la biblia. Quizás muchos la respetan, muchos la idolatra, pero pocos y pocas la imitan. Por eso hoy quiero contarles, aprovechando la época y el momento, la vida de esa mujer que hizo posible la primera Navidad. 

En los tiempos del nacimiento de Jesús, una mujer soltera que quedara embarazada era tratada como adúltera. ¿El castigo? Muy fácil, ser apedreada. Sin embargo, cuando un ángel le dijo a María que daría a luz un hijo, sus primeras palabras no fueron ni de reproche ni de miedo, sino que fueron:

“Aquí tienes a la sierva del Señor (…) Que él haga conmigo como me has dicho” (Lucas 1:38)

«¡Lógico! Era la voluntad del Señor”, podrás estar pensando. Si, pero ¿qué tal hubiera sido la historia si José no la aceptaba? ¿Y si la denunciaba ante los fariseos? Además, ¿quién aguanta tantos años de habladurías? Sí, en una época donde no existían las redes sociales, sí existía la lengua y el chismerío. 

María tuvo que esperar mucho tiempo para luego demostrar que ella había engendrado al Salvador, al Mesías. Hijo del Salvador, el Mesías, que después vio crucificar y morir. Solo una mujer valiente y esforzada, creyente fiel de la voluntad de Dios, pudo seguir a pesar de las adversidades, que no fueron pocas. 

En toda una vida junto al Salvador, tuvo que hacerle frente a complejos e interminables problemas: la difamación, el miedo al rechazo por parte de José, el exilio, las sospechas de adulterio de familiares y vecinos, ver morir un hijo. Muchas adversidades para una sola persona ¿verdad? Pero también, ser de las primeras en verlo resucitado y ser la primera en predicar su nombre. 

La valentía de subirse arriba del tonel

Siempre me gusta decir que el cristianismo es un movimiento espiritual, pero también social. Antes de todos los movimientos que vemos en la actualidad, como el feminismo, el ambientalismo y otros tantos interraciales e igualitarios, el cristianismo ya tenía en su ser, todos estos involucrados.

Como expresa Bainton, R. (Buenos Aires: Aurora, 1969), en su libro La Iglesia de nuestros Padres, los cuáqueros, esos personajes que quizás conozcamos por una famosa marca de avena, proponían que hubiera igualdad en sus reuniones. Cualquiera de los presentes podía dar la Palabra, enseñar o dar ánimo. Para hacerlo debían subirse a un tonel para que todos oyeran. En sus reuniones, se quedaban unos minutos en silencio y, luego, decían lo que en su corazón había sido inspirado por Dios. No importaba el lugar ni el sexo de quien lo decía. 

Subirse a un tonel. Suena loco ¿verdad? Creo que eso hizo María en los tiempos bíblicos. Ahora te cuento por qué. 

La voz de María que sigue hablando desde arriba del tonel

Hoy en día, parece haber una especie de sana competición para ver qué países, sectores sociales, partidos políticos e ideologías son las más igualitarias, las menos discriminatorias, las que más piensan en todos los géneros. 

Creo que, con el ejemplo de María, el cristianismo es un importante precursor. Por ello, estoy seguro de que muchas mujeres aceptaron el cristianismo en los tiempos primitivos al ver ejemplos como ella, que pasó diversas dificultades y aun así predicó del Mesías resucitado. 

Muchas mujeres, hoy en día, seguramente han pasado por lo mismo que María. Quizás peor. Pero ¿cuántas aceptan el llamado de ser las primeras en difundir el Evangelio?, ¿cuántas aceptan estar allí, donde Él se muestra, como en el Pentecostés, aunque esté agolpado de hombres?

Insisto. El cristianismo o, mejor dicho, la Biblia, da extensos testimonios de que todos somos importantes para cumplir un propósito aquí en la Tierra. ¿La edad? ¡No importa! Hay ejemplos de jóvenes, como el rey David o Samuel, hasta Josué y Caleb, con 80 años.

¿La clase social, estamento, jerarquía o como quiera llamarse según la época y la sociedad? ¡Tampoco importa! En el libro de los Hechos, el cristianismo corría como pólvora por los esclavos, pobres, enfermos, desechados de la sociedad. Y es más, ¡ellos después predicaban a sus amos o jefes de las ciudades!

¿El género o el sexo? De más está decir que no. Ejemplos abundan: Débora, Esther, Abigail, entre otras. Y volviendo en nuestro caso, María. Muchos y muchas, sobre todo, podrán decir que se sienten identificados con lo que le sucedió a ella. Las tragedias y dificultades son parte, lamentablemente, de este mundo. 

El desafío es este: ¿quién o quiénes hablarán de un Mesías resucitado, para que otros se contagien? Estoy seguro de que por ello eligió Dios a María. No solo por su predisposición, sino por anunciar las Buenas Noticias, a pesar de todo el sufrimiento. Por algo la eligió a ella. Por algo Dios hizo a la mujer más fuerte, para soportar las adversidades, y más enérgica, para hablar de lo que es bueno y positivo. 

Guido Márquez
Soy de Mendoza, Argentina. Profesor de Historia y casi Licenciado en Turismo. Espero que en mis notas no encuentres respuestas, sino preguntas. Que puedas mirar al pasado para enriquecerte, no para aburrirte.