En una prisión abarrotada con algunos de los delincuentes más violentos de África, la atmósfera era tensa. Los reclusos estaban intranquilos y desafiados, demasiado marcados por su pasado y desesperados por su futuro como para preocuparse por las consecuencias de sus acciones. En este lugar, cada uno de los 166 prisioneros enfrentaba la perspectiva de la ejecución.
Sin embargo, los misioneros y su equipo médico que estaban esperando fuera de las imponentes puertas de la prisión, estaban llenos de gozo por la oportunidad no solo de proporcionar atención médica a los enfermos, sino también de compartir el mensaje del evangelio.
«Es irrelevante si la maldad ha oscurecido el corazón de estos hombres», declaró el líder del equipo misionero. «Creemos firmemente que el Señor los llama a formar parte de su Reino. Todos merecen escuchar el mensaje de esperanza encarnado en la vida de nuestro Señor Jesucristo».
Los misioneros tenían planeado cada detalle para este día especial. En primer lugar, compartieron el evangelio con los reclusos, quienes se sentaban en un área común separada de los misioneros por una sólida cerca de alambre de púas. Luego, durante las consultas médicas, los doctores cristianos dialogaban con cada recluso, ofreciéndoles la oportunidad de aceptar la salvación en Cristo.
«Éramos conscientes de que nos aventurabamos en el mismísimo corazón del sufrimiento. Podíamos sentir la presencia del peligro y la muerte acechandonos», expresó el líder de las misiones. «Pero confiamos en que nuestro Dios, en toda Su gloria, nos acompañaba, bendiciendo esta singular oportunidad de rescatar almas perdidas».
Al predicar el mensaje, los misioneros notaron una transformación en los rostros de los reclusos: habían perdido la esperanza. Sin embargo, habló con convicción, fortalecido por el Espíritu Santo, y presenció un milagro: los hombres comenzaron a llorar.
«Por primera vez, escucharon la voz de Dios tocando sus corazones. Conscientes de su destino por causa de sus pecados, reconocieron que la verdadera salvación solo puede venir de Dios», relató el líder del equipo. «Fue una experiencia sobrecogedora, cargada de emoción, desatada por el poder divino».
Al concluir su mensaje, un recluso levantó la mano. «Hoy he descubierto mi verdadera condición y he hallado respuesta a las preguntas que me atormentaban durante años», confesó. «Tras escuchar estas palabras, ahora sé hacia dónde dirijo mi camino».
Otro misionero comentó: «es la primera vez que compartimos una experiencia tan emocionante y transformadora. Rogamos por sus oraciones, pues todos anhelamos la redención divina».
Cerraron la jornada aplaudiendo por un largo rato y las 120 Biblias que llevaron los misioneros no fueron suficientes para satisfacer la demanda. «Fue una bendición vivir un momento tan glorioso en la presencia del Señor», afirmó el líder de las misiones. Tras el encuentro principal, los prisioneros acudieron a sus consultas médicas.
«Tenemos una lista con los nombres de aquellos que han decidido entregar sus vidas al Señor. Todos necesitan nuestras oraciones», explicó el líder de las misiones.
En una reunión con el director de la prisión al día siguiente, el líder de las misiones quedó impresionado por la obra de Dios. Según el director, muchos reclusos habían comenzado a leer sus nuevas Biblias, y algunos incluso formaron grupos para discutir las enseñanzas recibidas el día anterior.
«La prisión entera está impregnada de una alegría indescriptible. No hay palabras para explicarlo. Agradecemos al Señor Jesucristo por bendecir esta labor y coronarla con un éxito tan memorable», compartió el líder de las misiones.