Cuando comencé a escribir este artículo, me encontraba en la sala de obstetricia del hospital, a unos minutos de ver nacer a mi hermosa hija Juliette. 

Nuestro corazón está lleno de alegría y emoción al verla, tal como en el momento que vi a mi hijo Otniel nacer; el primer pensamiento que vino a mi mente mientras sostenía su manito fue: «creo que ahora entiendo cómo Dios me ve», y también en la mucha alegría hay preguntas que vienen a nuestra mente.

¿Cómo será la dinámica familiar ahora? ¿Las finanzas? ¿Cómo viviremos esta nueva adaptación? ¿Quiénes nos están ayudando? ¿Soy el papá que necesita? ¿Será suficiente?; ser padres nos recuerda más sobre Dios, su fidelidad y amor para con nosotros, por el privilegio y responsabilidad que recibimos para amar, criar, educar y liderar bien a nuestros hijos (ya sean propios, adoptados o espirituales) en su identidad, relación e influencia. 

“Los hijos son un regalo y hermosa herencia de Dios, que nos han confiado en nuestro paso por esta vida, un privilegio y responsabilidad en el amar, criar, educar y liderar bien”. 

Luego de 9 meses de una dura y dulce espera, con visitas constantes al médico para controles, noches sin dormir por fuertes dolores o ir de emergencia a la guardia, nuevamente este pensamiento al verla cruzó mi cabeza: «creo que ahora entiendo cómo Dios me ve», y totalmente, Dios como nuestro Padre y creador conoce todo de nosotros, nuestras fortalezas, debilidades por mejorar, Él sabe cada detalle de mi ser. 

Una herencia a la cual guiar

Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud, Salmo 127:3-4.

El pasaje en Salmos 127 hace énfasis en que los hijos son herencia de Dios, Él mismo nos los entregó, y describiendo luego que son como flechas en las manos de un guerrero, nosotros somos los encargados de lanzar la flecha; esta referencia la vi junto a mi esposa en un recurso llamado «El Arte de ser padres», del ministerio de Cru Vida en Familia, el cual nos ha dado una guía para dar esos pasos de fe que nos ayudarán a preparar las flechas y lanzarlas al propósito de Dios para con ellos a la sociedad, donde serán quienes tomarán las decisiones e impactarán a la siguiente generación.

¿Qué tipo de padres necesitan nuestros hijos? Es una pregunta que me he hecho y muchos de ustedes también. Hay innumerables libros sobre la paternidad y la maternidad, la crianza, etc., y en tantas lecturas he aprendido que no se trata de intentar ser el padre ideal, ya que no somos perfectos, pero estamos en camino a eso, sino de ser aquel que Dios sabe que ellos necesitan, para ser instruidos, amados y guiados en su Palabra.

Reconozco que aún estamos en ese proceso, fallando, mejorando, aprendiendo, entendiendo más cómo nos ve Dios, por eso me he encontrado repitiendo patrones de vida de mi familia, aunque una vez me dije que «no seré así con mis hijos»; para mí ha sido un importante proceso entender mi identidad en Cristo, porque de ella decanta el resto de las áreas de mi vida y mi respuesta. 

Afirmar la identidad y cultivar la relación

Hay cuatro puntos importantes que he estado aprendiendo sobre liderar y guiar a mis hijos: 

  1. Nuestra identidad como hijos de Dios y padres viene solo de Cristo: hay que prestar mucha atención al buscar reafirmar mi identidad a través de mi hijo, ya que han sido creados únicos en Dios y nosotros también. Esto se ve reflejado, por ejemplo, cuando tratamos de vivir nuestros sueños fallidos a través de ellos (siempre pienso en Mateo 22:37-40, sobre el gran mandamiento). 
  2. Cultivar la relación fuerte con tu hijo/a: Josh McDowell lo resume así, «Reglas sin una relación, trae rebelión”. Nuestros hijos no nos comprenderán, y nosotros a ellos, si no cultivamos una relación. Cuando mi hijo Otniel me pide jugar con sus autitos, ese momento es clave para cultivar la relación, ya que hablamos, sigo su juego con los autos y disfrutamos de un momento de padre e hijo, y eso le dice que cuenta conmigo, que estoy allí.
  3. Como padres somos su primera fuente de influencia: El primer ejemplo de vida, hábitos, acciones, etc., somos nosotros. Verán lo que nosotros hacemos y lo repetirán, ellos verán a Cristo en la medida que lo veamos nosotros a Él. No se trata de vivir una vida cristiana en un lado y una vida secular en el otro, sino de un estilo de vida cristocéntrico en ambos. Nuestros hijos son nuestro espejo. 
  4. Necesitamos rodearnos de personas que puedan influir en forma cristocéntrica y positiva en sus vidas: las amistades que elegiremos tener cerca son las que influirán en cierta medida en sus vidas. ¿Qué personas te gustaría que influyeran en tus hijos? ¿Qué cualidades has visto en ellos que te gustaría que tus hijos vean? Haz una lista de al menos cinco personas. Habrá cierta edad en la que tus hijos no querrán compartirte lo que viven, por lo que allí entra esa amistad que influye en él/ella. 

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Proverbios 22:6.

Como padres, tenemos este enorme privilegio y responsabilidad de acompañar a nuestros hijos en el camino de su vida, y afilar su flecha para lanzarla en el propósito de Dios para con ellos. Afirmar su identidad en Cristo y cultivar una relación fuerte con ellos es clave para producir influencia y confianza. Que este día del niño podamos reflexionar en cómo invertimos nuestra vida en ellos.

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Manuel A. Samaniego Lao: Panameño. Seguidor de Jesús desde 2010. Esposo de Elsa, papá de Otniel y Juliette. Estudiante de la Maestría en Divinidades de la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires, Ingeniero de Sistemas y Computación, juntos somos misioneros de tiempo completo Liderando Estrategias Digitales para Cru en Argentina, donde creamos experiencias digitales para conectar a las personas con Jesús, acompañar su proceso de edificación y enviarlos para que sean embajadores de Cristo de por vida. Disfruto pasar tiempo con mi familia, ver programas juntos, escribir historias, dibujar cómics y programar.

Somos Campus Crusade for Christ International (ahora conocida también como Cru). Fundada por Bill y Vonette Bright en 1951 en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Dios los guió a ver el valor estratégico de los estudiantes universitarios para ayudar en el cumplimiento de La Gran Comisión. Hoy más de 25,000 coordinadores sirven con este ministerio alrededor del mundo.