Uno de los grandes conflictos a los que se enfrenta un hijo de Dios es alinearse a la voluntad de su creador y Padre.
Quizá sea porque nos hemos hecho una idea algo errónea de lo que es hacer esto, o quizá porque la conocemos y no queremos alinearnos a ella. Lo cierto es que no es raro para un pastor o consejero espiritual que se encuentre ante la pregunta tan clásica acerca de cómo hacer o cumplir la voluntad de Dios.
El pasaje más claro que se me ocurre en cuanto a este tema está en el libro de Romanos 12:2 donde la versión Biblia Textual IV dice: “Y no os adaptéis a este mundo, sino sed transfigurados por la renovación de la mente para que discernáis cuál es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”.
Es muy común pretender ir al núcleo del asunto y asumir que para discernir la voluntad de Dios debemos renovar nuestra mente, sin embargo el principio espiritual de este pasaje no empieza en el versículo 2 sino en el anterior donde dice: “… os exhorto, hermanos, por las misericordias de DIOS, a presentar vuestros cuerpos como un sacrificio que está viviendo santa y agradablemente ante DIOS; esta es vuestra adoración verdadera”.
El versículo 2 es una consecuencia del 1, donde para poder ser renovados en nuestra mente es necesario presentar nuestra vida como sacrificio continuo. Es decir que muere día a día a su propia carne (todas las áreas de nuestra vida que Cristo no vivificó en nosotros) y nos presentamos a Dios para que resucite con nuevos pensamientos y deseos, dentro de nosotros, según Él y no según nosotros.
Pero quiero aclarar más la idea. Pensar que vamos a hacer la voluntad del Señor y no la nuestra es algo agobiante. Es decir, nadie quiere pasar toda la vida negando su propia voluntad para hacer la de otro. Dios es padre y este no es su deseo.
Qué sería de la vida de una persona que nunca hizo lo que anheló, sino que siempre estuvo supeditado a hacer lo que otro anhelaba. Al principio puede hacerlo por amor, pero con el tiempo esa persona vivirá tristezas y dolor interno por más que haya decidido resignarse. Ese no es el Dios que nos creó. No es su personalidad, Él es dador de vida, dador de todo lo que necesitamos. Pensar que el señor va a reprimirnos toda la vida es casi como describir a un sociópata.
si bien la religión insiste en presentar un Dios controlador, la verdad es que Él es más Padre de lo que pensamos.
Sebastián Palermo
Cuando maduramos, nuestra voluntad coincide con la de Dios
Un padre da directivas claras a un hijo mientras es niño. Este obedece porque no conoce mucho, pero llega un momento de madurez donde el hijo comienza a entender por qué el padre le pedía lo que le pedía, en ese momento esa persona desarrolla una voluntad madura, una que coincide con la de su padre pero, al mismo tiempo, no deja de ser la suya.
Ese joven que fue un niño que hacía la voluntad de su padre por obediencia, ahora hace las cosas por voluntad propia, pero sigue siendo la misma que la de su padre. No cambió la voluntad del padre, cambió la suya.
Esto es lo que dice Romanos, si maduramos a la mente de Cristo, vamos a llegar a las mismas conclusiones que Él y tomaremos las mismas decisiones que Él hubiera tomado, no porque Dios nos obligue a hacerlo, sino porque ahora, maduros, nuestra voluntad es la misma que la de Él.
Cuando llegamos a este nivel, la voluntad del Señor se vuelve buena, agradable y perfecta, no solo porque Él nos dio luz, sino porque ahora nosotros mismos escogimos que esa es la mejor decisión por tomar.
Sebastián Palermo
Hacer la voluntad de Dios no es negarnos siempre, es madurar hasta pensar como Él piensa y sentir como Él siente, porque al fin y al cabo “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi” .
Sea la luz.